La soledad del río y la belleza del entorno.
Cuando Antonio Caldelas llega a sus pesqueiras pasan solo unos minutos de las ocho de la tarde. Está solo, y por tanto carece de ayuda en caso de sufrir algún percance. Pero tiene experiencia y se las apaña bien. Coloca las redes o aparejos en esos tramos por los que, desea, deben pasar las lampreas. El trabajo es rápido, pero intenso. Se desarrolla en medio del atronador ruido que emite el embravecido Ulla. A eso de las ocho de la mañana del día siguiente el pescador regresa al mismo lugar -en la foto-. Es momento de levantar las redes y comprobar si han pescado durante la noche. Ha habido suerte y puede regresar sano y salvo a casa, con un par de lampreas bajo el brazo.
Faro de Vigo
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