Una comisión evaluará la propuesta, que tendría por sede el auditorio
Hace unos días, el director fundador del Centro Superior de Música de Valga, Manuel Villar, recordaba cómo, cuando se construyó el auditorio municipal de esta localidad del Baixo Ulla, se hizo un intenso trabajo de investigación: se visitaron edificios similares existentes en toda Galicia para aprender de sus fallos y aciertos. Aquel empeño parece haber dado resultados: en el inmueble funciona desde hace años un centro de formación musical que reúne a docentes y estudiantes de nivel internacional. Y no sería descabellado pensar que, a la vuelta de un tiempo, el edificio sea sede también de un Centro Superior de Arte Dramático. De esa idea se hablará en el pleno que la corporación municipal celebrará mañana. En él, la mayoría del PP garantiza de antemano que se apruebe «incoar un expediente para a creación dun Centro Superior de Arte Dramática con sede no Auditorio».
Pero el camino para conseguir ese objetivo será largo. Cada paso deberá ser evaluado, documentado y justificado. Por esa razón, en la misma sesión plenaria se debatirá «a creación dunha comisión especial informativa que terá como obxecto a elaboración dunha memoria que avalíe os aspectos sociais, técnicos, xurídicos e financeiros da creación de dito centro». En dicho órgano, según la propuesta que el gobierno que encabeza Bello Maneiro (PP) llevará a pleno, se plantea que estén sentados «os tres partidos con representación na corporación e persoal técnico do Concello —secretario, interventor e persoal da área de Cultura—». De ese equipo de trabajo dependerá la elaboración de una memoria que, una vez redactada, «será elevada a pleno».
Desde el Concello indican que «en caso de que este proxecto saia adiante dará a continuidade ao traballo que se está a desenvolver dende a posta en marcha do Centro Superior de Música, ampliando a oferta formativa no ámbito das artes escénicas». El centro complementaría la oferta que ahora da desde Vigo la Escola Superior de Arte Dramática de Galicia, donde se imparten las especialidades de Dirección escénica y dramaturgia; escenografía e interpretación.
Jesús Lapido y Juan Carlos Méndez, de 60 y 36 años, están al frente de la Charleston Big Band y representan a las dos generaciones que la forman. La orquesta de Padrón está formada hoy por 18 personas (12 de ellos en la parte artística) y los miembros más jóvenes tienen 22 y 23 años.
Uno de sus miembros fundadores y otro de la última hornada de incorporaciones repasan el pasado y presente de la formación
Algunos todavía recuerdan la primera actuación de la Charleston Big Band, aquella orquesta fundada por un grupo de chavales de la banda municipal de Padrón, después de estar un año ensayando. Su puesta de largo fue en un festival celebrado en el Paseo del Espolón, el 9 de junio de 1984. Entre esos jóvenes estaba Jesús Lapido, el único socio fundador que aún hoy sigue vinculado a la orquesta, aunque ya retirado de los escenarios. El vecino de Extramundi de 60 años recuerda orgulloso que «nós empezamos a levar a música de Padrón por todas partes hai 40 anos. Eramos uns rapaciños e pelexamos moito para instaurar esta formación. Puxemos toda a nosa ilusión e esforzo para conseguir chegar a ser o que somos hoxe, unha orquestra cun nome xa recoñecido». «Empezamos facendo a música que nos gustaba a nós. Era un repertorio fresco: había dende temas de Pet Shop Boys ata outras cancións que sabiamos que ían funcionar, como a de Mami qué será lo que tiene el negro», relata un componente que empezó tocando la batería y luego pasaría a primera fila con la percusión y voces.
«Na pandemia decidín deixar os escenarios e desfrutar máis da familia. A miña muller colleu cancro e prometinlle que me retiraba diso para pasar á segunda fila. Agora levo a contabilidade, a dirección de voces e arranxos», cuenta Suso, quien admite ser «o máis crítico porque dende fóra ves as cousas con outra perspectiva e podes comprobar como se vive o espectáculo a pé de pista para corrixir os faios». Para él, es un orgullo llevar el nombre de su tierra allá por donde van. «Aínda que tocamos sobre todo en Galicia, tamén actuamos en Santander, Asturias, León, no Pais Vasco polos San Fermís, Madrid, Castela, Portugal, Barcelona… ata estivemos en Suíza. Contaron con nós nun evento moi importante, o Miss España en Suiza,no que gañou unha sevillana por certo. E, aproveitando a nosa estadía alá, fixemos outras dúas actuacións para o Centro Galego», apunta el padronés justo antes de empezar una nueva temporada. Hoy mismo comienza la orquesta sus ensayos y está inmersa, a su vez, en la publicación de un disco por su 40 aniversario en el que colaborarán artistas que pasaron a lo largo de estas cuatro décadas por la formación. El recopilatorio, calculan, saldrá de cara al verano.
