Ropa, calzado y muchísimos churros.

En Pontecesures, los churros comparten con la lamprea el rango de platos oficiales. No es casualidad: a orillas del río están ancladas sagas enteras de esos reposteros ambulantes que endulzan fiestas y mercados en toda Galicia. Así que a nadie le puede sorprender que de los treinta puestos que ayer bautizaron el primer mercadillo de Pontecesures, cinco fuesen de venta de ese dulce de masa y azúcar. Sandra, una buena conocedora de todos los secretos de estas delicias, aseguraba que la experiencia estaba resultando muy bien. Y eso que su puesto se había quedado un poco descolgado del meollo de la feria, que pivotaba sobre A Plazuela. «Es la primera vez. En cuanto se conozca un poco, esto le va a beneficiar a todo el pueblo», contaba ayer.

Lo mismo opinaba Manuela, una cesureña que aprovechó la mañana para recorrer la calle San Lois en compañía de un niño motorizado y feliz. «Esto nos va a dar vida, porque este pueblo está medio muerto», aseguraba. Lo mismo opinan los concejales Ángel Souto (TeGa) y Roque Araújo (PSOE), que también se acercaron a comprobar cómo iban las cosas. «Un venres calquera, pola rúa non se ve a ninguén», decían. Los vendedores, ya se saben, hablan de la feria «segundo nela lles vai». Y a Sandra, que llegó con su puesto de venta desde Cambados, le fue bien en Pontecesures. «Yo vendí bastante», explicaba. Ojalá que la experiencia siga siendo buena.

La Voz de Galicia