Once padexeiros do Náutico de Pontecesures van aos nacionais de inverno.

O río Guadalquivir recupera esta fin de semana a actividade estatal de piragüismo. Tras un 2020 en branco pola pandemia de covid-19, cos padexeiros galegos podendo competir no calendario reducido que si programou a Federación Galega, o Campeonato de España de Invierno vive en Sevilla a súa atípica quinquaxésima primeira edición. A que tivo que ser suspendida doce meses atrás coincidindo co inicio do primeiro estado de alarma e o confinamento domiciliario decretado polo goberno de Pedro Sánchez.

Agora, cun estrito protocolo anti covid-19 e sen acceso máis cos deportistas, técnicos e árbitros, a primeira cita estatal en ano e medio contará coa participación de 792 padexeiros de 113 clubs. Deles, 243 e 30 galegos, respectivamente. E destes, un de cada cinco piragüistas desprazados desde a banda sur da ría de Arousa.

En total, son 47 os padexeiros que defenderán as cores das Torres-Romaría Vikinga de Catoira (13 canoístas e kayakistas), do Breogán do Grove (12), do Náutico Pontecesures (11), do Piragüismo Illa de Arousa (6) e do Náutico O Muíño de Ribadumia (5). Todos eles partiron entre onte e hoxe cara Sevilla, onde mañá pola mañá arrincará o Campionato de España de Inverno.

La Voz de Galicia

«¡Que nos levanten este arresto!», grito unánime en Pontecesures.

Resignación y desánimo por el cierre de Pontecesures.

«La mayor parte de los contagiados viven en otras localidades aunque estén censados en el pueblo», razonan.

Yoselin Beltré sella boletos de lotería en el bar Carabela.

Los vecinos de Pontecesures no dan crédito al cierre perimetral impuesto por el comité clínico, incluso podría decirse que están indignados porque bastan cinco positivos para que la situación perdure en el tiempo. En estos momentos son ocho los enfermos de COVID pero, afirman, «aunque figuran en el censo municipal, casi ninguno vive aquí, sino en Santiago, en Padrón..»

Todos se conocen en la localidad, incluso a los dos contagiados que residen «en una aldea limítrofe con A Estrada», es decir a varios kilómetros del núcleo urbano. Pero el pueblo amanecía desierto y así se mantuvo durante casi todo el día dibujado por persianas bajadas, terrazas recogidas y muchos avisos de restaurantes de que se sirven cafés o comida a domicilio.

Es su salvaconducto económico. En el mercado de abastos, el ambiente fue casi nulo durante toda la mañana y al mediodía el puesto de Maricarmen Batalla mostraba cajas llenas de pescadilla, chopo, doradas y rapantes de la lonja de Ribeira.

«Desde que abrimos calculo que habrán entrado en la plaza unas 10 o 15 personas y, por tanto, apenas vendí nada y todo lo que hay aquí hay que tirarlo si no se vende este fin de semana» lamentaba la conocida pescantina cesureña, una de las más afamadas cocineras de lamprea de la localidad.

Sobre su mostrador estima que hay producto por importe de 800 o 900 € «que arriesgamos cada fin de semana si no se vende» pues son productos rápidamente perecederos.

La acompañaban en el pasillo del mercado sus dos hijos que también lamentaban que Ponteceusures se encuentre en esta situación de cierre, sobre todo por la proximidad de las fiestas de San José y San Lázaro, la época que tendría que ser de mayor movimiento del trimestre por la afamada lamprea cuya exaltación se celebraba en este mes.

Una preocupación que se extiende también a otros locales de hostelería, cuyos propietarios se resignan a «vender un par de sabrosas piezas cocinadas» para familias que quieran degustarla en sus casas.

Es el caso de Yoselín Beltré, responsable del bar «Carabela», uno de los más antiguos del pueblo y que antes regentaban sus suegros. «Tengo abierto porque sellamos lotería y de paso, intento vender unos cafés para llevar o alguna comida para casa», relata con cierto pesimismo.

«Ya llevamos un año al límite y tengo dos hijos a los que hay que alimentar por lo que no queda otro remedio que buscar algún ingreso», razona a la vez que reconoce que si antes vendía 40 o 50 cafés por la mañana, ahora son cinco o seis, por lo que sus ingresos se han reducido a la mínima expresión.

Una preocupación que también se observa en otros ambientes desvinculados de la hostelería. «En los bares no tienen la culpa, porque las medidas higiénicas son máximas» explicaba uno de los operarios de la empresa «Prace» de Tomiño que participa en la mejora de la enorme plaza que se rehabilita frente al Ulla.

Los cuatro empleados aprovecharon el descanso de mediodía para comer el menú que le cocinaron en un restaurante próximo pero que tuvieron que consumir en la vía pública pues los comedores están cerrados.

«Desde que empezó la obra siempre recurrimos a los bares de Pontecesures porque es un sector que lo está pasando muy mal», sostienen al unísono.