«Nel reflectimos a historia da orquestra e contamos con xente que marcou un antes e un despois nela, como Enzo Fernando, que estivo con nós dende 1987 ata o 2000, cantando a introdución coa que se presentaba a Charleston Big Band a finais dos anos 80: La Charanga, de Juan Pardo. Fran Pahíno e Rita Barreiro interpretarán a dúo Como yo te amo. Laura Añón fará un tema máis roqueiro e actual…», desvela el socio de Suso, Juan Carlos Méndez González, quien representa a la última hornada de incorporaciones a la orquesta. Este mariscador y saxofonista de Meaño de 36 años entró en el 2017, en un momento de cambio: «A miña muller levaba xa cantando aquí 14 anos. Tres dos catro socios que había queríanse retirar e buscaban alguén que collese o relevo». Así es como acabó asumiendo la dirección artística y administrativa, al tiempo que su pareja pasó a ocuparse del vestuario y repertorio.
O músico afirma que «vivir na aldea ten un atractivo musical, é unha vida máis equilibrada e tamén máis económica»
Manuel Villar (Valga, 1969) ten os pés ben chantados na terra. Amarrado así á realidade, permítese soñar proxectos coma o do Centro Superior de Música (CSM) de Galicia, o primeiro centro privado destas características.
A punto de cumplir 85 años, la planta de Pontecesures resulta estratégica para el titán de la alimentación, como único proveedor de su línea de productos en Europa, Oriente Medio y Oceanía
«Básicamente se trata de mezclar leche y azúcar y evaporar agua». Cualquier sueño de toparse con algo parecido a la fábrica de chocolate de Willy Wonka se desvanece en cuanto entablamos conversación con Júlio Diniz,, desde hace dos años, director de la planta de leche condensada de Nestlé en Pontecesures. La magia de la literatura de Ronald Duhl encuentra a las orillas del Ulla una contrapartida real donde la explosión de colores, las recetas imposibles y la música de los oompa-loompas dejan paso a líneas de procesado, envasado y empaquetado, más propios de un laboratorio de microchips, donde el personal y todo aquel que pasa el interior de la factoría viste el blanco nuclear de un traje de seguridad alimentaria calado de los pies a la cabeza. Y sin embargo, a la hora de la verdad, cuanto toca catar el producto, las 48 referencias comerciales de leche condensada producida en Pontecesures muestran las misma capacidad para contentar el paladar del más goloso, con La Lechera como marca enseña.
Es lo que hace pensar la buena marcha de una fábrica que el próximo 16 de agosto celebrará los 85 años desde la salida del primer bote de leche condensada ordeñada en sus tanques, y convertida con el paso del tiempo en una planta estratégica del mayor grupo de alimentación del planeta (Nestlé suma 275.000 empleados y está presente en varios países), segunda por antigüedad entre las factorías de Nestle en España, solo superada por la cántabra de La Penilla de Cayón (1905). Pontecesures absorvió en 1983 toda la producción de leche condensada de un grupo que solo 20 años antes contaba con 7 dedicados a ello. La fábrica del Ulla manufactura toda la leche condensada que Nestlé vende en Europa, Oriente Medio, y Oceanía, con Fiyi como el particular Finisterrae de su mapa de mercados. Palabras mayores, acompañadas de números de cinco y seis cifras.
Aprovechando más cada litro.
En 2023, la planta de Nestlé transformó 107.000 toneladas de leche en 50.000 toneladas de leche condensada. Diez años antes, nos cuenta Júlio Diniz, en 2013 habían sido 78.000 y 32.000, respectivamente. Con un 37,2 % más de materia prima se generó un 56,25 % más de producto final, fruto de la apuesta continua de la dirección de la fábrica por incrementar la calidad del proceso y su acabado.
