Las obras de restauración de la pieza cesureña ya están acabadas.
Se hicieron de rogar, por el obligado parón por la pandemia, pero por fin las obras de restauración del cruceiro de Carreiras, en Pontecesures, están rematadas. Y con sorpresa porque los trabajos que realizó el restaurador Xosé Lomba sirvieron para descubrir que los pigmentos del monumento contienen restos de oro, de ahí que tenga esa coloración tan particular.
La composición de las pinturas fue analizada por el grupo de estudios medioambientales aplicados al patrimonio natural y cultural (GEMAP) de la Universidad de Santiago. «Nesta investigación explicouse que a cor verde esmeralda contiña arsénico e as cores douradas e amaralas contiñan unha cantidade de ouro responsable da devandita coloración», explican desde el concello cesureño.
Por otro lado, los trabajos de restauración, cofinanciados por el Concello de Pontecesures y la Diputación, también sirvieron para descubrir que la cruz figurativa está hecha en dos piezas y con dos tipos de piedra. Además, se observaron tres tapones de plomo, que sellan sus correspondientes picos de hierro.
No fue esta la última sorpresa, porque al eliminar la planta que cubría parte de los escalones se encontró un pavimento básicos de granito «que con toda probabilidade se estende por debaixo do resto do piso, de formigón». El Concello de Pontecesures está considerando recuperar el suelo original de la plaza para, de esta forma, poner en valor este elemento patrimonial, que data de finales del siglo XVIII.
C.C.O.O. y otros sindicatos ferroviarios como DGT reclaman a Renfe y Ministerio de Transportes piden que se recuperen todas las conexiones ferroviarias que tenía Galicia antes de la crisis sanitaria a causa del coronavirus.
En el caso de los trenes de media distancia y proximidad, solo se ha recuperado un 40% de los servicios, lamenta C.C.O.O. Distintos usuarios se han quejado en el últimos días porque no se recuperaron distintas frecuencias matinales del eje atlántico. -especialmente en Santiago-, que son cruciales para poder llegar a tiempo a sus puestos de trabajo.
Los servicios ferroviarios se redujeron durante el estado de alarma y ahora cabe la posibilidad de que ya no se restablezcan – De diez al día en cada sentido podrían pasar a solo cuatro.
Un tren, a su paso por el centro de Pontecesures.
Preocupación e indignación. Es lo que sienten los vecinos de localidades como Pontecesures, Catoira y Padrón ante la posibilidad de que se vea notablemente reducido el número de servicios ferroviarios que se prestan en ellas.
Ya
se hizo, por cuestiones obvias, durante el estado de alarma propiciado
por el coronavirus. Pero ahora parece que ya nunca volverá a ser lo
mismo. Todo indica que de diez servicios diarios se pasará a solo
cuatro, lo cual limita considerablemente las posibilidades de
desplazamiento en el territorio del Ullán.
Esta
hipótesis, y la preocupación existente al respecto, ya son de
conocimiento del presidente de la Xunta y los líderes de todos los
grupos políticos con representación parlamentaria. Al igual que son
conscientes de ello los alcaldes de Catoira, Alberto García; Pontecesures, Juan Manuel Vidal Seage; y Padrón, Antonio Fernández Angueira.
Lógicamente, las quejas de los vecinos también han sido puestas en conocimiento de Renfe
y del Gobierno de España, con la esperanza de que se mantengan
operativos el mayor número de trenes de cercanías posible y se garantice
que seguirán deteniéndose, al menos como hicieron hasta la pandemia, en
los apeaderos del Baixo Ulla.
El
temor radica en que a partir de ahora «en lugar de tener diez, solo
vamos a contar en Catoira, Padrón y Pontecesures con cuatro servicios en
cada sentido, eliminándose, por ejemplo, los trenes de primera hora de
la mañana», de tal forma que los más madrugadores «partirán sobre las
11.00 horas». Asimismo, el último, procedente de Santiago, «saldrá antes
de las 20.00 horas de la capital gallega».
Así
lo explican los denunciantes de la situación, abanderados siempre por
Luis Sabariz, exconcejal pontecesureño y exmiembro de la plataforma en
defensa del tren de proximidad.
Consideran
que el citado recorte, y más aún si se produce en horarios considerados
«esenciales», resulta del todo «inconcebible» , pues advierten de que
«va a impedir el uso del ferrocarril a trabajadores, estudiantes
universitarios, pacientes de hospitales y un largo etcétera de
usuarios».
Ni que decir tiene,
argumentan los defensores del tren de cercanías que piden la
implicación de todos los partidos políticos en esta causa, que reducir
la frecuencia de los trenes «va a afectar muy negativamente a la
actividad económica de toda la zona».
Por
si fuera poco, «los trenes regionales en todo el eje A Coruña-Vigo se
quedan solo en cuatro, suprimiéndose los que salían desde Santiago, A
Coruña, Vilagarcía y Pontevedra, lo cual supone un golpe definitivo a las cercanías ferroviarias o trenes de proximidad».
En resumen, que «nunca se puso en marcha en Galicia
un servicio de cercanías como tal, pero es que ahora los pocos tramos
que tenemos con algo parecido se pretenden eliminar», explica Sabariz a
los representantes políticos y a Renfe.
Todo
esto le lleva a decir que «resulta descorazonador que se aproveche una
tragedia sanitaria para acometer un recorte tan brutal y se tomen este
tipo de decisiones en contra del medio de transporte más ecológico,
económico y seguro».