Confían todos los consultados en que el cierre. «se prolongue lo mínimo posible» y piden al alcalde, Vidal Seage, que sea más exigente con las autoridades «para que esta situación no se convierta en una rutina».

«Esto es una ruína absoluta» , lamenta Carmen Batalla en su puesto de la pequeña plaza de abastos y que admite que se las ingenia para salir adelante día a día.

«Ahora vendemos lamprea a domicilio y la llevamos cocinada a donde sea, a Noia, a Santiago…» porque sino tendría que acabar de nuevo en el Ulla. Un lujo que los buenos clientes con seguridad nunca van a permitir.

Faro de Vigo.

El alcalde de Valga asume que los 130 positivos subirán: “Quédense en casa todo lo posible”.

Es el segundo concello de la zona con más contagios, a solo 7 de Vilagarcía | Descartado el cierre perimetral conjunto con Cesures, que baja a 76.

Valga se aproxima a la desorbitada prevalencia de COVID de Pontecesures, mientras que el concello urbano del Ullán ha empezado a contener -de forma muy leve- el espectacular incremento de contagios de los últimos días. Así, la curva en el municipio valgués continúa creciendo de forma vertiginosa, situándose en 2.215 casos por 100.000 habitantes (154 más en un día) y su localidad vecina en 2.490 (había llegado a rebasar los 2.700). En términos absolutos, en Valga se contagiaron en las últimas dos semanas 130 personas, la cifra más elevada de los doce ayuntamientos que componen O Salnés y Ullán a excepción de Vilagarcía, que con un nivel de población muy superior al de las demás localidades, computó 137 positivos en catorce días (con una incidencia de 366), es decir, solo siete más que Valga.

Por tanto los datos que maneja el Sergas evidencian que la situación en el concello que gobierna José María Bello Maneiro es preocupante. El alcalde atribuye el repunte de estos días pasados “en parte” a la primera parte del cribado en las empresas, que ya comenzó el fin de semana en “alguna” factoría. “Seguiremos creciendo en número de positivos, lo que es malo porque son muchos, pero también tiene una parte buena, ya que de esta forma se contribuye a atajar la situación. Buena parte de los positivos son asintomáticos y con los test que se realizaron en los últimos días se consigue que afloren y que no continúen extendiendo el virus”, considera el regidor popular.

Cribado a 600 trabajadores

No obstante el grueso del cribado en las empresas se llevó a cabo el martes y los resultados todavía están pendientes. Fuentes de la Xerencia del área sanitaria de Santiago cifran en 600 trabajadores los que se hicieron la PCR en esa jornada en Valga, lo que representa el 86% de los citados, por lo que finalmente fueron convocadas más personas de las 550 inicialmente previstas por la administración sanitaria.

Bello Maneiro hace un llamamiento a la población para que cumpla las normas y “en la medida de lo posible, limite sus contactos a su núcleo de convivencia, que evite salir de casa lo máximo posible y solo lo haga para cuestiones esenciales”. Así, el alcalde valgués apuesta por el autoconfinamiento para intentar reducir la abultada incidencia de COVID en su municipio.

Cuando la Xunta anunció que varios concellos entrarían en el nivel de máximas restricciones (entre ellos Valga, Pontecesures, Vilagarcía, Vilanova y A Illa, y más tarde Meis y Catoira), Bello Maneiro solicitó al Sergas el cierre perimetral conjunto con Pontecesures porque sendos municipios comparten servicios esenciales. Pero “debido al empeoramiento de la situación, las autoridades sanitarias quieren que la movilidad se reduzca al máximo posible y por eso no lo autorizan, por ahora”, revela el alcalde conservador, quien recuerda a los vecinos que “no se puede ir de un concello a otro salvo en las excepciones que están previstas”, como los motivos laborales, sanitarios, educativos o asistenciales, así como para comprar productos que no haya en Valga.

Además de Valga y Pontecesures, el otro municipio que forma parte del Ullán, Catoira, ha mejorado sus cifras en los últimos días. Según el mapa COVID del Sergas de ayer, el ayuntamiento vikingo registraba el jueves (los datos se actualizan a las 18.00 horas del día anterior) 29 casos en las últimas dos semanas, lo que supone dos menos que el miércoles y una incidencia acumulada de 870 (24 horas antes era de 930).

Faro de Vigo

Las duras medidas llevan a gran parte de los hosteleros de Arousa a bajar la reja.

