Ábalos descarrila.
Justificar la mutilación de los servicios ferroviarios en la red convencional, clave para la movilidad de la España interior, es impropio de un Gobierno que se dice progresista.
No deja de ser paradójico que el Gobierno que venía a alumbrar un cambio de modelo productivo o, al menos, una reforma en profundidad del que arrastramos, no dude en apostar por lo de siempre para acelerar la salida de la crisis: incentivo del vehículo privado, ayudas públicas para la compra de coches, inyección millonaria en las aerolíneas, fin del carbón sin alternativa para las cuencas mineras y una indisimulada estrategia de Renfe para seguir mutilando la red convencional en un país que desde 1992 ha invertido más de 51.000 millones de euros en líneas caras y deficitarias de alta velocidad. Mucho discurso «verde», pero seguimos cavando el agujero del CO2.
Después del levantamiento de las restricciones de movilidad, y acuciada por la sangría de ingresos a raíz de la bajada de los viajeros en el AVE, Renfe ha decidido eliminar la mitad de los servicios que unen una buena parte del interior del país. Es una flagrante vulneración de las obligaciones de servicio público de la operadora y una puñalada a las pequeñas y medianas capitales de provincial, y a las cabeceras de comarca. Ábalos confirmó en el Senado que la oferta de Renfe alcanza ahora a los 98 trenes diarios en circulación, un tercio de los que había en marzo. «Lo que no va a hacer la compañía es sacar trenes vacíos», aseguró el titular de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (han metido la urbanidad hasta en la nomenclatura). Aunque un tanto toscas, marca de la casa de un dirigente refractario a la empatía, debemos agradecer la franqueza del ministro. Deja claro que ni siquiera la pandemia, y la posbilidad que se abre para el reequilibrio territorial, llevará a PSOE y Podemos a tomarse en serio la sostenibilidad.
Hay líneas deficitarias -con una ocupación inferior al 20%- por falta de habitantes. Otras lo son porque los usuarios no tienen más remedio que optar por otros transportes. Lo pasmoso es que un prócer socialista desprecie la función vertebradora del ferrocarril. Ábalos descarrila. Tal vez la vicepresidenta para la Transición Ecológica, debería explicarle que el criterio de rentabilildad en los servicios básicos, aplicado de forma estricta, supone una perversión económica y medioambiental. De un Gobierrno liberal y ortodoxo podría esperarse esta ceguera. De uno que presume de progresista no puede tacharse más que de fraude.
El Mundo (Columna de opinión «Intemperie»)
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