El atropello mortal de un hombre interrumpe el tráfico ferroviario durante casi dos horas.

Manuel Millán, de Vilaxoán, falleció en el acto al paso del tren – Los sesenta viajeros que iban en el convoy salieron ilesos -A las cinco se recuperó la normalidad en la vía.

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Un vecino de Vilaxoán, Manuel Millán C. , de 37 años, falleció a primeras horas de la tarde de ayer arrollado por un tren en las inmediaciones del cementerio de Bamio, en Vilagarcía. El suceso obligó a interrumpir el tráfico ferroviario durante cerca de dos horas, entre las 15.20 y las 17.00, momento en el que la situación quedaba normalizada. El atropello mortal tuvo lugar entre el paso elevado sobre la vía férrea y la parte trasera del cementerio de Bamio y en él se vio involucrado un tren Media Distancia que había salido a las 14.35 horas de Santiago de Compostela y tenía prevista su llegada a Vilagarcía a las 15.15.

El convoy acababa de parar en Catoira, sobre las 15.05 y apenas diez minutos después se produjo el siniestro. Al parecer, según explicaron en el lugar el propio conductor del tren y algunos pasajeros, Manuel Millán C. irrumpió en la vía cuando el vehículo se disponía a pasar. Había llegado a Bamio conduciendo una moto que estaba aparcada debajo del paso superior.

Los socorristas de la playa O Campanario de Bamio y un pescador que se encontraba en la zona fueron los primeros en acercarse a la víctima, si bien no pudieron hacer nada por su vida puesto que ya había fallecido. Tras ser alertado del accidente el 112 se desplazaron al lugar dotaciones de la Policía Local y Nacional, Protección Civil, Bomberos, una ambulancia y personal del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF). El tráfico quedó cortado y el tren involucrado en el atropello paró unos metros más adelante con sus pasajeros en el interior, alrededor de 60 personas. Algunos de los viajeros, que tenían previsto bajar del vehículo en la estación de Vilagarcía fueron recogidos por familiares y el resto esperaron a un medio de transporte alternativo para abandonar el lugar. Sobre las cinco de la tarde se produjo el levantamiento del cadáver y la situación quedó normalizada.

Faro de Vigo

O director xeral de Emerxencias visitou Pontecesures para coñecer as necesidades de Protección Civil.

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O director xeral de Emerxencias e Interior, Luis Menor, visitou hoxe o Concello de Pontecesures e a súa Agrupación de Voluntarios de Protección Civil

O director xeral de Emerxencias e Interior, Luis Menor, visitou esta mañá o Concello de Pontecesures para coñecer de primeira man a Agrupación de Voluntarios de Protección Civil (AVPC) local e as súas necesidades e inquedanzas. O director estivo acompañado do alcalde da localidade, Juan Manuel Vidal.

A Agrupación de Pontecesures conta con 14 membros e foi rexistrada en 2000, ano desde o que sigue desempeñando ininterrompidamente o seu labor na prevención e intervención en emerxencias, tanto no seu termo municipal como axudando aos concellos limítrofes.

O Concello de Pontecesures reforzou os medios materiais dos seus voluntarios de Protección Civil coa adquisición, o ano pasado, dun vehículo todo terreo pick-up. e un remolque de emerxencias, a través dunha liña de subvención da Xunta de Galicia.

Apoio ao labor do persoal voluntario.

Dende o Goberno galego apóiase o labor do voluntariado de protección civil, en temas como a formación, axudas económicas para o funcionamento das agrupacións de voluntarios e equipamento cedidos aos concellos para a súa utilización polas ditas agrupacións.

Para iso, no 2015 iniciouse unha campaña de motivación do voluntariado que ten como obxectivo principal pór en valor o labor altruísta e solidario de todo o persoal voluntario que na actualidade forma parte das diferentes AVPC que cobren o territorio galego.

Así mesmo, a través desta campaña tamén se busca potenciar o voluntariado naqueles concellos que non dispoñen na actualidade de AVPC e estarían interesados en formala; así como reforzar e incrementar o número de voluntarios naquelas AVPC que así o desexen e reafirmar a todas as agrupacións que xa veñen funcionando correctamente.

Actualmente, Galicia conta con 220 Asociacións de Voluntarios de Protección Civil, das que 73 están na provincia da Coruña, 37 en Lugo, 65 en Ourense e 45 en Pontevedra, sumando entre todas un total de 4.527 voluntarios en toda a nosa comunidade.

Xornal Galicia Sur

Valga, entre los municipios beneficiados por el reparto de material de emergencias.

