La lamprea y la regla de los siete años

Entre febrero y marzo, las chupa pedras se convierten en tema de debate por su escasez

En 1925, el término municipal de Valga se extendía desde el límite con Caldas hasta el río Ulla, en la frontera con Padrón. Pero ese año, las fuerzas vivas de Pontecesures, el núcleo más dinámico y urbano del municipio, donde vivía la burguesía, donde más dinero se movía y el comercio parecía más boyante, consiguieron un objetivo largamente acariciado: independizarse de Valga y crear un nuevo concello.

Situado en la desembocadura del Ulla, Pontecesures se convirtió pronto en la capital de la lamprea y en el 75 aniversario de su independencia, celebró una Festa da Lamprea impresionante en la que, además de repartirse 900 raciones del pescado más misterioso y literario, hubo conferencias en las que se dejó claro que la lamprea está envuelta en un aura de secretismo muy especial: de ella se sabe casi todo mientras está en el río, pero se sabe muy poco de su vida mar adentro, en las profundidades oceánicas.

En aquellas jornadas sobre la lamprea, el cocinero Moncho Vilas reconoció que había intentado congelarla e incluso se había llegado a hacer conserva con ella, pero sentenció: «Con la lamprea, el único experimento posible es asustar a los niños. Lo demás son ganas de enredar». Sin embargo, en el año 2001, fui jurado del I Certame Culinario da Lamprea á Bordelesa y recuerdo que se presentaron algunas experimentales: esta con su arroz, aquella con sus picatostes, la había con guisantes y la probé aceitosa, en su punto, blanda, dura y en sazón. Así hasta ocho lampreas acompañadas de buen vino tinto. Aunque lo mío no fue nada comparado con la experiencia de David García Sexto, un procurador de Pontecesures que también estaba en el jurado y aseguraba haberse zampado en dos meses y medio 40 lampreas.

Cada año, a mediados de febrero, principios de marzo, la lamprea se convierte en tema de debate y polémica. Normalmente, las diatribas giran en torno a la carestía de ejemplares. Es una cuestión que solo atañe a Galicia y al norte de Portugal. En el resto de la Península, solo los muy entendidos saben de qué hablamos cuando nos referimos a la lamprea, un animal más antiguo que los dinosaurios, que en Portugal recibe el nombre de reina del invierno, chupa piedras (proviene de Grecia), o flauta de siete ojos.

Esta temporada, la preocupación es más grave porque en Pontecesures dudan incluso de que haya lampreas suficientes para organizar la fiesta. No hay lampreas ni en el Ulla ni en el Miño y las pocas que se pescan están a 80 euros, aunque hay restaurantes de Madrid que las pagan a más de 100.

En Portugal, apuntan que la campaña de la lamprea viene este año un tanto retrasada y solo a finales de febrero ha empezado a haber capturas, pero sin pasarse. Al otro lado de la frontera culpan de la escasez a la regla de los siete años, que viene a decir que cada siete años, toca uno de escasez. Y ahora toca: 2023. Como apoyatura empírica, recuerdan en Portugal que 2016 también fue año de poca lamprea.

En Portugal, ya en la Edad Media, cuando Portugal era solo un condado cristiano del norte peninsular, se establecían privilegios y prohibiciones para su captura. Camôes escribía en sus rimas líricas que la lamprea habitaba «por entre as pedras, sob a clara água dos rios portugueses». Y Eça de Queirós recoge en su libro A cidade e as serras una receta del escabeche de lamprea.

Uno de los lugares de más tradición en esto de la lamprea era Casa Xosé de Valga. Allí, en la recta interminable que une Valga con Pontecesures, María Fernández y Xosé Devesa servían comidas deliciosas. A Casa Xosé venían desde Luarca a comer la lamprea. En alguna ocasión enviaron lampreas guisadas o en empanada en un taxi hasta Zaragoza Madrid en aquellos tiempos en los que no había Seur ni Amazon. María aseguraba que lo fundamental en el guiso de lamprea «es el buen vino, el buen aceite, bastante ajo y cebolla, que la lamprea lo pide, luego el arroz blanco y claro, los secretitos que le pongo». Por Casa Xosé pasaban ministros y conselleiros. Álvaro Cunqueiro y José María Castroviejo siempre paraban a probarla. Y hasta Manolo Escobar, cada vez que iba a actuar a la vecina discoteca Chanteclair.

