El año pasado, el monasterio de la parroquia padronesa acogió a unas 600 personas, entre menores y monitores, y la cifra de este julio y agosto será similar
El convento franciscano de Herbón, en el municipio de Padrón, casi cuelga el cartel de completo este verano. A día de hoy, a excepción de unos días a finales de agosto, las instalaciones están ocupadas este mes y el próximo por campamentos de niños y adolescentes, de distinta procedencia. Los primeros que ya estuvieron fueron tres colegios de una delegación religiosa de enseñanza de Madrid y en la actualidad está un grupo de 25 personas, entre menores, monitores y personal, de las sedes gallegas de Organización Juvenil Española (OJE), que lleva tres años realizando actividades de verano en el convento de Herbón. Este grupo se marcha el domingo y el siguiente llega el lunes, en este caso de entre 40 y 50 personas sordas de la parroquia madrileña de Santa María del Silencio, según cuenta el prior del monasterio, el padre Francisco Honrubia.
El siguiente grupo que pasará por el convento será uno de un centenar de menores que participan en una experiencia tau de la orden franciscana, al que le seguirá otro de la parroquia de San Melchor de Oviedo, de 40 niños. El prior reconoce que es una alegría acoger cada verano a estos grupos en las instalaciones del convento, que se llenan así de vida.
En cuanto a las dependencias, el monasterio pone a disposición de los grupos la parte de los dormitorios de los alumnos del antiguo colegio franciscano; el salón de actos; el comedor y la cocina y la parte exterior del monumento, donde además de una hermosa zona verde hay una gran piscina que, tal y como confirmaron ayer los monitores del grupo que está actualmente, «es lo que más les gusta».
El padre Honrubia señala que el verano pasado el convento acogió campamentos a los que asistieron unos 600 niños y jóvenes con sus monitores y este año la cifra será similar. Nieves Páez es la directora del campamento de la OJE que estos días ocupa las instalaciones, con menores de entre 6 y 17 años, y en el que uno de sus hermanos, Santiago, es monitor y el otro, Ramón, es el socorrista de la piscina.
Hablan de que el convento es un lugar ideal para las actividades que realizan, por las instalaciones interiores y, sobre todo por el exterior en el que, en su caso, pernoctan en tiendas de campaña, lo que fortalece el vínculo entre los menores, dicen. También realizan alguna salida a pie hasta la villa de Padrón y otra para conocer el entorno del monasterio. «Es un sitio ideal para realizar actividades, tanto dentro como fuera, con la parte del monte y de la piscina», destacan los jóvenes responsables del campamento.
Sea con este grupo u otro, el convento padronés rebosa cada verano actividad y vida.
El PSOE de Valga llevó al último Pleno municipal la propuesta de realizar una consulta pública a los vecinos para valorar la posibilidad de poner el nombre de Carolina Otero al Instituto de Educación Secundaria (IES) de Valga.
La propuesta, que se presentó inicialmente en forma de ruego, y en el próximo Pleno llegará como la moción, incluye también la ambición de transformar el centro educativo en un referente en la formación en Artes.
Para los socialistas la figura de Carolina Otero, natural de Valga y convertida en uno de los mayores mitos de la Belle Époque, representa un emblema de belleza, cultura y creatividad.Por esta razón, quieren rendirle homenaje y reforzar el vínculo del municipio con su propia historia.
Al mismo tiempo, la propuesta busca poner en marcha una nueva etapa educativa, con una especialización en las distintas ramas de las Artes, para ofrecer una formación de calidad que responda a las necesidades culturales y laborales actuales.
En el Pleno, el Gobierno municipal optó por no responder a la propuesta, manteniendo la postura del silencio ante el ruego.
La vecina Amparo Acosta entró en la peletera en 1956 y, durante cuarenta años, vivió sus buenos y malos tiempos
Coincidiendo con el 150 aniversario de la puesta en marcha de la primera fábrica de curtidos de pieles en A Matanza, Padrón rindió homenaje, de la mano de la Irmandade dos Fillos e Amigos, a la figura de Ignacio Zaragoza Salvadó, fundador de la empresa Picusa. En ella trabajó durante cuarenta años la vecina de Padrón Amparo Acosta Castro, quien entró en la fábrica de muy joven, en 1956, siendo menor de edad. Allí estuvo hasta que Picusa cesó su actividad en 1995, por lo que es historia viva de la peletera, en la que vivió sus buenos y malos tiempos, hasta que en 1997 la adquirió el grupo Cortizo.