En su intención de «reforzar los medios de que disponen los servicios de Protección Civil de los Concellos gallegos», la Xunta sigue adelante con el reparto de material de emergencias. Ayer, sin ir más lejos, se entregaron remolques de salvamento y rescate a municipios gallegos de menos de 50.000 habitantes entre los que se encontraba el de Valga. La inversión realizada en este material fue de 203.872 euros.

Faro de Vigo

Los héroes del monte se merecen respeto.

Artículo de Manuel Méndez

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El atentado ecológico que sufre Galicia a modo de incendios forestales, en su práctica totalidad intencionados, está movilizando a centenares de efectivos de diferentes cuerpos, servicios o instituciones que se juegan la vida para salvar el monte y proteger a los demás.

Unos visten de amarillo, otros de verde, algunos de rojo, los hay de naranja, de azul… Queda claro de este modo que se trata de efectivos dependientes de la Consellería do Medio Rural, miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), Bomberos, policías, integrantes de agrupaciones de Protección Civil o de servicios municipales o supramunicipales de emergencias.

¡Pero qué importa el color! Lo que de verdad debe interesar es que esos hombres y mujeres se esfuerzan y se arriesgan, aunque a veces no se les valore cómo se merecen.

Estos días, cuando de repente se detectan decenas de focos simultáneos, los diferentes servicios pueden verse desbordados, es cierto. Puede que no siempre lleguen inmediatamente allí donde se les reclama. O quizás no cumplan con las expectativas que tienen los vecinos en un momento puntual, ya que cuando las llamas están cerca de la casa de uno el tiempo es más de oro que nunca y cada minuto que pasa parece una eternidad.

Pero a pesar de los posibles errores o fallos de coordinación, que pueden producirse y de hecho se producen, como en cualquier profesión, los equipos de emergencias están salvando cientos de vidas y miles, decenas de miles de hectáreas de monte.

¿Qué pasaría si los brigadistas no estuvieran ahí para responder a la actitud de los pirómanos? ¿Qué sería de Galicia sin los apagafuegos que día y noche combaten las llamas?

Esas son algunas de las reflexiones que deberían hacer aquellos que no dudan en criticar sistemáticamente a los equipos de emergencias y/o extinción. ¿Que hay efectivos que dejan mucho que desear?, pues puede que si, como en cualquier empresa o familia puede haber un empleado inepto o un hijo que se convierte en la oveja negra.

En lo que hay que pensar es en el respeto que se merecen esos profesionales que hacen turnos interminables y que pasan noches enteras sin dormir para frenar tanto grandes incendios como pequeños conatos, los cuales, por cierto, muchas veces se quedan solo en eso, en conatos, gracias al papel de estos profesionales.

Para animar a esta reflexión pueden ponerse algunos ejemplos prácticos. El jueves, sin ir más lejos, alrededor de cincuenta militares estaban sentados hidratándose y comiendo unos bocadillos. Cuando iban a ser fotografiados para FARO uno de ellos manifestó: «No, fotos así no, por favor, que después la gente dice que no hacemos nada y que estamos aquí para pasar el rato».

Pero claro, esos cincuenta militares acababan de sentarse sobre piedras y en el suelo después de una noche de locura tratando de controlar el fuego en la sierra de Barbanza. Se sentaron, destrozados por el cansancio, solo cuando les llegó el relevo, con la intención de reponer fuerzas y reincorporarse a las labores de extinción.

Días antes un grupo de vecinos se burlaba directamente de una cuadrilla de forestales de la Xunta que durante el control de un fuego permanecía en una pista forestal observando las llamas.

Aparentemente sus miembros no hacían nada, pero de pronto activaron las mangueras y empezaron a apagar el fuego que había prendido en un alcornoque.

Entre risas uno de los vecinos espetó: «Mira, mira, dejan quemar el monte y nuestras casas, pero apagan ese árbol porque es una especie protegida».

Lo que quizás no sabía ese hombre es que estaban dejando arder aquel matorral porque el fuego moriría allí, en la estrecha carretera, y tratar de apagarlo suponía malgastar tiempo, recursos y esfuerzos. Sin embargo al prender la llama en el alcornoque había que actuar, ya que de lo contrario el fuego cruzaría el vial y se extendería por el monte arbolado del otro lado, donde estaban las viviendas. Los agentes forestales siguieron a lo suyo, sin hacer caso a las burlas.

En otro incendio, y esto resulta más preocupante aún, un vecino aseguraba haber visto a un miembro de los equipos de extinción prender fuego al monte. Lo que no sabía es que se trataba de una maniobra de los militares consistente en provocar una hoguera controlada para crear una zona de seguridad -tierra quemada- y evitar el avance de las llamas que se acercan descontroladas.

