Mientras toca, Cristina se abstrae, se aísla del mundo. Ni las risas ni los arrumacos de Álvaro consiguen distraerla.
Cristina, una talentosa pianista de siete años, ofrece conciertos para recaudar fondos con los que investigar la enfermedad de los huesos de cristal que padece Álvaro.
Cuando se sienta al piano, Cristina se mete dentro de sí misma, se sube a caballo de las notas musicales y deja que sus dedos vuelen sobre el teclado. Está tocando una composición de Kaczmarek. Es una pieza delicada y ondulante que, por momentos, crece en intensidad y rapidez hasta convertirse en casi un torbellino. Cuando se enfrenta a él, una expresión de serena concentración ilumina el rostro de la pianista. Resulta difícil creerlo, pero Cristina solo tiene siete años. Nos damos cuenta cuando la música cesa. Entonces observamos que viste como una niña de siete años, con un chándal intensamente rosa. Y que se peina como una niña de siete años, con dos largas coletas bailarinas de las que su hermano mayor le ha estado tirando mientras tocaba.
?l se llama Álvaro Costa. Es de Valga, tiene once años y es un valiente que ha aprendido a convivir con su fragilidad. Tiene la enfermedad de los huesos de cristal y debe extremar las precauciones en todos y cada uno de sus gestos. «Ao fútbol, por suposto, non podo xogar, pero ao ping-pong e ao bádminton si que xogo, e dáseme ben», dice con esa energía desbordante que lo llevará, seguro, a ser «xuíz do Tribunal Supremo, ou creador de videoxogos, ou creador de motos, ou sicólogo, ou masaxista…».
El mejor regalo para una madre
Álvaro también toca el piano. Hace años que ha dejado de ir a clases, pero teniendo a Cristina en casa es difícil desprenderse del tacto de las teclas. Los dos hermanos van a interpretar hoy juntos un par de piezas. Será en el auditorio de Ribadumia. Verlos sobre el escenario será «o mellor regalo para unha nai o día da nai», nos comenta el futuro juez mirando a los ojos a su madre. Begoña sonríe al oírlo. Y explica que el concierto es solidario. Y que todo el dinero que el público deposite en las huchas que se colocarán en la entrada del auditorio se destinará a la Asociación Huesos de Cristal, un colectivo que pretende hacerle la vida más fácil a familias como la de estos dos chavales. «En este tipo de enfermedades es muy importante la rehabilitación, y los tratamientos…», indica. Y no todo el mundo puede acceder a ellos.
El talento de Cristina pretende aportar un granito de arena para que se pueda seguir investigando, para que los tratamientos mejoren, para que todos los enfermos reciban la asistencia que Álvaro sí puede tener. El niño acude periódicamente al Hospital Universitario de Getafe, el centro de referencia en España para la enfermedad que padece. Y desde que está sometido a un tratamiento experimental, ha mejorado mucho. «Eu conto con non ter máis fracturas no resto da vida, é a esperanza que teño», dice con esa espontaneidad que lo caracteriza.
Cero nervios
No es este el primer concierto solidario que da Cristina. A finales de mayo ya se subió al escenario en el Hotel Puerta del Camino, en Santiago. Aún así, «es la primera vez que va a tocar delante de tanta gente», en un recinto como un auditorio. Estará nerviosa, aseveramos. Pero el rostro sereno de la joven pianista nos desmiente. «Para nada, está muy tranquila». Y eso que, durante la hora que dura el recital, no tendrá más ayuda que su memoria.
Un talento que dejó pasmados a los profesores de la escuela de música
«Non é por nada, pero eu sempre pensei que Cristina era un pouco superdotada». Álvaro es un orgulloso hermano mayor. ?l tuvo mucho que ver en el temprano descubrimiento de las dotes musicales de la niña. Iba a clases en la escuela municipal de música de Valga y, al volver a casa, se ponía al teclado para practicar lo que había aprendido. La niña, que cabalgaba entre los tres y los cuatro años, comenzó a imitarlo. «Primero se fijaba en cómo hacía él, y después lo repetía a la perfección».
La pequeña tenía talento, eso estaba claro. Aún estaba por descubrirse cuánto. Ocurrió en la escuela ubicada en el auditorio. «Un día, un profesor estaba tocando y la niña comenzó a identificar las notas». Una tras otra, sin fallar. Así supieron sus padres que tiene «oído absoluto», una habilidad que suele ir acompañada de una enorme memoria musical.
De esa memoria hará gala hoy, en Ribadumia, la pequeña Cristina. Tocará durante más de una hora sin mirar las partituras de piezas de Burgmüller, Diabelli, María Vacca, Haydn o Kaczmarek. El concierto le irá muy bien para empezar a acostumbrarse a actuar ante el gran público, que a buen seguro se quedará asombrado ante la calidad de sus interpretaciones.
No son estas fruto, simplemente, de un talento innato. Cristina dedica dos horas al día a perfeccionar su don, a vencer con técnica y ensayos las dificultades de tener, aún, unas manos demasiado pequeñas. Además, desde hace un tiempo estudia en el taller Tratalenca, en Santiago de Compostela, donde la profesora Esther Sobral le ayuda no solo a mejorar su técnica, sino también a mejorar su atención, su memoria musical… Dice Sobral que su alumna «en poco tiempo ha progresado a un ritmo más ágil del habitual». «Sus ganas de aprender y de mejorar hacen que el estudio ocupe una parte importante de su tiempo, y que esa dedicación sea muy grata para ella». Y es que «Cristina es niña, pero tiene un afán de mejorar y de hacer las cosas bien que ya quisieran muchos adultos: pone mucha voluntad en corregir y buscar el resultado que se le pide».
Testigos de excepción
De ello dan fe sus padres y sus tíos, que la oyen practicar incansablemente tarde tras tarde. El sonido del piano llena todos los rincones de la casa familiar de Valga. «Hace unas semanas estuvo unos días enferma y no pudo tocar… La verdad es que se hacía raro el silencio», nos cuenta Begoña, su madre.
Cristina escucha como se habla de ella en silencio, mientras corre tras un globo por todo el salón de la casa. Dicen que es muy tímida. Pero para hablar ya está Álvaro, jovial y dicharachero. Es él quien nos cuenta que comparte con su hermana muchas aficiones. «Gústannos ata os mesmos videoxogos», sentencia. Palabra de hermano mayor.
La Voz de Galicia