«Trabajamos solo con leche fresca de Galicia, procedente de cerca de cien granjas situadas en un radio de 60 Km. de donde estamos», nos cuenta Diniz. Son un 50 % de explotaciones menos que hace solo cinco años y muy lejos de las 600 de las que se surtía Nestlé en la comunidad en el 2002. Números aparentemente contradictorios que encuentra explicación en la potente modernización acometida por los ganaderos gallegos en las últimas décadas, Un proceso continuo al que la multinacional suiza ha contribuido desde prácticamente su apertura en Pontecesures, donde levantó el primer centro de transformación láctea existente en Galicia, convirtiéndose en pionera en la recogida de la leche en el campo de la comunidad. Y casi en paralelo, activando un servicio de fomento agropecuario, que ayudó a sus proveedores a mejorar el aprovechamiento de sus campos y la productividad de la ganadería que continúa hasta hoy. «Tenemos un equipo de asesores agropecuarios que pasan la mayoría del tiempo visitando granjas, dando formación, ofreciendo consultorías individuales de sostenibilidad, ayudando a los ganaderos en situaciones de dificultad…» explica el director de la planta.
«Básicamente se trata de mezclar leche y azúcar y evaporar agua» nos decía Diniz al principio de su explicación, sobre la actividad de Nestlé en Pontecesures. «La fabricación de la leche condensada es un proceso antiguo», añade. El éxito radica en la calidad de la materia prima empleada y el proceso de estandarización empleado. «La leche de una granja no es igual a la de otra, ni siquiera la de la misma explotación en diferentes épocas del año. La leche es una materia prima viva. La clave es emplear la misma cantidad de de grasa y proteína, jugando con el añadido de más leche magra o más nata en función de los valores de cada partida», comenta Júlio Diniz.
Mujer y tres generaciones.
En la fábrica entran cada día de media 300 toneladas de leche y salen 150 de leche condensada en sus diversas gamas de entera, semidesnatada, desnatada, sin lactosa, dulce de leche, saborizada y vegetal; esta última que no emplea leche, sino harina de arroz y avena. Una línea sostenida sobre el trabajo de los 207 empleados con los que cerró el 2023 la planta cesureña (en 2022 eran 149), con dos particularidades que llevan a su director a hablar con orgullo de su plantilla, más allá de la calidad de su desempeño. «El 46 % de nuestros trabajadores son mujeres, el 40 % de nuestro equipo de liderazgo» a lo que añade: «Mantenemos un fuerte vínculo con la comunidad local, en nuestra fábrica ya hay empleados de la tercera generación de familias que empezaron con nosotros»
Manufacturando las 24 horas del día.
Cuarto turno para atender el Ramadán y exportación del 74 % de su producción.
Que la única fábrica de leche condensada de Nestlé para Europa, Oriente Medio y Oceanía esté en España no es casualidad. Nuestro país consume el 26 % de la planta de Pontecesures. El otro 76 % se destina a la exportación a los países de Oriente Medio y África del Norte como principal destino, absorbiendo 14.000 delas 107.000 toneladas facturadas en 2023. La factoría trabajas a tres turnos, con un cuarto de fin de semana de octubre a diciembre para, explica la dirección. abastecer al mercado musulmán con vistas al Ramadán.
A comparsa «Patifas, Valeiras, Valeiros e Criaturas do Ulla« organizada pola Asoc. A Estornela e Valeira Pontecesures resultou premiada neste entroido na súa categoría, no Concello de Rois, onde acadou o segundo premio, e o primeiro nos Concellos de Pontecesures e Valga.
Este Desfile Valeiro inspirado na figura das Patifas e os Valeiros do Ulla é unha homenaxe á tradición máis mariñeira de Pontecesures e pon en valor a figura das patifas, reivindicando o gran labor destas mulleres no pasado.
Foto de grupo da comparsa no momento da recollida do premio no Auditorio de Valga. Mais imaxes na conta de Instagram de Valeira_Pontecesures.
A comparsa estivo formada por integrantes de tódalas idades que desfilaron é bailaron ó son da música, nestes dous fins de semana de entroido nas tres vilas da comarca. Lampreas de casi 2 metros, anguías, sollas, valeiros coa súa barca e aparellos e as patifas coa panela na cabeza, conformaron o desfile do Pontecesures mais mariñeiro.
A meirande parte dos materiais dos traxes, peixes, barca e panelas eran reciclados ou de vimbios e na elaboración dos mesmos participaron, entre outros, o Grupo GEDA de Porto con Elena Vidal á fronte, os usuarios do Centro de Día de Valga e o Grupo de Calceta da Estornela.