En todos los concellos afectados por las máximas restricciones hay bares con el cartel de “cerrado”

Las duras restricciones aplicadas en once municipios arousanos para paliar los efectos de la tercera ola de la pandemia han motivado que buena parte de la hostelería de estos lugares haya optado por bajar la reja hasta nuevo aviso. Las nuevas medidas vigentes desde ayer obligan a bares y restaurantes no solo a cerrar a las seis, sino a servir únicamente en terraza. Una condición que no todos pueden cumplir, porque no todos cuentan con un espacio que les resulte rentable. Así pues en Vilagarcía, en Cuntis, en Caldas, en Valga, en Vilanova y en los cuatro ayuntamientos de O Barbanza han optado por colgar el cartel de “cerrado” y avisar a su clientela a través de las redes sociales. Eso sí, acompañando el anuncio con un claro mensaje de cabreo al entender que es el sector más perjudicado y “criminalizado” por las decisiones del gobierno. De hecho los hosteleros de Ribeira y de A Pobra se echaron ayer a la calle en sendas movilizaciones delante de sus consistorios para pedir el apoyo ciudadano y un plan de rescate en unas ayudas que parece que no dan llegado. En Vilagarcía algunos resistirán este fin de semana, pero cerrarán la puerta a partir del lunes y hasta que se suavicen las restricciones. Algo que parece difícil a corto plazo teniendo en cuenta que la tercera ola está azotando fuertemente a la capital arousana. Son ya 120 los casos activos, siete más que la jornada anterior. Tanto en Vilagarcía como en otras localidades arousanas se están pagando los contactos de la Navidad. En Vilanova siguen subiendo y son 27 casos activos, mientras que en Meis suben a 20 y en Ribadumia y Meaño a 13 cada uno. La bajada de casos se experimenta por el contrario en A Illa donde logran descender hasta los 67 casos, seis menos que la jornada anterior. Lo mismo en Cambados que tiene 26 positivos por coronavirus y en Sanxenxo bajan a 33. En O Grove sigue la incidencia a la baja con 14 personas activas por Covid-19.

     Donde preocupa y mucho la situación es en los ayuntamientos de la comarca de Ulla-Umia en los cuales -salvo la excepción de Moraña y de Portas- los casos siguen disparados con una incidencia muy por encima del tope considerado “máximo”. Los casos más alarmantes son los de Pontecesures y Valga con una incidencia acumulada de 1.703 y 1.329 respectivamente y con 52 y 78 casos positivos detectados en los últimos 14 días. En Catoira, pese a no estar sometida a restricciones, también hay una incidencia alta de 749, en Cuntis de 641 y en Caldas están en 510 por cada 100.000 habitantes.

Diario de Arousa

El parón de la hostelería ensombrece el inicio de la campaña de la lamprea.

Una decena de ejemplares inauguraron la temporada de pesca en el Ulla

A estas alturas, los valeiros del Ulla -la mayoría son de Pontecesures, otros de Rianxo– han demostrado sobradamente su capacidad de resistencia. Su plasticidad para adaptarse a unas condiciones de trabajo cada vez más adversas, a unas normativas que en ocasiones se contradicen. Para ello tienen que jugar con las escasas cartas que tienen a su favor, calibrar los tiempos que pasan en cada zona de trabajo, calcular cuándo vale la pena dejar la ría y remontar el río. Este fin de semana, cinco embarcaciones decidieron estrenar la campaña de la lamprea en el río Ulla. Lanzaron los butrones y, tras dejarlos dos días en el agua, ayer por la mañana procedieron a levantarlos. En total, de su interior salieron alrededor de una decena de ejemplares, con un peso aproximado de kilo y medio por cabeza.

«Podían ser máis; foron dous días no río», explicaba tras las jornada de trabajo Miguel Barreira, miembro de la directiva de los valeiros. Aunque sus palabras suenan a queja, no lo son: él y sus compañeros saben que se les viene encima una campaña especialmente complicada. Y esta vez, la culpa no la tiene ni el río, ni el tiempo. «O río trae auga, choveu ben todo o inverno. E está frío, tira de Norte». Así que los primeros días de pesca de la lamprea deberían ser buenos. «A lamprea non fai sempre igual. Pero este ano, tendo en conta como están as cousas, debería empezar a subir antes», explica el valeiro.

En los próximos días se verá si se cumplen o no esos buenos augurios. También están los malos: la lamprea es un producto que en su mayor parte se comercializa a través de restaurantes y negocios de hostelería que han hecho de la elaboración de este misteriosos y extraño animal su bandera. Y este año, la hostelería está como está. Un virus mucho más misterioso y extraño que el pez ha puesto todo patas arriba, también los cálculos y previsiones de los valeiros. Estos, ya notaron en marzo los efectos devastadores de la pandemia. «Cando pechou todo, quedamos sen ter a quen lle vender a lamprea». Así que la campaña se interrumpió cuando estaba cogiendo color y calor.

Incertidumbre

Ahora se retoma, pero envuelta en una incertidumbre sin precedentes. Entre las limitaciones a las que está sometido el sector hostelero y una movilidad constreñida por el cierre de muchos a ayuntamientos, la situación no es nada halagüeña. «Temos que ir mirando», explican los valeiros, cuando ayer volvieron al muelle, envueltos en una gélida mañana de invierno. Volverán a salir al río a trabajar mientras el mercado no les diga lo contrario. De hecho, calculan que a lo largo de los próximos días algunos de sus compañeros que aún siguen trabajando al bou en la ría, se sumarán a ellos en el Ulla. A ver qué dispone el futuro.

La Voz de Galicia