Amparo Acosta es natural de Extramundi y decidió emplearse en Picusa en un momento en que las mujeres no trabajan fuera de la casa y menos en fábricas. La mayor parte de su vida laboral la pasó en la sección de acabado y aún hoy se acuerda de su primera paga semanal: «oito pesos e dúas pesetas». Esa era la cantidad para las menores de edad ya que las mayores ganaban, según cuenta, «18 pesos á semana».
Cuando llegó con su primera paga a casa, le dijo a su madre que «era pouquiña cousa, pero ela díxome que era unha fartura» porque eran tiempos, según recuerda, de «verdadeira necesidade». Como ella, muchas mujeres del concello y de su entorno fueron a trabajar a Picusa, de modo que representaban un número importante de la plantilla (esta llegó a ser de 600 personas), aunque en el turno de noche trabajaban solo los hombres, según precisa.
«Se me din cando empecei en Picusa que ía traballar alí 40 anos non sei se o crería», asegura Amparo Acosta en alusión a que su primer puesto fue en la nave de curtición y no le gustó, por lo que reconoce que «custoume adaptarme e mesmo cheguei a pensar para que me metería a traballar aquí» pero, con el cambio de sección, pronto se sintió a gusto, añade. Cuando empezó, iba a pie a la fábrica de A Matanza; después compró una bicicleta, le siguió la motocicleta y, finalmente, acabó desplazándose en coche. La mujer reconoce que trabajar fuera de casa fue en su momento una gran ayuda para la economía familiar. «Foi como se a casa empezase a revivir», señala. No obstante, también tiene muy presente que, además de trabajar en la fábrica, tenía que ayudar en las tareas del campo que se realizaban en aquellos tiempos de modo que habla, por ejemplo, que antes de entrar en su puesto por las tardes «ía pañar un carro de herba a Lestido».
Además de la fábrica, en la que también trabajó su marido, ya fallecido, y en la que ella ocupó un cargo, aunque le resta importancia, también trabajó de dependienta en la tienda que abrió la empresa y en la que vendía artículos de piel, desde calzado a chaquetas o bolsos. Abría también los sábados y domingos por la mañana, aunque la fábrica no trabajase. «Tiña moita venda», recuerda la vecina.
Rememora, además, el trato que tuvo con el fundador de Picusa, del que señala que era un «home moi agradable e educado, que sempre falaba cando andaba pola fábrica» y que, si tenía que llamarle la atención a alguien, nunca lo hacía en público. «Madrugada e xa andaba polas naves antes de empezar nós a traballar». También conoció a su mujer, hijos y nueras.
Amparo Acosta también recuerda, especialmente, la fiesta anual que organizaba la empresa con motivo de la festividad de San Bartolomé, con misa y una comida en las instalaciones de la fábrica, además de una verbena con orquestas, en el jardín o en el Paseo del Espolón. «Íamos todas guapas», dice la vecina. Amparo Acosta rememora, además, la época en la que la fábrica perteneció a Rumasa y señala que «por nós sempre cotizou e sempre pagou os salarios». Cuando la adquirió Cortizo, cuenta que ella fue la primera mujer a la que llamó el empresario para trabajar pero estaba recién operada de un ojo y, finalmente, ya no volvió a incorporarse al mercado laboral.
De su etapa en Picusa asegura que «gardo un moi bo recordo; coñecín a moita xente e penso que fun apreciada porque hoxe ando por aí e todo o mundo me fala». Por ello, vivió con tristeza el cese de la actividad de la peletera y asegura que «daquela Padrón notou a falta de Picusa porque era unha riqueza para o pobo», opina.
En la imagen que acompaña esta información, sacada el viernes junto a las naves de Piscusa, Amparo Acosta sujeta una fotografía antigua en la que aparece ella con la bata roja que usaba en la fábrica.
El modelo de gestión de basura que quiso ser alternativa a Sogama enfila su cierre.
Vista aérea de la planta de tratamiento de residuos de Servia.
La mancomunidad Serra do Barbanza comenzará a enviar sus rechazos a Cerceda mientras busca una salida viable para su planta de tratamiento.