En Catoira, era famosa la lamprea de Casa Suso. El cantante Víctor Manuel iba a comerla a este restaurante cuando rodaba en la playa de A Lanzada Divinas palabras y recomendaba el local a sus amigos músicos y faranduleros. Cunqueiro, además de comerla en Casa Xosé, la tomaba en Caldas, acompañado siempre por César Torres, un caldense que ejercía de director de la Mutua General de Seguros en Vigo.

En 1995, otro año maldito según la regla portuguesa de los siete años, los pescadores del Ulla se quejaban de que la contaminación «está a acabar co peixe. Hai anos, había días nos que entraban 300 lampreas, hoxe, é raro que algún día collamos 50». En 1995, solo resistían en la desembocadura del Ulla las truchas y las lampreas. Habían desaparecido las angulas, los salmones y los sábalos. Ahora, también escasean las lampreas. Ojalá se deba simplemente a la maldición de los siete años y durante el próximo año, retornen.

J.L. Alonso de la Torre. «El Callejón del Viento»

La Voz de Galicia

Choca con un coche mientras hacía trompos de madrugada en las proximidades de Chanteclair.

La Guardia Civil practicó una prueba de alcoholemia al conductor

A la una de la madrugada de este domingo, los vecinos que viven en e límite entre Pontecesures y Valga, cerca del punto en el que está ubicada la discoteca Chanteclair, se llevaron un buen susto: un vehículo colisionó con otro coche que se encontraba estacionado. El suceso se saldó sin heridos, aunque sí hubo daños materiales. Al piloto que causó el siniestro puede que lo ocurrido le salga caro. Según apuntaban ayer diversas fuentes, la persona que pilotaba el vehículo estaba realizando trompos en el momento en el que perdió el control del coche y colisionó con el otro vehículo. A esa conducción poco responsable podrían sumarse aún otros agravantes, ya que al temerario piloto se le practicó en el lugar de los hechos una prueba de alcoholemia cuyo resultado no ha trascendido aún.

El suceso se produjo alrededor de la una de la madrugada, en una carretera secundaria que parte de una rotonda de la N-550 y que separa los municipios de Valga y Pontecesures.

La Voz de Galicia

Vuelve Chanteclair a lo grande el 16 de octubre con Omar Montes.

Es octubre y vuelven las discotecas. Dos noticias emocionantes. Lo de octubre es normal, repetitivo, forma parte de un ciclo. Octubre es un mes muy lírico, las temperaturas y la lluvia animan a quedarse en casa, hay menos horas de luz solar y uno tiene más ganas de leer libros, de escuchar baladas lánguidas y sonatas clásicas, en fin, moñadas, diría un treintañero, pero, aunque suene a antiguo y a romántico, es así: octubre invita a disfrutar con poemas y con músicas evocadoras, sea una sonata de Chopin, sea el Bailar pegados de Sergio Dalma.

¿Bailar pegados? Sí, en octubre podremos volver a bailar pegados porque regresan las discotecas. Esa balada romanticona y almibarada de Sergio Dalma es ya un clásico. Tanto que ya a finales de los 80 se escuchaba en Zao, en Salem, en Tótem, en Musgo, en Chanteclair y en La Luna. Esas discotecas inscritas a sangre, fuego, pasión y cubatas en la memoria sentimental de O Salnés, donde, cuando se escuchaba la voz resquebrajada de Dalma, la pista se llenaba de parejas expectantes ante lo que podrían dar de sí los acordes de aquella canción: sabían cómo empezaba la pieza, pero no cómo acabaría aquello, si ya no volverían a despegarse. ¿Piezas? Sí, las canciones se llamaban piezas. Si Casablanca se hubiera rodado en Chanteclair de Pontecesures en lugar de en el Rick’s Café de Casablanca, el ruego al pianista habría sido de otra manera: «Toca otra pieza, vocalista». ¡Qué nombre más bonito para referirse al cantante: vocalista!Thanks for watching!.

En Chanteclair, no se rodaban películas, pero se celebraban unos concursos de mises dirigidos por un señor que no era americano ni se llamaba Bogart, sino que era de Lugo y respondía al nombre artístico de Pepe Garalba. Aquellos certámenes de fin de semana eran un ejercicio que hoy hubiera acabado con media discoteca denunciada por machismo. Se elegía a Miss Simpatía, a Miss Fotogenia, a Miss Piernas Bonitas, a Miss Chanteclair y, mi favorita, Miss Cacaolat, que recibía un lote de productos chocolateados de manos del representante de la marca Cacaolat en la comarca.