A seguinte parada deste Desfile Valeiro será Cuntis onde veremos si as lampreas do Ulla convencen igualmente e o xurado valora unha comparsa de corte tan tradicional e galego.
«Esto seguimos a facelo os vellos para que os novos sigan despois, pero hai que apuralos», dice Chico, el veterano subastador de Valga
Luz Divina tiene la piel bronceada, de ese color saludable que lucen quienes pasan mucho tiempo al aire libre. A sus casi ochenta años, esta vecina de Vilar encabezó ayer la procesión de los lacones: cinco kilómetros, entre Vilar y la iglesia de Cordeiro, que caminó llevando sobre su cabeza una cesta y ocho kilos de lacón. En cada una de las paradas que se realizan en el recorrido, Luz Divina baja su carga, pero sobre su cabello mantiene el molinete, un pañuelo enrollado que sirve para afianzar el peso. «Se está ben feito, non se move», dice la mujer, que aprendió ese arte de cargar el mundo sobre su cabeza tal y como lo aprendieron tantas otras mujeres del rural gallego: «Indo á herba».
Pero hoy en día, poca gente sigue usando ese método para transportar pesos. Por eso, en la procesión de ayer, solo Luz Divina y Josefa portaron los lacones como siempre se hizo. «A maioría traíanos abaixo, entre dúas persoas», comentaba una mujer a la entrada de la iglesia de Cordeiro, donde finalizaba la marcha.
Poco antes de llegar al recinto de la iglesia, donde esperaba mucha gente, varios hombres se animaron a coger los lacones y colocárselos sobre la cabeza para hacer más vistosa la arribada. Eso sí: necesitaban echarle una mano a los cestos para mantener el equilibrio. «Poñédesvos para a foto», señalaba con retranca un vecino.
«A min gustaríame que houbese máis xente que levase os cestos na cabeza, que é como se fixo sempre», decía Luz Divina. Pero es consciente de que los tiempos han cambiado. «Para levar a cesta como a levan elas, hai que saber», apunta Beti, una de las integrantes de la comisión de fiestas, que compartió el peso de un lacón con Nieves. Ambas forman parte de un grupo de vecinos y vecinas de Cordeiro empeñados en mantener una tradición que hunde sus raíces en el siglo XIX, cuando una peste causó estragos en la zona. «Foi unha enfermidade moi mala, coma o covid. Morría a xente e os animais», cuenta Beti. Angelita sigue con la narración: las mujeres fueron a preguntar al cura qué podían hacer, y surgió la idea de llevarse a San Antonio y San Roque, ambos abogados en caso de enfermedades, a la capilla de Vilar, donde se reunirían con San Paio y donde se le ofrecerían novenas. Luego, volverían a su iglesia en una procesión en la que participarían los tres santos y en la que se les ofrecerían lacones para que acabasen con la peste. Aquel episodio remitió, cuenta Angelita. Pero unos años después, una mujer decidió no ofrecer el lacón prometido «e o porco morreulle». A partir de aquel momento, la promesa fue tomada muy en serio por todo el mundo.
Los vecinos y vecinas de Cordeiro están encantados en compartir esas historias con quienes acuden a participar de una procesión que tiene la belleza de lo sencillo. De lo sincero. Así lo cuentan Eduardo y Alejandro, dos fotógrafos andaluces que han llegado a Galicia para sumergirse en los entroidos tradicionales. Tienen amigos en Valga que les hablaron de la procesión de la Candelaria y no quisieron perdérsela. «Nos gusta fotografiar la resistencia. Fiestas, eventos que corren el riesgo de desaparecer, pero que se resisten», señalan.
Aunque ayer, al ser festivo local, la afluencia era mayor a la habitual, la procesión de los lacones bien merece entrar en esa categoría. Chico, con más de setenta años, encabeza la marcha portando una cruz de plata. Luego, tras la misa, se encarga de subastar los lacones. Lleva mucho tiempo haciéndolo. «Uns corenta anos», dice una voz intentando poner fecha a su incorporación. «Levo máis!», contesta él. Espera que pronto le den el relevo: «Esto facémolo os vellos para que os novos poidan seguir despois… Pero hai que apuralos», dice. Poco después se sube al palco de la música y manda callar a todo el mundo: van a empezar las pujas. «Non fagades ruído e así acabamos antes», dice. «E berrade un pouco, eh», vuelve a apuntar. La puja por los lacones ya está en marcha.