En el 2003 se puso en marcha en el municipio coruñés de Lousame un ambicioso proyecto impulsado por un puñado de concellos agrupados en la mancomunidad Serra do Barbanza que apostaban por un modelo de gestión de la basura centrado en el reciclaje y la elaboración de compost. La idea era buena, y durante más de dos décadas la planta radicada en Servia se erigió, junto a la coruñesa de Nostián, en la alternativa —defendida por grupos ecologistas, por ejemplo— al macrocomplejo de Sogama, vinculado a la incineración de restos. Sin embargo, el modelo hace agua y se encamina a converger en la planta de Cerceda.
Los alcaldes que integran la mancomunidad rehúsan hablar abiertamente de claudicar para adherirse a Sogama, pero en la práctica es lo que sucederá con el envío de la basura a ese centro. De hecho, ya se han mantenido contactos con la Xunta para ir de la mano en la búsqueda de una alternativa para salvar la planta de Servia destinándola a otros usos.
La situación es compleja y son múltiples los factores que han abocado a que Serra do Barbanza ponga sobre la mesa el fin de un sistema de gestión que durante años presumió de obtener los mejores resultados en cuanto a recuperación y reciclaje de residuos. La deuda arrastrada con la concesionaria encargada de las instalaciones —Fomento de Construcciones y Contratas— es una de las dificultades que condicionan la actividad de las instalaciones, pero la estocada definitiva llegó al confirmarse que el modelo utilizado para separar los residuos es incompatible con la normativa europea.
Plan de pagos
Este pasado lunes se celebró una reunión de la junta rectora de la mancomunidad para tratar tanto el asunto de la deuda como el futuro de Serra do Barbanza. En lo que respecta a lo primero, se aprobó un plan de pagos a diez años para abonar lo que se adeuda a la concesionaria.
La cifra varía porque son varios los conceptos que se valoran, pero lo que es seguro es que los nueve concellos —Ames, Brión, Carnota, Lousame, Muros, Noia, Pontecesures, Porto do Son y Rois— adheridos al sistema de Servia tendrán que pagar a la empresa unos 9 millones en impuestos por sentencia judicial.
El segundo asunto a dilucidar era el futuro de la entidad. El Concello de Ames ya anunció que su intención es desvincularse del sistema en el 2026, y Rois y Pontecesures posiblemente seguirán el mismo camino. Los seis concellos restantes seguirán mancomunados para prestar el servicio de recogida de la basura, y a partir de ahí buscarán alternativas para su tratamiento. «Imos buscar a viabilidade das instalacións indo da man da Xunta, hai opcións que se poden levar adiante, como planta de biorresiduos ou para a xestión de puntos limpos, por exemplo», apuntan desde la junta rectora.
Deuda con la empresa: 8,9 millones
Una sentencia judicial estipuló el pago de casi 9 millones por la actualización de precios
Población: 86.708
Ames y Noia son los concellos más poblados de los nueve adheridos al modelo de Servia
Volumen: 33.197 toneladas
En el 2023, la planta de Lousame recibió más de 33.000 toneladas de residuos
La prioridad es mantener el centenar de empleos en las instalaciones
El uso que tendrán las instalaciones del complejo medioambiental de Servia es una incógnita que despejará (o ese al menos es el objetivo) el estudio técnico y económico que se va a realizar para analizar la viabilidad de las instalaciones. Pero hay una premisa básica como punto de partida: mantener los puestos de trabajo en la planta.
Por ahora son solo ideas, pero entre las opciones que se plantean figuran desde dedicar la planta al tratamiento exclusivamente de residuos orgánicos, la gestión de enseres o de residuos procedentes de la construcción o que se convierta en un centro de transferencia, entre otras. Las instalaciones de Lousame tienen la ventaja de que cuentan con todas las autorizaciones ambientales, que actualmente son muy difíciles de conseguir, con lo que su utilidad resulta fuera de toda duda. Habrá que valorar cuál es la mejor salida con la premisa de mantener los más de cien empleos que existen actualmente.
En lo que respecta a lo más inmediato, los rechaces de residuos que no pueden reciclarse y no tienen cabida en el complejo de Servia se enviarán a Sogama. De hecho, ya se está haciendo porque desde el año pasado el vertedero de la planta de Lousame está colmatado y no caben más desperdicios. La primera opción fue enviar los desechos a Sobrado dos Monxes, pero era una solución provisional y la única alternativa que queda es Cerceda.
