La empresa padronesa cerró en 1995 dejando en la calle a 400 trabajadores.
El pasado 31 de julio se cumplieron veinte años desde el último día de alta laboral de la vieja empresa de pieles y curtidos Picusa de Padrón, después de que esta entrara en suspensión de pagos un año antes, en abril de 1994. Ese último día de alta laboral, los cerca de 400 trabajadores que tenía entonces la firma cobraron 25.000 pesetas cada uno (150 euros), procedentes de la venta de la chatarra, autorizada por el juzgado de Vic, en Barcelona, que se hacía cargo de la gestión de Picusa, tal y como recuerda hoy el que entonces era el presidente del comité de empresa, Xosé García Lapido.
Hacía un año, aproximadamente, que la fábrica de A Matanza «xa non producía apenas nada». La suspensión de pagos cogió de «sorpresa» a los empleados, según recuerda García Lapido, ya que unos meses antes hubo un repunte importante de la producción, con la creación de nuevos empleos y con una «carteira de pedidos moi grande en facturación», dice.
Pero, de un día para otro, los trabajadores se enteraron por la prensa de la suspensión de pagos y de la absorción por parte de Picusa de otra empresa del sector mucho más grande, la catalana Tipel, lo que para García Lapido «foi a ruina de Picusa» que, «antes dun ano deu en quebra». Desde 1994 a 1996, año en el que comenzaron las negociaciones para que el actual titular de la firma, el Grupo Cortizo, se hiciera cargo de la misma, Padrón vivió una época convulsa, «con manifestacións diarias, cortes de tráfico» y otras acciones de protesta para reclamar que la fábrica peletera retomara la actividad.
En esos años hubo un intento entre los trabajadores de crear una cooperativa, que no prosperó, y hubo una renuncia por parte de los mismos a recibir dinero por bienes de la empresa, a cambio de que esta volviera a trabajar. Para Xosé García Lapido, eso fue, precisamente, lo que propició un acuerdo con el nuevo empresario. «Sen esa renuncia, ninguén collería Picusa», dice. En 1996, en una reunión sindical saltó la idea de que un próspero empresario de la comarca, José Manuel Cortizo, se hiciera cargo de la fábrica, al tiempo que el entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, también ya había pensado en él, según recuerda Lapido. Y así fue, tras varios meses de negociación, en 1997 la empresa retoma la actividad con su nuevo titular y hasta hoy, cuando su producción es internacional.
Motor del empleo
García Lapido tiene claro que «se Cortizo non colle Picusa, estaría pechada», algo que el concello nunca se pudo permitir, añade. «Padrón sen Picusa non era Padrón» porque entonces, añade, la fábrica era «o motor do emprego en Padrón; houbo un antes e un despois do peche da empresa xa que os comerciantes dicían que notaban cando os traballadores de Picusa cobraban», recuerda Lapido.
Y lo que también tiene muy claro veinte años después es que «volveríamos a facer as cousas exactamente igual», en alusión al trabajo del comité de empresa y a las decisiones adoptadas en asambleas. «Os que lle auguraban catro días a nova Picusa, que saiban que leva case vinte anos e non so a fábrica, senón todo o polígono con empresas e non pechou un restaurante, ao contrario, aínda abriu un novo, o que indica que hai actividade».
La Voz de Galicia