La Irmandade dos Fillos e Amigos de Padrón entregaron las insignias y placas de honor a Raquel Cortizo Almeida, Ángeles Gundín Díez, Manuel Bascoy Blanco, Eloy Rodríguez Carbia, Evaristo Lemos, así como a la Confraría Virxe das Dores y a Cristalería Padronesa.
Padrón vivió este domingo el punto y final a una Pascua marcada por la lluvia. Pero ni las precipitaciones aguaron unos festejos a los que acudieron centenares de personas llegadas de todos los puntos de Galicia. El colofón final vino marcado por la tradicional reunión de la Irmandade dos Fillos e Amigos de Padrón, así como del Festival de Bandas Capital do Sar, últimos platos fuertes de un intenso y extenso programa.
El buen tiempo de la mañana de ayer permitió que, por primera vez, el público pudiera ver a los gigantes en su mítico pasacalles. Al mediodía, la Irmandade dos Fillos e Amigos de Padrón aprovecharon para entregar las insignias y placas de honor a Raquel Cortizo Almeida, Ángeles Gundín Díez, Manuel Bascoy Blanco, Eloy Rodríguez Carbia, Evaristo Lemos, así como a la Confraría Virxe das Dores y a Cristalería Padronesa.
Tras la foto de familia en la iglesia parroquial, miembros del gobierno municipal, directivos de la hermandad, homenajeados y asistentes participaron en las tradicionales ofrendas delante de las estatuas de Rosalía de Castro, Camilo José Cela, así como una tercera en memoria del periodista Pepe Domingo Castaño. Para finalizar su actividad, unas 150 personas estuvieron en la comida de fraternidad que se celebró en el pazo da Retén, donde se entregaron las condecoraciones.
Ya de tarde, la música tomó el testigo como principal protagonista. Al festival de bandas acudieron las agrupaciones de Padrón, Touro y Caldas de Reis, que agasajaron con su talento a los centenares de personas que se dieron cita en la plaza de Macías. Durante la cita se aprovechó para rendir homenaje a Ramón Calvo Pérez, Moncho Angueiro, recientemente fallecido y que durante más de 70 años tocó la tuba en la banda padronesa.
Memorable fue también el paso de Celtas Cortos por la capital del Sar, que llenó el paseo del espolón durante la noche del sábado. Cifu, líder del grupo, reconoció el placer de actuar «ao lado do río ao que tanto cantou Rosalía». Otro momento para el recuerdo de unas fiestas que se despiden esta noche hasta el 2025.
Falleció Manuel Chaves, padre de Alberto, que murió junto a su pareja en los atentados de abril de 2019.
Los vecinos también dan su último adiós a José Carou, atropellado mientras trabajaba.
Los vecinos del Ayuntamiento de Pontecesures dieron esta tarde su último adiós a Gerardo José Carou Alcalde, un hombre nacido hace 54 años en esta localidad ribereña que falleció como consecuencia de un accidente de tráfico ocurrido al filo de las 22.45 horas del martes, en el Concello coruñés de Brión.
Y mañana hacen lo propio con Manuel Chaves Barreiro, padre de uno de los jóvenes pontecesureños asesinados en Sri Lanka en abril de 2019, también en plena Pascua.
De este modo, la localidad asiste a días de verdadera consternación y, en el caso de la muerte de Manuel Chaves, son muchos los que reviven aquellos ataques islamistas y vuelven a llorar el fallecimiento de dos de sus jóvenes.
66 años
Manuel Chaves Barreiro, fallecido a los 66 años de edad, será incinerado mañana, después del funeral de cuerpo presente previsto en la iglesia de San Xulián de Pontecesures, a la que es trasladado desde el tanatorio de Padrón a las diez y media de la mañana.
Se trata de una persona muy conocida y querida que se hizo tristemente popular, precisamente, a raíz del aquel trágico episodio terrorista que conmocionó a la sociedad. Y no solo a la pontecesureña, sino a todo el mundo.
Fueron seis atentados simultáneos registrados en abril de 2019 en Sri Lanka, coincidiendo con el Domingo de Resurrección.
Hoteles e iglesias atacados
Entre las cerca de trescientas víctimas de aquella masacre, cometida en tres hoteles de lujo y tres iglesias, se encontraba una joven pareja gallega que estaba en la isla pasando unos días de vacaciones y se alojaba en el hotel Kingsbury.
Eran la pontecesureña María González Vicente, que tenía 32 años, y su novio, Alberto Chaves Gómez, de 31 años y nacido en Rianxo, aunque residente también en Pontecesures.
Aquel joven que empezaba a abrirse una brillante trayectoria profesional tras haber empezado a trabajar en la India, para una empresa filial de la viguesa Profand, era el hijo de Manuel Chaves, al que muchos conocieron, hay que insistir, a raíz de aquellos terribles atentados y las desgarradoras imágenes que generaron.