El antiguo trazado permite que conviva con el eje A Coruña-Vigo, pero necesita más trenes, paradas dignas y frecuencias
Después de más de dos décadas bregando para conseguir que llegue el AVE, una conquista todavía incompleta, los usuarios del tren en Galicia piden también una infraestructura ferroviaria interior que vaya más allá de los dos grandes ejes, A Coruña-Vigo y Santiago-Ourense, y en la que no prime tanto la rapidez como las frecuencias, ayudando a vertebrar territorios como alternativa a los desplazamientos en vehículos particulares. Así lo piensan los usuarios de la línea ferroviaria pionera en Galicia que unía Cornes y Carril, ahora con sus estaciones ya en Santiago y Vilagarcía. Hay masa crítica, unas 400.000 personas entre las comarcas de Compostela, Sar, Caldas, O Salnés y Barbanza, y lo más difícil está hecho —un trazado válido—, pero ahora faltarían más trenes, estaciones equipadas, aparcamientos disuasorios y frecuencias para captar un volumen de viajeros que no para de crecer en los últimos años.
Dos vías distintas
Pese a haber quedado al margen del proyecto en marcha para establecer el primer tren gallego de cercanías, los datos y la infraestructura apuntan al eje Santiago-Vilagarcía como un claro candidato a desarrollar un servicio de este tipo. En la mayoría de su trazado persisten, de hecho, dos vías distintas que lo harían perfectamente factible: el renovado eje atlántico y el primer camino de hierro que funcionó en Galicia. Entre A Escravitude y la capital arousana, este sigue, en lo básico, el mismo recorrido que fue inaugurado el 15 de septiembre de 1873, lo que permite que los trenes de media distancia, capaces de cubrir el viaje entre ambas localidades en 21 minutos, convivan con los regionales, que lo hacen en algo más de media hora.
Una aplicación del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) facilita el cálculo del nivel de utilización que mantiene esta vieja vía. Tanto en Compostela, que registró el año pasado 3.710.467 pasajeros en las líneas de recorrido gallego; como en Vilagarcía, por donde pasaron 1.086.292 viajeros, se detienen las dos modalidades de ferrocarril. En las escalas intermedias (Catoira, Pontecesures y Padrón) solo lo hacen los regionales y los denominados trenes lanzadera, que discurren únicamente entre las dos ciudades y ofrecen tres frecuencias diarias en dirección a Santiago y dos hacia la capital arousana. Pues bien, su uso no ha dejado de crecer. Entre las tres sumaron 173.866 pasajeros en el 2024, lo que se traduce en un promedio diario de medio millar de billetes.
Una parada sin éxito
Un punto más a tener en cuenta. En el momento en el que el nuevo eje atlántico entró en funcionamiento, quienes lo proyectaron crearon una parada de la nada. Su denominación, Padrón-Barbanza, es transparente en cuanto a su propósito: atraer a la población de la orilla norte del mar de Arousa, privada de servicios ferroviarios, pero próxima a una de las líneas más rentables del Estado. Diez años después de aquel estreno, resulta obvio que alguien distrajo el tiro. Ubicada en un enclave distante, con apenas tres trenes diarios en cada sentido y malas conexiones de autobús, el año pasado apenas contó con 8.238 viajeros. Merece la pena comparar esta cifra con la que exhibe la estación de Catoira, 65.479 pasajeros, que siempre ha sido, en realidad, el nudo de referencia para O Barbanza.
Hay mucho que mejorar en Catoira. Su alcalde, Xan Castaño (BNG), apuesta por la creación de una línea de autocares que comunique Ribeira, Boiro, A Pobra y Rianxo con la estación, a la que un aparcamiento en condiciones le vendría como anillo al dedo. Por alguna razón que nadie acierta a explicar, allí no se detienen los trenes lanzadera.
Claro que en la reivindicación ferroviaria no hay distingos ideológicos. Tanto Alberto Varela desde Vilagarcía (PSOE) como Maite Tocino desde Pontecesures (BNG) y José María Bello Maneiro (PP) en Valga defienden la creación de un servicio de cercanías. O, en su defecto, una intensificación decidida de la oferta de ferrocarriles. Es más, el último de ellos, Bello Maneiro, comandó la recogida de dos millares de firmas para que el ADIF instale un apeadero en su municipio, que lleva 152 años viendo pasar el tren sin que nunca haya hecho escala en él. Otro dato: al menos un centenar de personas acuden a diario desde Santiago al pequeño municipio arousano para trabajar en su pujante industria, que sostiene dos mil empleos. Difícil imaginar mejores potenciales pasajeros.