Los reporteros de La Voz íbamos por allí a hacer reportajes alucinantes y alucinados porque pasaban cosas increíbles que ya he contado como ver a Manolo Escobar cenando un bocatamortadela a las tres de la madrugada o ser invitado a formar parte del jurado para elegir las mises, cosa que siempre rechazábamos porque una cosa era contar el humillante concurso y otra participar en algo que nos parecía aborrecible.

No sé, pensándolo bien, igual éramos unos hipócritas incoherentes que disfrutábamos contando la noche de mises, pero luego resulta que no estábamos de acuerdo con lo que allí pasaba. Cosas de los 80, aunque bien cierto es que el último año que se eligieron mises en Vilagarcía, critiqué el festejo ácidamente y resultó que una de las reinas de la belleza era hija de un compañero de trabajo. El colega en cuestión dejó de hablarme durante el resto del año.

Pero habíamos quedado en que estábamos bailando pegados en la pista, evocando aquellas discotecas de hace 40 años, que perduran y vuelven a abrir este mes. Discotecas gallegas, un fenómeno extraordinario que atraía la atención de los medios nacionales en aquellos años, cuando había dos rutas de la marcha muy singulares y llamativas: La Ruta del Bakalao en Valencia y La Ruta de las Discos Rurales en Galicia.

Al principio, los medios de Madrid no acababan de ver claro ese mundo galaico de discotecas situadas en medio de la nada, en el campo, rodeadas de un inmenso aparcamiento al que llegaban decenas de autobuses, que recorrían las aldeas más perdidas a la hora del café, para llevar a marchosos maduros a la discoteca La Luna, o a la hora de la merienda, para llevar a marchosos muy jóvenes a la discoteca Chanteclair. Me costó convencer a la redactora jefa de El Semanal para que me encargara un reportaje sobre La Luna. Al final, accedió y al leerlo se quedó muy sorprendida ante aquel fenómeno social que únicamente se daba con tanta fuerza por aquí. Solo puso un pero: no le gustaba demasiado que contara y fotografiáramos un cartel que había en la carretera, enfrente de la puerta de La Luna, anunciando una chatarrería con grandes letras: El Desguace. Le parecía un recurso más cruel que irónico, pero coló.

La Luna está en obras y reabrirá en noviembreChanteclair abrirá el sábado 16 de octubre con Omar Montes como invitado estelar. Es una inauguración con mensaje y simbología, algo parecido al «Decíamos ayer» con que iniciaron sus clases Fray Luis de León y el Viejo Profesor Enrique Tierno Galván en la Universidad de Salamanca tras haber sido expulsados de ella años atrás. Omar Montes iba a actuar en Chanteclair el día que España fue confinada y volverá para continuar donde lo dejó: «Cantábamos ayer».

El gran empresario de Chanteclair, Manolo Besada, anuncia que la discoteca, además de contar con el conocido cantante, prepara un fiestón de reapertura en el que también estarán DJ Goro o Marcos Magán. El reestreno será a lo grande, como en los viejos tiempos, con diez líneas de autobuses para llegar a la discoteca. Y en La Luna, él volverá a dirigirse a ella con un tímido: «¿Bailas?». Y se pegarán. ¡Gracias, Sergio Dalma!

La Voz de Galicia

Festa dos Ovos con Chourizo/ Festa da Lamprea

Lo del chourizo como plato estrella de una fiesta gastronómica tuvo su momento álgido hace muchos años. Fue en 1992 cuando se inventó en Cesures la Festa dos Ovos con Chourizo. El año anterior, Piñeiro Ares, inefable alcalde cesureño, polemizó con Jesús Villamor, alcalde de Padrón, al organizar unas fiestas de Pascua al tiempo que las populares y ancestrales fiestas de Pascua padronesas. Saltaron chispas y en 1992, Piñeiro dejó el invento pascual y se inventó una movida gastronómica que hizo correr ríos de tinta y dio mucho juego periodístico.