Fueron enterrados juntos en Pontecesures y a su funeral en la iglesia de San Xulián, donde hoy se despide para siempre al padre de Alberto, acudió una auténtica multitud.
Ciudadanos conmocionados por cuanto había sucedido que quisieron arropar con su presencia al propio Manuel Chaves y demás familiares de las jóvenes víctimas.
Es cierto que a todos nos marcaron para siempre aquellos atentados islamistas, puede decirse que a mi tío lo mataron en vida
Antonio Fernández Chaves
Sobrino de Manuel Chaves
De ahí que el fallecimiento, ayer, del padre de Alberto, desencadenara una mayor tristeza en la localidad pontecesureña y la parroquia rianxeira de Leiro, pues fue inevitable que muchos volvieran a recordar lo sucedido en la India hace justamente un lustro.
«Quedó destrozado»
Así lo confirma Antonio Fernández Chaves, gerente de la fábrica de extrusionados de aluminio Indalsu, en la carretera que une Caldas de Reis con Vilagarcía.
Es sobrino de Manuel Chaves Barreiro, al que define como “un hombre bueno y querido en Pontecesures que quedó destrozado por la muerte de su hijo, al que amaba con locura y del que se sentía tremendamente orgulloso”.
«Nunca pudo superar aquello»
“Era tanto su amor que nunca pudo superar aquello, pues si bien es cierto que a todos nos marcaron para siempre aquellos atentados islamistas, puede decirse que a mi tío lo mataron en vida”, acierta a explicar.
“A raíz de aquello, la situación familiar se complicó y mi tío entró en una profunda depresión que fue complicándose a medida que pasaban los días, agravando otros problemas y enfermedades, hasta quedarse sin visión y sin movilidad”.
Camino de Santiago
Hacer el Camino de Santiago desde la frontera portuguesa, en el año 2020, “fue de lo último que pudimos hacer juntos, ya que por aquel entonces ya empezaba a tener problemas de movilidad, de ahí que nos costara tanto completar el recorrido”.
Finalmente, después de “varios ictus e infartos cerebrales, sufrió un fallo multiorgánico que acabó con su vida para siempre, justamente ahora, cuando se cumplen cinco años de aquellos atentados que ya lo habían condenado”, sentencia un emocionado Antonio Fernández.
Atropellado cuando auxiliaba a un conductor
La iglesia de San Xulián de Pontecesures sirvió esta tarde para que los vecinos dieran su último adiós a Gerardo José Carou Alcalde, un empleado de la empresa compostelana Grúas Castmart que fue atropellado por un coche el martes, cuando se encontraba trabajando.
En el momento del terrible suceso auxiliaba a otro vehículo averiado que permanecía estacionado en el arcén de la autovía de Brión, a la altura del popular barrio de Conxo.
Como ya se informó ayer, en la edición digital, fue el propio conductor que atropelló al trabajador pontecesureño el que dio aviso de lo sucedido a los servicios de emergencias del 112 Galicia, que movilizó a Urxencias Sanitarias, Guardia Civil y la Policía Local de Santiago.
En una imagen de archivo, la autovía AG-56, que une Santiago con Brión.
El accidente se produjo al borde de las once de la noche en el tramo de la autovía que pasa por Conxo
Tragedia en la AG-56, la autovía que une Santiago con Brión. Un trabajador de la empresa Grúas Castmart falleció atropellado por un coche cuando socorría a un vehículo averiado en el arcén. El accidente de tráfico se produjo sobre las 22.45 horas a la altura de Conxo y le ha costado la vida a Gerardo José Carou Alcalde, de 54 años de edad y vecino de Pontecesures, municipio en el será enterrado el jueves a las 17.30 horas en la iglesia parroquia de San Xulián.
El suceso ha conmocionado a toda la plantilla de Grúas Castmart, empresa en la que la víctima había empezado a trabajar este mismo lunes. No obstante, Gerardo José tuvo una primera etapa en la conocida firma compostelana, para después pasar una temporada en otra y volver esta misma semana. Deja mujer y un hijo.
Fue el propio conductor que le arrolló el que dio aviso de lo que había sucedido al 112 Galicia, que movilizó a Urxencias Sanitarias, la Guardia Civil de Tráfico, la Policía Local de Santiago y los Bomberos de la ciudad, así como a la agrupación municipal de Protección Civil.
Se da la circunstancia de que recientemente se produjo un accidente similar en Lugo, lo que a juicio de los trabajadores de las empresas de grúas demuestra la necesidad de que se cambie el color de las luces de emergencia que llevan sus vehículos, que son ámbar. En el sector reclaman que se cambien por las azules, como se ha hecho con las ambulancias. «La realidad es que la gente solo le hace caso a las azules, porque son las que lleva también la Guardia Civil, así que cuando las ven echan el freno. Si ven las nuestras ni se inmutan», se lamenta un operario de Castmart.