Por
cierto, que la amenaza que pesa sobre la presencia del tren y su
vinculación con el Ullán sigue latente a pesar de que el balance oficial
de Renfe referido a 2019 deja patente la existencia de una gran
cantidad de pasajeros en la línea Vigo-A Coruña, con una muy importante actividad en sus estaciones, donde el número total de subidas y bajadas fue de 102.647.
Puede decirse, además que en Pontecesures se apearon 18.355 personas en 2018 y 19.047 en 2019; en Catoira pasaron de 21.554 a 24.355 usuarios; y en Padrón la cifra subió de 21.929 a 23.301 pasajeros.
La vecina de Rois Isabel Penedo Gaspar es historia
viva de los últimos cincuenta años de la fábrica maderera Finsa de
Padrón. En esta empresa empezó a trabajar en 1972 con 14 años y en ella
acaba de prejubilarse con 61 años, tras casi 48 de actividad laboral
reconocida. Cuando empezó, era la más joven y ahora de las que más
antigüedad tenían. Empezó cuando la fábrica se limitaba a ser un
aserradero de madera verde, en el que trabajaba su padre Urbito, con el
que coincidió hasta el año 1981.
«Daquela era o traballo que había, aínda que mulleres éramos poucas e as que había eran maiores ca min»,
cuenta. En 1981 su padre sufrió un accidente y ya no volvió a
incorporarse por lo que tuvo que adaptar los turnos a los horarios del
autobús para ir y venir del trabajo hasta que en 1985 se quitó el carné
de conducir.
En todos estos años, Isabel es consciente de que la fábrica «cambiou por completo». A nivel de instalaciones, que fueron ampliadas y modernizadas, pero también de trato, afirma. «Antes era unha fábrica máis humana; agora é máis comercial», asegura, pero aún así, añade, «quedei encantada coa empresa».
Isabel Penedo entró en la fábrica por mediación de su padre, como muchos otros en la empresa, pero sus hijos ya buscaron otros caminos laborales. En casi 50 años de actividad laboral, sus únicas bajas fueron las de maternidad porque, explica, «sempre gocei de boa saúde e espero seguir facéndoo». De este modo, ahora se dedicará a «atender a casa e a vivir un pouco a vida, que ata agora non saín de Rois, como quen di». Aún así, reconoce que «vou botar de menos a Finsa porque foi un traballo continuo de moitos anos, pero tamén porque deixo moitos compañeiros, tanto en Padrón como en Santiago, e tamén son unha persoa áxil». Pero también es consciente de que «é un descanso merecido, outra etapa da vida na que toca disfrutar», concluye.
LOS
gallegos de no hace tanto tiempo se geolocalizaban de una forma muy
precisa. Cuando alguien tenía que mostrar su procedencia decía que era
“de la parte” de Santiago, de Vilagarcía, o de Verín. Con eso bastaba y
el interlocutor se hacía una idea de los pagos por los que andaba el
sujeto. No había necesidad de aclarar provincia, ni municipio, ni
partido judicial, ni parroquia. Se pertenecía a una demarcación ambigua
pero suficiente, que sin embargo carecía de reconocimiento legal. Quien
mejor entendió nuestra vaguedad administrativa fue Torrente Ballester,
el mismo que sitúa su Castroforte de Baralla como entidad volante
desprendida de la tierra y capaz de trasladarse a dónde sus vecinos
decidieran.
Hasta que llegó la autonomía ninguno de
los trajes administrativos le sentó bien a Galicia. O era grande o le
quedaba pequeño. Desde los organismos centrales se procuraba establecer
una talla única para así ahorrarse complicaciones pero la realidad se
resistía, y aquí la resistencia era callada y tenaz. Sabían nuestros
abuelos que Galicia no era tal como se cartografiaba en alguna
dependencia de Madrid y entonces surgía, junto a la realidad oficial,
otra profunda y auténtica con referencias brumosas. Ante la vista de
documentos timbrados que atestiguaban que el titular era de tal
provincia y cual municipio, el afectado decía para sí mismo “serei” y
seguía adelante como si nada.
Sufrimos una de las peores influencias de Napoleón
con su manía de organizarlo todo y codificar los más mínimos detalles.
Los afrancesados españoles se contagiaron y el resultado de todo ello
fue la división provincial que resiste hasta hoy y otra municipal que
intenta ser mitigada, con poco éxito, mediante la fusión de concellos y
las áreas metropolitanas. En suma que, si bien la expresión “ser de la
parte de” se ha ido perdiendo, provincias y municipios no dejan de ser
jurisdicciones ortopédicas que funcionan por inercia hasta que llega una
crisis.
En esta ocasión el emperador francés no tiene la culpa, sino una autoridad central que evidencia que entre Galicia y Madrid hay mucho más que seiscientos kilómetros. A esa distancia sideral no se ve una comunidad autónoma sino cuatro provincias y trescientos trece municipios. Mientras sólo tuvieron un valor administrativo, soslayable en la vida cotidiana, las molestias eran menores pero todo cambia cuando se convierten en criterios rígidos para orientar la vuelta a la “normalidad”. Las provincias se solapan. Los municipios se componen de núcleos con una dinámica propia. La Galicia genuina hace estallar las costuras jurisdiccionales, lo cual obliga a rectificar decretos de inspiración jacobina. Hay como una resurrección de la Galicia organizada por los romanos con su flexibilidad característica. Que el puente que une Padrón y Pontecesures sea idea de Roma habla bien claro de que su imperio, el mejor que pasó por el fogar de Breogán, se regía por pautas naturales y no por cuadrículas trazadas por los senadores a orillas del Tíber. Mañana que inauguramos la segunda fase, en ese puente seguirá habiendo una frontera que no separa nada y lo complica todo.