En concreto, unos días antes del domingo festivo de Padrón, organizó quince días de festejos que culminaron con la I Festa dos Ovos con Chourizo, que, además de la degustación gratuita de tan contundente plato, contó con la presencia estelar de Marianico el Corto. Aquella mezcla castiza y cañí provocó críticas, debates, vergüenzas y artículos de fondo, máxime cuando el alcalde Piñeiro ya había irritado a medio Salnés con la contratación festiva de Regina dos Santos, un mito erótico del patriarcado machista cuando nadie hablaba de ese tema.

Como Piñeiro Ares era genio y figura, la Festa dos Ovos con Chourizo no estuvo exenta de polémica. Si el año anterior la pelea había sido con Padrón, en 1992 la disputa fue con Valga. La chispa brotó cuando los feriantes, que costeaban buena parte del programa festivo, instalaron algunas de sus barracas en los muelles dentro de un terreno propiedad del Ayuntamiento de Valga. Una vez llegado a un principio de acuerdo con el concello colindante, los feriantes rompieron el pacto de manera unilateral y, ya que no podían invadir Valga, forzaron una represalia simbólica: la comisión del huevo y el chorizo excluyó del programa de fiestas al grupo de gaitas y danzas de Valga.

Piñeiro Ares era todo un personaje. Lo recuerdo en Fexdega, acompañando a Fernández Albor durante su paseo de inauguración, pero corriendo apresurado para instalarse en el stand de Pontecesures, preparado para dedicarle su último libro a don Xerardo. Otra vez lo vi en la discoteca Chanteclair, cuyo memorable eslogan publicitario era «¿Te trisca la idea?». Aquella noche actuaba Manolo Escobar en la disco, pero no acababa de salir al escenario porque no le pagaban. Ajeno a la polémica, José Piñeiro paseaba por Chanteclair meditabundo y solitario, parecía a la espera de que una idea le triscara. Quizás fue ahí donde maquinó lo de los ovos con chourizo, que se sustanciaron esa primavera.

Cuando Piñeiro perdió la alcaldía y la ocupó el BNG, se potenció la Festa da Lamprea y se olvidaron los huevos. De esa fiesta fui jurado. Nunca lo olvidaré. En la plaza del pueblo, sobre un estrado, el hermano de Camilo José Cela, la tía de Pepe Domingo Castaño, el periodista Diego Bernal y un servidor. Delante, todo Cesures sentado en sillas y atendiendo a cada uno de nuestros gestos mientras probábamos una docena de lampreas preparadas por amas de casa del pueblo. Tras elegir la mejor, nos invitaron a cenar… lamprea. No me sentó mal, pero al día siguiente solo comí un yogur. Es lo que tienen las fiestas gastronómicas.

J.R. Alonso de la Torre. LA VOZ DE GALICIA

El «Fluvial Festival» convertirá la playa de Vilarello en una gran romería con pista de baile nocturna.

El Concello de Valga anuncia que la playa de Vilarello será escenario el día 14 de la primera edición del «Fluvial Festival». Lo presenta como «un evento dirigido a todos los públicos, con romería durante el día y actuaciones musicales por la noche». Parece que se instalarán «food trucks» con distintos tipos de comida, además de pulpería y barra de bebidas. Además habrá sesión vermú, con una discoteca móvil y música en directo. Todo ello por un precio de 3 euros en horario de 10.00 a 18.00 horas, permitiéndose el acceso gratuito a los menores de 12 años que acudan acompañados de un adulto. Entre las 20.00 y las 05.00 horas habrá actuaciones musicales a cargo de Djs como Groove Amigos, Prieto, Carlos Pintor, Carlos López y Kike Varela.

Faro de Vigo

Camela esta noche en Chanteclair.

No te pierdas el Concierto 25 ANIVERSARIO de Camela en la discoteca Chanteclair de Pontecesures

Acerca de este evento

Siempre que oímos nombrar a CAMELA nos asaltan recuerdos de ese grupo que se hizo famoso casi sin querer, a todos nos vienen a la memoria melodías inconfundibles que tienen el sello de este magnífico grupo que un día nos sorprendió con sus canciones y sus ritmos. Marcaron y siguen marcando, la diferencia con un estilo inconfundible que sólo pertenece a ellos.

Ahora CAMELA nos presenta su nuevo disco titulado «REBOBINANDO» repleto de sorpresas y acercamientos a otras músicas sin perder por ello su estilo y su personalidad. Este acercamiento se debe principalmente a la elección de los artistas que colaboran en el disco celebrando el 25 aniversario de los inicios del proyecto.

Chanteclair