Al Carnaval extremeño le falta algo. Al Carnaval extremeño le falta una comida. En otras regiones es típico que, coincidiendo con estas fiestas, las pandillas se reúnan a comer una fabada, una menestra contundente o un cerdo asado. En Extremadura no existe esa tradición y convendría ir buscando un plato poderoso que caracterizara nuestro Carnaval: la caldereta, la chanfaina, el bacalao… Está el potaje, es verdad, pero se trata de un plato doméstico para comer en familia. Durante los 20 años que viví en Galicia, lo que más me gustaba del Carnaval era juntarme con los compañeros de trabajo a comer un cocido con la cabeza completa de un cerdo (cacheira) en una típica casa de comidas de A Estrada, o ir a tomar angulas y lamprea a Casa Emilio, en Catoira, o zamparnos un lacón con grelos en Casa Xosé de Valga. Mi plato favorito era la lamprea, el pez más feo y misterioso de la creación , que sube hasta el río Ulla en Carnaval desde el Mar de los Sargazos, se cocina a la bordelesa en su propia sangre y se sirve con arroz blanco y picatostes. Durante años fui jurado del certamen gastronómico de la lamprea en Pontecesures, donde coincidía con un hermano de Cela y una tía de Pepe Domingo Castaño. Me encantaba aquel exhibicionismo pantagruélico: probar dos docenas de lampreas delante de mil personas que aguardaban expectantes el veredicto. Luego estabas tres días a base de pescado cocido, pero merecía la pena. Deberíamos buscar un plato identitario y carnavalesco. Propongo uno: las coles. Son típicas de Arroyo de la Luz, llevan morcilla, tocino, chorizo, buche y coles para disimular. Están exquisitas y son muy nuestras.
Artículo «Al Carnaval extremeño le faltan coles» de J.R. Alonso de la Torre.
DIARIO HOY DE EXTREMADURA