Chanteclair y los 35 años de un clásico reinventado.

Empezó como un sueño. El sueño de Jaime Besada, un vecino de Poio que a finales de los años setenta se empeñó en abrir una sala de fiestas. No le resultó muy difícil contagiar su entusiasmo a su hermano Manuel, otro apasionado de la música. Y a sus cuñados José Villanueva y Juan Sousa. Los cuatro unieron fuerzas y alumbraron, en 1979, la sala de fiestas Chanteclair. Han pasado 35 años. Treinta y cinco motivos para organizar una fiesta como la que se celebrará hoy en el edificio con forma de cajón de guitarra de Pontecesures.

Cuando caiga la noche, abrirá fuego la orquesta Jerusalén, que abrirá camino para El Combo Dominicano. Tras esta actuación, la música seguirá hasta que cante el gallo de la mano del dj residente Álex Sas y del invitado Marcos Magán. Todos ellos pondrán la banda sonora a una velada que es doblemente especial. Porque, además de celebrar los 35 años de historia de Chanteclair, también se celebra la vuelta a la dirección de quienes fundaron la sala de fiestas y de sus hijos.

Ahora son el veterano Manuel y el joven Josechu Villanueva los que llevan el peso de dirigir una sala del tamaño, la fama y la historia de Chanteclair. Su objetivo es recuperar la senda que siguió el local hasta el año 2000, cuando decidieron alquilarla. «Pero los inquilinos no la cuidaban», cuenta Manuel. Así que decidieron volver a tomar posesión de este templo de la música y el ocio nocturno, por el que a lo largo de casi cuatro décadas han pasado cientos de artistas. «El que tuvo más éxito fue Juan Pardo», dice Manuel haciendo memoria. Pero hay muchos otros nombres que recordar. Los Pecos, Albano, Tequila, Rocío Dúrcal, Manolo Escobar, Enrique y Ana o Los Marismeños fueron algunas de las estrellas que iluminaron este local . «Antes no había demasiados recintos adecuados para hacer grandes actuaciones», apunta Josechu.

Bailando al calor de estas músicas nacieron muchas historias de amor. Y es que una de las claves del éxito de la discoteca es «el sitio donde está», justo donde Pontecesures linda con Valga. «Habíamos mirado otros lugares. En Padrón, y en Valga, pero no llegamos a acuerdos. Y fue mejor para nosotros». Los 2.000 metros cuadrados de Chanteclair están a medio camino de todos lados. Así que hasta ella llegaban clientes llegados desde el Barbanza, desde Negreira, desde todos los rincones de la provincia de Pontevedra… «Y saliron de allí muchísimas parejas. Hay muchos matrimonios de gente de Rianxo con gente de A Estrada que se conocieron aquí».

Si el lugar elegido para abrir la sala de fiestas fue un acierto, otro tanto se pude decir del sistema de autobuses que se puso a disposición de los clientes. Diez líneas -todas ellas reflotadas ahora con la reentrada de la dirección original- «recorrían todos los rincones y corredoiras de cincuenta kilómetros a la redonda» para que nadie se tuviese que quedar en casa. Josechu confía en que la idea, revolucionaria en su día, vuelva a funcionar ahora. Y es que la intención de los propietarios es que el canto del gallo más marchoso de toda Galicia vuelva a sonar con fuerza en la noche.

De momento, todos son buenos augurios. «Se nota que los jóvenes tienen ganas de bailar, de volver a disfrutar bailando», recalca Josechu Villanueva, que ayer trabajaba a reo para que esta noche todo salga a pedir de boca. «La música en directo es un puntazo, no debería acabarse nunca. Hubo unos años en los que parecía que se había terminado, pero la gente vuelve a tener ganas de ella». Y para eso está Chanteclair, una sala de fiestas que tomó su nombre de un cabaré de Beirut. «Al principio, el alcalde de Pontecesures nos sugirió que le llamásemos La Bella Otero. Pero entonces la mujer tenía muy mala fama por aquí, y pensamos que a lo mejor llamarle así al local causaba alguna confusión».

Así que dejaron a un lado a Carolina Otero y apostaron por el gallo cantor cuya imagen está grabada en la retina de generaciones enteras de gallegos. Y lo que queda por llegar. Porque, si algo está claro, es que Chanteclair es uno de esos clásicos que nunca mueren.

