Durante tres meses y medio, los andamios y las restauradoras presidirán la iglesia de Setecoros.
Hace unos años, Setecoros (Valga) estaba lejos de todo. Pero entonces llegó Paulino Sánchez, el nuevo cura, que fue capaz de ver todo lo bello que se escondía bajo una densa capa de abandono. Armado con una voluntad de hierro, Don Paulino sedujo a los vecinos del lugar para limpiar el entorno de la iglesia, para plantar un olivar que pronto dará frutos y para abordar la recuperación del patrimonio parroquial, que es mucho y muy valioso. Hace unos meses, un restaurador curaba de parte de sus heridas a los dos capiteles tardorromanos que quedan en el interior de la iglesia y que, en silencio, dan testimonio de que Setecoros fue, en algún momento, un lugar muy importante. Ayer, otras dos restauradoras empezaron a trabajar en el templo. En sus manos está el retablo, una joya del barroco de una calidad que «sorprende encontrar en una iglesia de una zona rural como esta», según cuentan las expertas.
Carlota López y Begoña Freire estaban ayer subidas a los andamios que presidirán la iglesia durante, al menos, tres meses y medio. Han decidido apostar por el proyecto de Don Paulino pese a que este aún no ha logrado reunir los 33.500 euros que costará la operación. «Tenemos ya una parte importante del dinero, porque el Arzobispado y la Diputación colaboran, pero aún nos queda otra parte por conseguir», explica el cura. Ya está trabajando en ello, dice. De una carpeta extrae un díptico que será remitido a las empresas de Valga y a los vecinos de la parroquia. Muchos de esos documentos cruzarán además fronteras hasta llegar a manos de quienes han emigrado, pero que en la distancia mantienen vivos los vínculos con su tierra natal.
El mensaje que transporta el díptico es sencillo, claro, directo. En él se recuerda a todo el mundo que el retablo de San Salvador de Setecoros es una joya barroca, datada en el siglo XVIII, y aquejada por todos los achaques de la edad. Presenta problemas estructurales que «ocasionan fendas e deformacións», ha perdido «volúmenes e elementos decorativos», ha sufrido un «grave ataque por insectos xilófagos», y varias capas de pintura aplicadas a lo largo del tiempo cubren la policromía original. «Dos danos expostos, o máis perigoso é o abandono e o esquecemento. Evitalo depende de ti», dice a renglón seguido el escrito. «Precisamos da túa aportación para recuperar esta obra emblemática», concluye el documento, que está en fase de pruebas de imprenta.
Una pieza «muy especial»
El esfuerzo merece la pena, dice Don Paulino. «Esto es también una cuestión de egoísmo bien entendido, porque yo también tengo ganas de disfrutar del retablo en todo su esplendor». A través de los andamios de obra se perciben las magníficas tallas de una pieza que «algunos historiadores que han colaborado con nosotros han calificado como un canto a la vida», cuenta el sacerdote. Carlota López, a su lado, asiente. «La verdad es que es una pieza muy especial. Es barroco, pero un barroco muy poco habitual. Por ejemplo, las imágenes de los pájaros comiendo fruta que aparecen aquí solo están registradas en un par de casos más en Galicia, y lo mismo se puede decir de las imágenes de las sirenas», que asoman tanto en la parte baja del retablo como en la más alta. «El conjunto tiene una serie de originalidades que lo hacen casi exclusivo», dice Don Paulino, dándose licencia para presumir (un poco).
«La imagen del conjunto va a cambiar por completo», advierte Carlota López. Y es que el grueso del trabajo de restauración va a consistir en retirar las capas de pintura que, a lo largo de los años, se han ido aplicando a las piezas y que, en general, parecen no tener mucho que ver con los colores originales. «Por ejemplo, todos los dorados que se ven ahora son relativamente modernos. Y ni siquiera son dorados de verdad, son purpurinas», señala la restauradora.
Pero antes de ponerse a retirar amorosamente todas las capas superpuestas, el equipo de restauradores de la empresa Artegal tendrá que desmontar todo el retablo, pieza a pieza, para arreglar las huellas que la humedad, las termitas e algunas intervenciones más o menos afortunadas, han dejado en este conjunto patrimonial. «En general, se ve que la comunidad se preocupó siempre de mantenerlo en buenas condiciones, pero algunos de los tratamientos, aunque se hicieron con la mejor de las intenciones, no fueron afortunados», explican las restauradoras.
Las dejamos trabajando. Iniciando un viaje en el que estarán acompañadas en todo momento por los vecinos de la parroquia. «El retablo para ellos es muy importante, sobre todo para la gente de más edad», señalaba Don Paulino. Así que todos están ilusionados con el proyecto que acaba de arrancar. De hecho, «ya estamos pensando en que, en cuanto acabemos con esto, habrá que abordar la recuperación de la nave de la iglesia», avanza el cura párroco.
Renovación en el cementerio
Pero vayamos poco a poco, porque Setecoros tiene por delante meses de mucha actividad. Mientras en el interior de la iglesia Artegal convierte el altar «en una mesa de trabajo, parecida a la mesa de un carpintero», en el exterior del templo se acometerá otro proyecto encaminado a mejorar el cementerio. El suelo está lleno de desniveles que hay que allanar y los cierres del recinto necesitan un buen lavado de cara. «Esta obra la pagan los propios beneficiarios», explica Don Paulino. Y sonríe. Porque el pequeño milagro de Setecoros es posible, dice, «porque la gente está tomando conciencia de que tiene poder para cambiar cosas».
La Voz de Galicia