El libro de actas del Instituto Santa Irene, el primero que hubo en Vigo e inauguró el rey Alfonso XIII, guarda la historia del centro y sus protagonistas, tan vinculados a la ciudad. Cuenta la trayectoria viguesa de Consuelo Burell, hija de un ministro monárquico, la profesora que inició a Carmen Laforet en la literatura, catedrática en Santa Irene desde 1942 a 1961 y amiga del olimpo de los literatos de la época: Castroviejo, Cunqueiro, Celso Emilio, González Alegre. O por mencionar a otra docente, de Carmen Ambroj, la profesora que puso firmes y enseñó a varias promociones de vigueses.
Refiere también, en pocas líneas, el drama de Carlos Maside García (Pontecesures, 1897-Santiago, 1958), profesor encargado de dibujo entre 1937 y 1939. Del que dice textualmente: «en virtud del expediente de depuración queda separado definitivamente del servicio y es baja en el escalafón». El cese se produce el 16 de agosto de 1939.
Con esta decisión, en el periodo más duro de posguerra, el pintor se queda en la calle y sin más recursos que su nombre maldito o sospechoso para el bando vencedor.
Carlos Maside era galleguista y una persona muy conocida en la ciudad. En la primera mitad de los años veinte había sido una de las estrellas artísticas de FARO DE VIGO, y después de «El Pueblo Gallego». En las páginas del decano quedan espléndidas muestras de su arte e ingenio, y de variado género. Desde los apuntes de las sesiones municipales, al estilo de la prensa americana de comienzos de siglo, a viñetas o dibujos humorísticos, pero sobre todo sus espléndidas caricaturas de personalidades e intelectuales.
Por estos años, este periódico tuvo tres dibujantes excelsos: Castelao, que pintó como nadie en sus «Cousas da vida» al gallego del rural, Federico Rivas, el vigués encumbrado en la vida artística madrileña, que describió en sus geniales viñetas los usos y costumbres de la gente bien y los snobs, y Maside, que con una maestría inmensa caricaturizó a los personajes de la cultura.
Cuenta Paco del Riego que, recién llegado a Vigo, para distanciarse del peligro que corría en Santiago, en 1939 (Maside haría el camino inverso), almorzaba de vez en cuando con Maside, en un local barato. Eran tiempos de penurias y tristezas. Y se consolaban mutuamente.
Ahora el nombre de Carlos Maside anda en boca de todos por el desencuentro entre los herederos del pintor y el Ayuntamiento de Vigo. De hecho, la familia del artista ha empaquetado los 21 cuadros que en 1968 habían depositado sus albaceas en el Museo de Castrelos, y se los han llevado a Pontevedra, al Museo Provincial.
Parece que no es el caso de los herederos de Quiñones de León y de García Barbón que, en un momento dado, quisieron dar marcha atrás a la historia, y reclamaron al Ayuntamiento de Vigo que les devolviera las donaciones de sus antepasados. Ni más ni menos, el Pazo de Castrelos, y la Escuela de Artes y Oficios de la calle que lleva el nombre del donante. No. No es el caso.
Los cuadros de Maside, que lucían en los últimos tiempos en la Pinacoteca Municipal Fernández del Riego, no habían sido donados al Ayuntamiento de Vigo, sino que figuraban en depósito desde hace más de cuatro décadas. Aunque no se hayan visto reflejados en todo su valor hasta que se sacaron a exposición en la pinacoteca del Casco Vello , quizá debido al aparentemente insuficiente aprecio que se advierte en Vigo por el patrimonio pictórico -impresionante el de autoría gallega, si se añade el de titularidad de Caixanova-, o por su alto volumen y no poder discernir entre lo que es excelente y lo que es menos.
No es cuestión de entrar en la guerra política que libran el Ayuntamiento de Vigo y la Diputación de Pontevedra. Lo es centrarnos en lo que acontece y tratar de hallar una solución justa a un problema que atañe a los vigueses y a cuantos aprecian el arte gallego.
Estos son los hechos. La familia de Maside quiere vender sus cuadros, y pide una cantidad que, al parecer, el Ayuntamiento de Vigo no puede asumir. Por las cifras que manejan unos y otros, es evidente que los herederos quieren cobrar con precios de ahora lo que se depositó hace 44 años. Aseguran que, en su reacción de llevarse los cuadros a Pontevedra, no existe ningún preacuerdo con el organismo provincial. Su actitud es un desahogo y la respuesta al enfado que les provoca el comportamiento del Concello de Vigo. Dejémoslo aquí, y concluyamos.
En el supuesto de que la Diputación tenga la intención de adquirir los cuadros, que sería dar una solución al primer problema, de que pasen a dominio público, no conlleva que deban quedarse en Pontevedra y exhibirse en las salas del Provincial. Como ocurre con el patrimonio de otros grandes museos -el Prado-, parte de las obras podían darse en préstamo.
¿Por qué no ceder, entonces, a Vigo, algunas de las piezas de Maside que hasta ahora se exhibían la Pinacoteca, y que el resto quede para exposición en Pontevedra? No es necesario exponer el lote completo, y a la postre, Vigo es tan parte del ámbito territorial de la Diputación de Pontevedra como la capital.
Sería, tal vez, la solución apropiada, que satisfaría a las partes implicadas en el conflicto. Y posiblemente la que más le gustaría a Carlos Maside, que se sintió vigués y en Vigo realizó lo mejor de su producción.
Ceferino de Blas
FARO DE VIGO, 29/10/12