Los vendedores del arcén de la nacional de Padrón aguardan que los coches se paren para comprar. Mientras, el Consello Regulador busca poner fin a estas prácticas y pide responsabilidades al Concello
Desde mayo hasta finales de verano, los vendedores de pimientos que se apilan en el arcén de la carretera nacional que atraviesa Padrón forman parte del espíritu del pueblo que vio nacer a Rosalía. Sin embargo, su figura sigue levantando ampollas entre autoridades, productores, comerciantes de la zona y los propios vendedores ambulantes. Unos acusan a los otros de desprestigiar una marca extendida por el mundo, mientras que los otros se defienden reclamando su derecho a vender para sobrevivir en tiempos tan complicados.
A primera hora de la mañana comienzan a llegar los vendedores ambulantes, unos diez de media cada día. Colocan sus sombrillas, sacan sus taburetes y a esperar a que alguno de los miles de automóviles que diariamente atraviesan Padrón decidan pararse a comprar de primera mano el mundialmente conocido Pimiento de Herbón. Cada uno trabaja por su cuenta, recogiendo y despachando sus bolsas de cien pimientos contados. Esas bolsas distintivas es lo único que une a estos vendedores, que se juntan para producir y repartir dichos envases.
Debajo de una de esas sombrillas se encuentra una joven vendedora, madre de dos niños y que no supera los cuarenta años. Con un ojo en la carretera y el otro en la cesta, cuenta que antes se vendía mucho más. «Ahora no hay turismo en la zona y con la crisis, la gente prefiere comprar en supermercados, donde no pagas ni la calidad ni la cantidad que tienes aquí», declara. Carga contra las personas de la tercera edad que se dedican a vender en la carretera. «Si quitan a esas personas, yo me hago autónoma». Afirma que los costes de regularse le hacen imposible competir con «pensionistas que se levantan con el pan ya ganado».
Una de estas personas aguarda debajo del puente que despide Padrón. Cuenta que tuvo que sacar a su hija del trabajo para colocarla en su explotación de manera regulada por las inspecciones laborales de la Xunta. Sobre las personas jóvenes con las que comparte arcén, sentencia que «un día están e ao día seguinte, xa non os ves».
«UNHA IMAXE LAMENTABLE».
«Todos nos enorgullecemos de falar do pemento de Herbón, pero despois temos a xente vendendo na estrada, sen medidas de hixiene e cun produto sen regular». Así de duro se muestra José Ramón Torreira, Presidente del Consello Regulador del Pimiento de Herbón. «As bolsas están ao sol, contaminándose cos fumes dos coches e, aínda por riba, chega xente que non é da zona», sentencia Torreira.
«Trátase dunha competencia desleal para os comerciantes da zona», y retoma las acusaciones a los pensionistas «que non son a imaxe adecuada e usan os pementos como complemento das súas retribucións». Torreira delega la responsabilidad al consistorio padronés, del que afirma que son conocedores del problema, y anuncia que antes de final de año habrá reuniones para solucionar esta cuestión. «Algo temos que facer urxentemente», sentencia el presidente del Consello Regulador.
El alcalde de Padrón, Antonio Fernández, asegura que la primera queja que recibe sobre este tema le llega por parte de este periódico. «No se ha solicitado ninguna reunión para solucionar este problema. Simplemente se comentó de modo informal en una cena de la Asociación de Hostelería de Santiago». El regidor padronés afirma que, durante la juntanza mantenida para el nombramiento de los Cabaleiros do Pemento, ninguno de los responsables allí presentes le transmitió ningún descontento con la venta ambulante de pimientos.
Durante la campaña electoral, el popular, que venció en los comicios, prometió la regulación de esta venta para defender a los pementeiros y vendedores porque, según sus palabras, «es defender Padrón». Sin embargo, Fernández Angueira afirma que después de los diferentes problemas que se han planteado en el Concello en estos últimos meses, como la huelga de basuras, «no se ha podido comenzar a plantear soluciones».
Una de las soluciones que se barajan sería el habilitamiento de un espacio para estas prácticas, además de obligarles a obtener un permiso y encontrarse en una situación laboral regulada para permitir estas ventas.
Mientras tanto, los vendedores siguen esperando pacientemente. Aguardan a que algún conductor se pare y a que los de arriba decidan qué hacer con ellos.
EL CORREO GALLEGO, 22/08/11