MONICA IRAGO
«Vivir en Santiago es caro»
Nada más claro, en cualquier caso, que dejar hablar a quienes emplean esta vía antigua y todavía prometedora. Carlota López Meaños tiene 24 años y está terminando el grado de Filoloxía Inglesa en el campus norte de la USC. Vive en O Carril y de lunes a jueves viaja en ferrocarril entre Vilagarcía y Santiago. No solo para estudiar, sino también para trabajar como profesora en un par de colegios en los que resuelve sus actividades extraescolares. «Los cuatro primeros años viví en Compostela y trabajaba en verano en un restaurante, O Loxe Mareiro, donde continúo. Pero todo lo que ahorraba me lo gastaba en pagar un alquiler, que no paraba de crecer. Ahora vivo en casa, tengo una calidad de vida mucho mejor, porque residir en Santiago es muy caro, y aprovecho los días mucho más que antes». Sin el tren, sencillamente, «no sería posible».
Entre Vilagarcía y Compostela está Padrón, que además de los conocidos atractivos históricos, culturales y gastronómicos, se ha convertido en uno de los polos industriales más potentes del sur de la provincia de A Coruña. La creciente demanda del servicio de tren en la estación ubicada junto a la Casa Museo Rosalía de Castro es muy elevada en la actualidad, tanto por parte de estudiantes como de trabajadores.
Así lo constatan varios usuarios consultados, entre ellos la padronesa Belén Angueira, de 56 años, que tiene en el tren su único medio de transporte. Tiene una academia de inglés en Santiago y, desde septiembre del 2020 se desplaza a diario en este medio para ir a trabajar. Cuenta que el tren iba vacío en parte porque, antes de la pandemia, «os horarios eran complicados». Con la implantación de los bonos gratuitos, Belén Angueira vio cómo cambió la situación y la demanda creció de tal manera que los trenes desde Padrón empezaron a llenarse, explica. Al mismo tiempo, también constató los defectos del servicio y, como usuaria habitual, tiene presentada más de una reclamación.
Los problemas con Renfe
Así, considera que la puntualidad de los trenes es muy mejorable, pese a que es un factor fundamental para usar este servicio. «No último ano é moi impuntual», asegura. A ello hay que añadir, cuenta la usuaria, que «están suprimindo trens sen aviso». En su caso, además, presentó en su día una solicitud para que se incrementase la frecuencia horaria por la mañana, con un tren a las nueve, pero no fue atendida. «Pola mañá o horario é moi mellorable e bótase en falta un tren a esa hora», asegura.
Angueira cree que es necesario que se abra el edificio de la estación para que los usuarios puedan abrigarse en los días de mal tiempo, además de abrir los baños. En cualquier caso, hace una valoración positiva del servicio y dice que está «agradecida de poder ir a traballar a Santiago en tren», y tener acceso a una estación que en mayo se estrenará como intermodal —faltarán los aparcamientos y otros detalles— lo que facilitará múltiples conexiones con otras zonas de Galicia, así como un buen enlace en autobús para llegar al aeropuerto de Lavacolla.
O deputado provincial Ricardo Martínez explicou os traballos que se van realizar na rúa Raimundo García Domínguez
Odeputado provincial Ricardo Martínez visitou este mércores Pontecesures, onde anunciou que mañá a xunta de Goberno da Deputación aprobará un investimento de 225.450 euros do Plan +Provincia para financiar integramente as obras de reforma da rúa Raimundo García Domínguez Borobó. En total, a Pontecesures correspóndenlle 422.734 euros do +Provincia 2025.
Martínez deu conta dos traballos que se realizarán con estes recursos e que permitirán reurbanizar esta vía do núcleo urbano. En concreto, o obxectivo é mellorar as deficiencias que presenta na actualidade con respecto á seguridade viaria, fundamentalmente en relación á accesibilidade peonil, así como fallos e danos estruturais na rede de saneamento. Desta maneira, procederase ao reasfaltado das zonas de tráfico rodado, á instalación de nova pavimentación nas zonas peonís, bordes nas beirarrúas e de novos bolardos e botóns podotáctiles; á posta en marcha dunha nova rede de drenaxe; á dotación de nova sinalización horizontal e vertical e á execución dunha senda para mellorar a accesibilidade peonil desde a pasarela existente sobre a N-550 ata esta rúa.
«Somos un goberno municipalista», dixo Ricardo Martínez. «Escoitamos as demandas dos gobernos locais e atendemos as necesidades dos concellos», recalcou o deputado popular.