La capilla ardiente se ha instalado en el tanatorio de Iria Flavia, en Padrón, donde será velado el miércoles y desde donde será trasladado a Pontecesures para celebrar el funeral de cuerpo presente.
«Esto seguimos a facelo os vellos para que os novos sigan despois, pero hai que apuralos», dice Chico, el veterano subastador de Valga
Luz Divina tiene la piel bronceada, de ese color saludable que lucen quienes pasan mucho tiempo al aire libre. A sus casi ochenta años, esta vecina de Vilar encabezó ayer la procesión de los lacones: cinco kilómetros, entre Vilar y la iglesia de Cordeiro, que caminó llevando sobre su cabeza una cesta y ocho kilos de lacón. En cada una de las paradas que se realizan en el recorrido, Luz Divina baja su carga, pero sobre su cabello mantiene el molinete, un pañuelo enrollado que sirve para afianzar el peso. «Se está ben feito, non se move», dice la mujer, que aprendió ese arte de cargar el mundo sobre su cabeza tal y como lo aprendieron tantas otras mujeres del rural gallego: «Indo á herba».
Pero hoy en día, poca gente sigue usando ese método para transportar pesos. Por eso, en la procesión de ayer, solo Luz Divina y Josefa portaron los lacones como siempre se hizo. «A maioría traíanos abaixo, entre dúas persoas», comentaba una mujer a la entrada de la iglesia de Cordeiro, donde finalizaba la marcha.
Poco antes de llegar al recinto de la iglesia, donde esperaba mucha gente, varios hombres se animaron a coger los lacones y colocárselos sobre la cabeza para hacer más vistosa la arribada. Eso sí: necesitaban echarle una mano a los cestos para mantener el equilibrio. «Poñédesvos para a foto», señalaba con retranca un vecino.
«A min gustaríame que houbese máis xente que levase os cestos na cabeza, que é como se fixo sempre», decía Luz Divina. Pero es consciente de que los tiempos han cambiado. «Para levar a cesta como a levan elas, hai que saber», apunta Beti, una de las integrantes de la comisión de fiestas, que compartió el peso de un lacón con Nieves. Ambas forman parte de un grupo de vecinos y vecinas de Cordeiro empeñados en mantener una tradición que hunde sus raíces en el siglo XIX, cuando una peste causó estragos en la zona. «Foi unha enfermidade moi mala, coma o covid. Morría a xente e os animais», cuenta Beti. Angelita sigue con la narración: las mujeres fueron a preguntar al cura qué podían hacer, y surgió la idea de llevarse a San Antonio y San Roque, ambos abogados en caso de enfermedades, a la capilla de Vilar, donde se reunirían con San Paio y donde se le ofrecerían novenas. Luego, volverían a su iglesia en una procesión en la que participarían los tres santos y en la que se les ofrecerían lacones para que acabasen con la peste. Aquel episodio remitió, cuenta Angelita. Pero unos años después, una mujer decidió no ofrecer el lacón prometido «e o porco morreulle». A partir de aquel momento, la promesa fue tomada muy en serio por todo el mundo.
Los vecinos y vecinas de Cordeiro están encantados en compartir esas historias con quienes acuden a participar de una procesión que tiene la belleza de lo sencillo. De lo sincero. Así lo cuentan Eduardo y Alejandro, dos fotógrafos andaluces que han llegado a Galicia para sumergirse en los entroidos tradicionales. Tienen amigos en Valga que les hablaron de la procesión de la Candelaria y no quisieron perdérsela. «Nos gusta fotografiar la resistencia. Fiestas, eventos que corren el riesgo de desaparecer, pero que se resisten», señalan.
Aunque ayer, al ser festivo local, la afluencia era mayor a la habitual, la procesión de los lacones bien merece entrar en esa categoría. Chico, con más de setenta años, encabeza la marcha portando una cruz de plata. Luego, tras la misa, se encarga de subastar los lacones. Lleva mucho tiempo haciéndolo. «Uns corenta anos», dice una voz intentando poner fecha a su incorporación. «Levo máis!», contesta él. Espera que pronto le den el relevo: «Esto facémolo os vellos para que os novos poidan seguir despois… Pero hai que apuralos», dice. Poco después se sube al palco de la música y manda callar a todo el mundo: van a empezar las pujas. «Non fagades ruído e así acabamos antes», dice. «E berrade un pouco, eh», vuelve a apuntar. La puja por los lacones ya está en marcha.
Será enterrada este viernes en el cementerio parroquial de Herbón
Fundó la empresa a la que dio nombre, innovando en la producción
María del Carmen Rivera, la popular Carmucha fundadora de la marca de Herbón.
