Tomás Sobrino repasa el perfil de un especialista pionero en España.
La biblioteca cesureña cumple cuarenta años y ha decidido organizar una serie de eventos que giran alrededor de la figura de Manuel Otero Acevedo, un vecino de aquella Pontecesures vibrante e inquieta de hace cien años. El pasado viernes, la figura de Otero Acevedo, que entre otras muchas cosas fue un pionero de la neurocirugía en España, fue abordada por otro neurocientífico cesureño, Tomás Sobrino. «A min tócame falar do seu perfil máis académico e profesional como neurociruxán, malia que é máis coñecido por outras facetas da súa vida, como refundador da tuna, polos seus estudos de espiritismo, e por ser republicano, anticlerical e masón», avanza, en conversación telefónica, el ponente.
Otero Acevedo nació en Buenos Aires, pero su padre, un cesureño que se buscó la vida con notable éxito al otro lado del océano, lo envió a estudiar a Galicia. Cursó medicina en Santiago, acabó su formación en Madrid y terminó siendo una eminencia. «Introducíu métodos de investigación e innovación na neurociruxía, foi un dos pioneiros que conseguiu que se recoñecese a neurociruxía como unha especialidade, realizou as primeiras intervencións no nervio simpático para tratar a epilepsia…», explica Tomás Sobrino.
Tomás Sobrino, neurocientífico de Cesures.
Cierto es que la figura de Otero Acevedo emergió en un momento «bo para a súa disciplina». «Coincidiu en Madrid con Ramón y Cajal, pai da neurociencia moderna, e que co seu traballo propiciou un bum dese tipo de estudos tanto en España como a nivel internacional». Otero Acevedo, explica Sobrino, fue contemporáneo también de «outras grandes referencias neste ámbito, como Nicolás Achúcarro e Pío del Río Hortega, médicos e neuropatólogos que observaron que partes do cerebro se encargaban de que cousas… Os seus estudos axudaron a que a neurociruxía sufrise un auxe importante». Un auge en el que también participó el cesureño Otero Acevedo. «O seu legado queda aí. Se ao final queres ser pioneiro en medicina tés que dar un salto promovido pola innovación e a investigación; e iso foi o que el fixo, aplicar innovación e investigación á neurociruxía da época».
Además de ser uno de los padres de esa especialidad médica —¡se dice pronto!—, Otero Acevedo demostró también talento para la gestión en el ámbito sanitario. Fue director del Hospital de Pontevedra, cargo que dejó, aparentemente, por la colisión con los rectores políticos de aquellas dependencias, a los que había reclamado que no interfiriesen con el trabajo y la organización profesional del servicio. Igual que había aceptado el puesto, invirtiendo su sueldo en mejorar las instalaciones, se marchó al ver incumplido el pacto. «Parece que era un home de personalidade forte», dice Sobrino.
Aunque su charla se centró en el perfil profesional y científico de Otero Acevedo, Tomás Sobrino no evitará las otras facetas que dan cuerpo a la figura de este cesureño nacido en Buenos Aires. Otero Acevedo, como tantas personalidades de aquella época, se vio seducido por el espiritismo. Curiosamente, llegó a él a través de la ciencia: pasó algún tiempo en Italia, intentando saber —a través de la aplicación del método científico— qué había de verdad en la figura de una de las grandes videntes de la época. «O que veu alí debeouno de deixar bastante impresionado, non puido confirmar que o que facía aquela muller non fose de verdade», señala Sobrino.
Pero antes de interesarse por el más allá, el neurocientífico se preocupó por el mundo terrenal que lo rodeaba. En su etapa de estudiante refundó la tuna de Santiago de Compostela. Anticlerical declarado, participó en varios periódicos satíricos, Café con Gotas y Pero-Grullo, que tuvieron cortas vidas debido a sus incisivas críticas a la curia. En Pontecesures, fue uno de los promotores de la Feria del Automóvil de Ocasión que dio fama a la localidad, convirtiéndola —una vez más— en avanzadilla de la modernidad… Fue, en resumidas cuentas, un hombre culto, activo en muchos frentes y buen amigo de grandes figuras como Valle-Inclán o Pío Baroja. Un personaje que Pontecesures quiere, ahora, sacar de la sombra que, por alguna razón, se proyectó sobre él.
La Voz de Galicia