La Voz de Galicia

El gallo que canta en Pontecesures.

Si hubiese cuajado la primera propuesta, Carolina Otero sería hoy una mujer mucho más conocida en Galicia, pero los cuatro socios que sacaron adelante el proyecto de abrir una sala de fiestas en Pontecesures, hace 35 años, se percataron, por los comentarios escuchados, que llamarle La Bella Otero podría dar lugar a equívocos, polémicas y controversias, y descartaron la idea de su exalcalde José Piñeiro Ares.

Tampoco su ubicación fue la que habían estudiado inicialmente, porque de haberse decidido por la primera, estaría a un paso de la casa Museo de Rosalía de Castro, en Padrón, pero no llegaron a un acuerdo con el dueño del terreno. Ni la segunda, porque el solar elegido se encontraba en terrenos de Pontecesures y Valga, con el consiguiente riesgo que supondría de verse en la obligación a cumplir dos ordenanzas que podrían ser contrapuestas.

«No voy a sacar mi chaqueta para dársela al vecino», le dijo el secretario de uno de los concellos a los hermanos Manuel y Jaime Besada y a sus cuñados José Villanueva y Juan Sousa, los promotores de la iniciativa.

Apertura. Se decidieron por Pontecesures, y en diciembre de 1978 cortaron los pinos de la finca que habían adquirido. Contrataron a un capataz jubilado, la obra comenzó en enero de 1979, trabajaron de la mañana a la noche, empresas especializadas se encargaron de la decoración, la instalación eléctrica, el sonido y los interiores, y lograron que octubre abriese sus puertas.

Era una época de expansión marcada por la inauguración de La Condesa, en Caldas de Reis, Dafnis y Cloe (Poio), Saturday (Vilaboa), Canelas (Portonovo) y Brais (actualmente La Luna), en San Vicente de Cerponzóns.

Con la forma del cajón de una guitarra, 2.000 metros cuadrados de superficie, cuatro barras y dos niveles, la sala de fiestas Chanteclair hacía su irrupción en el panorama de la diversión galaica. Se consumían barriles de vino tinto, callos y pulpo mientras actuaban las orquestas. Era el reflejo de una idiosincrasia que iba a experimentar una rápida transformación.

La respuesta superó las mejores expectativas de sus propietarios, Una flota de 23 autobuses recorría buena parte de las provincias de Pontevedra y A Coruña trasportando a los clientes y evitándoles el trance de conducir por unas sinuosas y empinadas carreteras a quienes tenían un coche, que en aquella época eran los menos, y no pocas veces tuvieron que pagar un taxi y acompañar a alguna chica que se despistó en los baños y darle explicaciones a sus padres.

Además de evitar el riesgo que supondría conducir después de una noche de marcha y algunas copas en el cuerpo, el transporte colectivo también permitió a no pocos aprender algo de geografía y darles la oportunidad de prolongar las relaciones nacidas entre baile y baile.

El trato a los clientes fue un pilar fundamental, junto con la originalidad de sus campañas publicitarias, para lograr que todos los fines de semana pasasen por la sala en torno a 4.000 personas. Un reclamo inédito hasta entonces, y que no ofreció ninguna otra, fueron los sorteos de viajes en helicóptero, desde la explanada situada delante de la discoteca hasta Santiago, o el de coches.

Los camareros se limitaban a recoger vasos y botellas porque les resultaba imposible desplazarse por la sala con las consumiciones sobre las bandejas. Más de 40 personas tenían empleo durante los fines de semana en Chanteclaire, que llegó a contar con una parada de taxis propia, y cuyo tirón fue aprovechado para abrir bares en sus cercanías.

Pero la propuesta que refleja el carácter familiar que quisieron darle fueron los sorteos de viajes que se celebraban todos los fines de semana y que los agraciados compartían con algunos de los dueños de Chanteclair, que también tenían que hacer de tutores, porque alguno de ellos era menor de edad. La fortuna permitió a 648 clientes conocer Tenerife, Mallorca, O Algarve, la Costa Brava o Benidorm, destinos que parecían entonces lejanos y exóticos.