El fallecimiento de María del Carmen Rivera Magariños ‘Carmucha’ con 107 años ha causado un profundo pesar en la comarca de Sar, de donde era oriunda esta padronesa, fundadora de Pementos Carmucha, y viuda de Manuel Lago Chenlo. El entierro será este viernes, en el camposanto de la iglesia parroquial de Santa María de Herbón, Padrón, saliendo sus restos del tanatorio de Iria Flavia hacia el citado templo a las 15.45 horas.
Carmucha deja tres hijos, Carmucha, Lourdes y Jorge, así como dos nietos y un bisnieto. Hasta no hace muchos años, esta mujer trabajadora recogía los pimientos y los contaba personalmente. La empresa familiar que fundó se ha sabido adaptar a los tiempos, y forma parte de la Denominación de Origen (DO) Pementos de Herbón. Además, diversificó su producción destinando sus genuinos vegetales a la elaboración de mermeladas o de vinagre, entre otros productos.
El óbito de esta conocida centenaria, una de las abuelas de la comarca, fue divulgado desde la propia empresa familiar, agradeciendo además las múltiples muestras de cariño que les están llegando a lo largo de las últimas horas.
Las iglesias de Iria Flavia y A Escravitude son los principales referentes en esta ruta con mucho patrimonio e historia.
Padrón tiene tres templos en su casco urbano: dos en su corazón (la parroquial de Santiago, con el pedrón, y el pequeño de la Orden Tercera) y otro en su límite (el del magnífico convento del Carmen, que a su vez esconde la capilla de Santa Teresa). Pero en sus cercanías fueron erguidos varios más que, desde luego, se merecen una visita.
El más humilde de todos ellos se encuentra en la salida hacia Pontecesures, a la izquierda, en esa recta ahora mucho más diáfana desde que se derribaron unos edificios que afeaban el conjunto. Es José Manuel Garrido, el gran conocedor (y valedor) de Padrón, a quien siempre hay que preguntar cuando se trata de la historia de la localidad, quien explica: «Se trata de la capilla de la Virgen de los Dolores, en A Ponte, pero no es antigua, qué va, fue inaugurada en el 2002».
En realidad, es la materialización del deseo de una mujer, Rosa Cortiñas, poetisa quien estuvo trabajando muchos años en Estados Unidos. Esta sencilla construcción, pequeña, «fue puesta al servicio de todos sus vecinos», en palabras de Garrido. La mujer aseguraba haber tenido una visita de la Virgen de los Dolores, según informaba este periódico con motivo de la inauguración del edificio, y por ello decidió levantar la capilla.
Pero los dos pesos pesados se encuentran yendo a Santiago por la carretera nacional, y uno y otro son bien conocidos: Iria Flavia y A Escravitude. Ante ambos pasa el Camino Portugués a Compostela.
Iria Flavia son palabras mayores no solo por su arquitectura, con fuerte presencia del arte románico, sino por su historia. En su cementerio estuvo enterrada durante seis años Rosalía de Castro antes del traslado al Panteón dos Galegos Ilustres. Además, fue, si no la capital de Galicia, sí el gran centro de poder en los siglos VIII y IX, hasta que el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en el bosque Libredón (donde hoy se halla la catedral) le hizo perder la relevancia que ganaba el poblado que iba creciendo en torno al cuerpo de uno de los doce seguidores de Cristo. En cualquier caso, se impone ver el magnífico museo al aire libre que conforman los sepulcros antropomorfos datados en el siglo VI y que se extiende al lado del templo. Por cierto, si la visita coincide con el repique de campanas, la recomendación no puede ser más que quedarse quieto y escuchar. Una maravilla.
Cristóbal Ramírez
A Escravitude no tiene nada que ver con eso. Bien al contrario, es muy posterior. De hecho, la iglesia vieja no es esa, sino otra románica: la de Cruces, unos metros más adelante por el Camino Portugués. Un párroco de Cruces del siglo XVI había colocado —mera cuestión de fervoroso agradecimiento por un favor— una imagen de la Virgen con su hijo en una fuente de la cual sigue manando agua, y ahí paró un hombre enfermo de hidropesía, quien bebió y a las 72 horas estaba curado. La tradición asegura que ese hombre exclamó (¿En gallego o en castellano? Muy probablemente, en gallego, aunque haya pervivido la frase en español) «Gracias, Virgen, que me libraste de la esclavitud de mi mal». Y de ahí el nombre que adquirió un santuario que se remató en 1886 y que fue levantado con donaciones populares.
A Escravitude tapa un poco a Cruces, y no resulta justo marcharse sin ver esta. Ahí llamarán la atención el ábside rectangular románico, uno de los elementos que quedan de la obra erguida a principios del siglo XII o principios del XIII; la colección de canecillos que soportan el alero del tejando y la sacristía de 1618. Un buen punto final a la excursión.