Hay otros muchos ejemplos de la batalla que se está librando en los montes y de la política de taberna que desacredita a los equipos de extinción mediante comentarios injustos y muchas veces ridículos.

De ahí que quizás sea preciso felicitar a todos esos hombres y mujeres que se convierten estos días en héroes del monte. Puede que sea el momento de pedir un poco de respeto y sentido común a quienes amparándose en el populismo y la demagogia o avalados por la ignorancia no dudan en atacar sin reparos ni criterio a los brigadistas.

Faro de Vigo

El fuego devora el Baixo Ulla.

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A las siete de la tarde, el sonido de los hidroaviones y los helicópteros seguía llenando el aire en Coaxe (Catoira). Sentados en el muro de piedra de una casa de turismo rural, los vecinos no perdían de vista a un equipo de brigadistas asturianos que, cargados de ceniza y humo, se reponían tras una dura batalla contra el fuego en el alto del monte, que no está muy lejos. «Esperemos que estos rapaces cobren ben. Co que eles sufren, co que eles pasan», reflexionaba una de las vecinas, con los ojos clavados en el sudoroso grupo y en la ambulancia en la que uno de los agentes se reponía de un golpe de calor. Sus compañeros, sedientos, recibían con alivio las botellas de agua que les ofrecían. Acababan de salir del infierno de Coaxe. El fuego se había declarado a las 15.22 horas, según los datos de Medio Rural. Enseguida empezaron a oírse sirenas, las primeras las de Protección Civil de Catoira. Luego, el ir y venir constante de ocho helicópteros, cuatro hidroaviones y cuatro motobombas.

En la parte baja del monte, donde había comenzado el fuego, este no tardó en controlarse, conjurando el peligro de que las llamas alcanzasen las casas de Coaxe. Por eso, a las siete de la tarde, los vecinos del lugar mostraban alivio. «Acabaron de queimar o Barbanza e agora viñeron para aquí», comentaba un hombre, sacho en mano, en medio del monte calcinado. Efectivos de la policía rastreaban, allí al lado, el terreno, intentado descubrir alguna pista de por qué había ardido. No hallaron nada.

A pesar de que el frente de Coaxe estaba bajo control, los hidroaviones y los helicópteros no paraban de ir y venir. «Deben de estar regando», razonaban los vecinos de Coaxe. Pero se equivocaban. El fuego, que había corrido monte arriba, había llegado a las ocho y media a las puertas de la aldea de Cerneidas, en el vecino municipio de Valga. Para entonces había consumido ya más de veinte hectáreas.

«O lume aínda non está cerca das casas, pero estamos tomando medidas de precaución e intentando fixar unha estratexia», señalaba el jefe del servicio de Protección Civil de Valga, José Manuel Otero. Los vecinos de mayor edad, explicaba, fueron trasladados para evitar problemas en caso de que el fuego no se dejase controlar. Para los responsables de emergencias de Valga, la tarde tampoco había sido fácil: se había declarado un incendio en Grobas, Pontecesures. Aunque se controló con cierta celeridad, la preocupación de los vecinos y del propio alcalde era evidente.

Varios focos de menor tamaño llenaron de humo la comarca
El incendio que ayer por la tarde se declaraba en Catoira fue, con diferencia, el más importante de los registrados en la zona sur de la ría de Arousa. Pero no el único. Los servicios de Emergencias de O Grove tuvieron que sofocar un fuego registrado en las inmediaciones de la Carretera do Conde. Como está siendo habitual en estos últimos días, los agentes mecos no solo actuaron en casa. Fueron requeridos desde Ribadumia, donde también se declaró un incendio en la zona de Lois.

Para sofocarlo colaboraron, además de los grovenses, los voluntarios de Protección Civil de Ribadumia, brigadas forestales y los agentes de los Bombeiros do Salnés, ya que el humo alcanzaba algunas viviendas. Un tercer foco de relevancia se registró en Padrenda (Meaño). Allí las llamas rondaron las casas, pero sin llegar a alcanzarlas gracias a la colaboración de voluntarios, bomberos y de los propios vecinos.

Brigadas asturianas en Catoira.

Y es que, estos días, los profesionales que viven de apagar fuegos no dan abasto. Los brigadistas que ayer tarde trabajaron en Coaxe se retiraron del lugar en dos helicópteros del ministerio. Habían llegado desde Asturias para apagar un incendio que acabó devorando Valga.

La Voz de Galicia