En 1992, la sala fue dotada del último modelo de rayo láser, poco después de que hubiera sido presentado en la Expo de Sevilla. Alcanzaba una altura de seis kilómetros y podría verse a 20 kilómetros de distancia.

Chanteclair también fue el escenario de acontecimientos inéditos en una discoteca, entre ellos el Enterro da Lamprea, para el que fueron contratadas 200 lloronas de Cangas y Marín, demostrando que era posible compaginar la diversión con la promoción de un producto de la localidad y una seña de identidad cultural.

Los Pecos. Albano, Tequila, Rocío Dúrcal, Manolo Escobar, Enrique y Ana, Los Marismeños o Los Pecos cantaron en Pontecesures, y por la sala de fiestas también se dejaron Camilo José Cela y los expresidentes de la Xunta Manuel Fraga y Gerardo Fernández Albor.

Cuando Fidel Castro visitó Galicia, una cuña publicitaria recordaba en la radio que Fraga ya sabía qué era Chanteclaire, cuyas puertas estaban abiertas por si quería invitar al comandante a un cubalibre en Pontecesures.

Cerradas las grandes salas de fiestas, y tras un breve paréntesis, uno de los socios fundadores, Manuel Besada, y Josecho Villanueva, hijo de otro de los pioneros, José, se pusieron al frente para que la fiesta continúe con la fórmula de siempre: grandes orquestas y sesiones de discoteca. El viernes, día 5, comenzará una nueva etapa, con El Combo Dominicano, la orquesta Jerusalén y los DJ Marcos Magán y Alex Sas como protagonistas.

Diario de Arousa

Encuentran en Pontecesures el coche robado al cura de Padrón.

El coche robado al cura de Padrón tras el asalto a la casa rectoral de Cruces ya ha sido localizado. Ha aparecido en el municipio pontevedrés de Pontecesures, detrás de la discoteca «Maty», muy conocida en la zona y que se encuentra en pleno casco urbano. El vehículo, un Peugeot 207 blanco, matrícula 6060-GWH, se encuentra en buen estado y está siendo examinado por expertos de la Guardia Civil. Las fuerzas de seguridad habían lanzado a través de Twitter un mensaje a los ciudadanos para poder hallar el vehículo. El coche era buscado desde el pasado lunes cuando ocurrió el asalto en el que murió la asistenta del párroco.

El cura sospecha que los atracadores era conocidos.

Cada vez cobra más fuerza la idea de que alguno de los asaltantes de la casa rectoral de Cruces, en Padrón, quizás el que iba encapuchado, era conocido en la zona y, por tanto, sabía cuál era la situación de la vivienda en la que residían el párroco y su asistenta, y también que pocos días antes hubo una entrada de dinero en la parroquia a raíz de la celebración de una romería anual.

El propia cura, Ramón Barral, también está convencido de ello, tal y como declaró, pese a que en principio dijo no reconocer a ninguno de los dos asaltantes que iban a cara descubierta.

En Padrón también se habla de que los tres asaltantes «tiñan que ser uns animais», para hacer lo que hicieron con dos personas de edad que viven solas, hasta el punto de que se preguntan si era necesaria utilizar la violencia que, finalmente, acabó con la vida de la asistenta, por asfixia, según confirmó la autopsia. Lo cierto es que, al parecer, dos de los ladrones eran de complexión fuerte. No usaron guantes y hablaban español, pero uno con un «acento raro».

Ahora, los investigadores de la Policía Judicial de la Guardia Civil trabajan en la identificación de los tres asaltantes para tratar de dar con ellos y ponerlos a disposición de la Justicia. Vecinos de la zona estaban convencidos ayer de que los asaltantes no pudieron ir muy lejos.

La Voz de Galicia

Accidente de tráfico en Tarroeira.

El siniestro fue  primera hora de la tarde. Ocurrió en la carretera nacional 550, a la altura del lugar de Tarroeira, que es donde se encuentra la rotonda conocida por su proximidad a la discoteca Chanteclair.

El Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) de Valga actuó en el operativo y explica que el coche se salió de la vía por el margen derecho, impactando posteriormente contra el muro de una casa.

Faro de Vigo