Operarios de una empresa arenera trabajan en el cauce del Ulla a la altura del concello pontevedrés de Pontecesures.
El cauce del Ulla fue un importante punto de extracción de arena durante décadas. Un negocio en el que participaron numerosas empresas en los años sesenta y setenta, sobre todo, del siglo pasado. España se encontraba entonces en pleno proceso de desarrollo, y el sector de la construcción demandaba grandes cantidades de áridos para levantar bloques de edificios y obras públicas. Los barcos areneros explotaron durante años este tramo del río Ulla, que sigue siendo navegable. Hasta Pontecesures (Pontevedra) llegaban grandes barcazas para transportar al puerto de Vilagarcía y otros puntos el material que se iba acumulando. Era entonces una actividad importante de la que vivían numerosas familias. Al principio, el trabajo se realizaba con unas técnicas y embarcaciones muy rudimentarias, que con el paso de los años fueron mejorando, gracias a la mecanización de parte del proceso. En algunas épocas, surcaban el Ulla hasta una veintena de embarcaciones cargadas de arena destinada a alguna obra.
Los servicios ferroviarios se redujeron durante el estado de alarma y ahora cabe la posibilidad de que ya no se restablezcan – De diez al día en cada sentido podrían pasar a solo cuatro.
Un tren, a su paso por el centro de Pontecesures.
Preocupación e indignación. Es lo que sienten los vecinos de localidades como Pontecesures, Catoira y Padrón ante la posibilidad de que se vea notablemente reducido el número de servicios ferroviarios que se prestan en ellas.
Ya
se hizo, por cuestiones obvias, durante el estado de alarma propiciado
por el coronavirus. Pero ahora parece que ya nunca volverá a ser lo
mismo. Todo indica que de diez servicios diarios se pasará a solo
cuatro, lo cual limita considerablemente las posibilidades de
desplazamiento en el territorio del Ullán.
Esta
hipótesis, y la preocupación existente al respecto, ya son de
conocimiento del presidente de la Xunta y los líderes de todos los
grupos políticos con representación parlamentaria. Al igual que son
conscientes de ello los alcaldes de Catoira, Alberto García; Pontecesures, Juan Manuel Vidal Seage; y Padrón, Antonio Fernández Angueira.
Lógicamente, las quejas de los vecinos también han sido puestas en conocimiento de Renfe
y del Gobierno de España, con la esperanza de que se mantengan
operativos el mayor número de trenes de cercanías posible y se garantice
que seguirán deteniéndose, al menos como hicieron hasta la pandemia, en
los apeaderos del Baixo Ulla.
El
temor radica en que a partir de ahora «en lugar de tener diez, solo
vamos a contar en Catoira, Padrón y Pontecesures con cuatro servicios en
cada sentido, eliminándose, por ejemplo, los trenes de primera hora de
la mañana», de tal forma que los más madrugadores «partirán sobre las
11.00 horas». Asimismo, el último, procedente de Santiago, «saldrá antes
de las 20.00 horas de la capital gallega».
Así
lo explican los denunciantes de la situación, abanderados siempre por
Luis Sabariz, exconcejal pontecesureño y exmiembro de la plataforma en
defensa del tren de proximidad.
Consideran
que el citado recorte, y más aún si se produce en horarios considerados
«esenciales», resulta del todo «inconcebible» , pues advierten de que
«va a impedir el uso del ferrocarril a trabajadores, estudiantes
universitarios, pacientes de hospitales y un largo etcétera de
usuarios».
Ni que decir tiene,
argumentan los defensores del tren de cercanías que piden la
implicación de todos los partidos políticos en esta causa, que reducir
la frecuencia de los trenes «va a afectar muy negativamente a la
actividad económica de toda la zona».
Por
si fuera poco, «los trenes regionales en todo el eje A Coruña-Vigo se
quedan solo en cuatro, suprimiéndose los que salían desde Santiago, A
Coruña, Vilagarcía y Pontevedra, lo cual supone un golpe definitivo a las cercanías ferroviarias o trenes de proximidad».
En resumen, que «nunca se puso en marcha en Galicia
un servicio de cercanías como tal, pero es que ahora los pocos tramos
que tenemos con algo parecido se pretenden eliminar», explica Sabariz a
los representantes políticos y a Renfe.
Todo
esto le lleva a decir que «resulta descorazonador que se aproveche una
tragedia sanitaria para acometer un recorte tan brutal y se tomen este
tipo de decisiones en contra del medio de transporte más ecológico,
económico y seguro».
Por
cierto, que la amenaza que pesa sobre la presencia del tren y su
vinculación con el Ullán sigue latente a pesar de que el balance oficial
de Renfe referido a 2019 deja patente la existencia de una gran
cantidad de pasajeros en la línea Vigo-A Coruña, con una muy importante actividad en sus estaciones, donde el número total de subidas y bajadas fue de 102.647.
Puede decirse, además que en Pontecesures se apearon 18.355 personas en 2018 y 19.047 en 2019; en Catoira pasaron de 21.554 a 24.355 usuarios; y en Padrón la cifra subió de 21.929 a 23.301 pasajeros.
Pescadores y mariscadores que operan en el Ulla, ya sea capturando anguila, lamprea o solla entre Carril y Pontecesures,
o bien extrayendo almeja y berberecho en Os Lombos do Ulla, alertan
nuevamente de la proliferación de especies foráneas que son una amenaza.
Se trata de especies
exóticas, como se denomina a las que se establecen fuera de su rango de
distribución nativo o autóctono, y de especies invasoras, que es como se
las considera cuando inciden negativamente sobre la zona en la que se
asientan.
Ya
se advirtió de esta circunstancia en ocasiones anteriores, pero la
preocupación no deja de crecer. Sobre todo ahora que, con la desescalada
tras el confinamiento por el coronavirus, parece constatarse que esa
amenaza foránea sigue en aumento, tal y como atestiguan los pescadores
de río.
La almeja asiática ( Corbicula fluminea) y el cangrejo rojo americano ( Procambarus clarkii) son dos de esas especies que acechan a la flora y la fauna del principal aporte fluvial de la ría de Arousa.
En
el primer caso, se trata de un bivalvo que empieza a colonizar el curso
bajo del Ulla. Y si no hace mucho el investigador Fernando Cobo,
director de la Estación de Hidrobioloxía Encoro do Con (Vilagarcía),
daba cuenta de su presencia entre la playa fluvial de Vilarello (Valga)
y Pontecesures, ahora los pescadores deportivos resaltan que empiezan a
verse importantes poblaciones aguas arriba, muy significativas a la
altura de Herbón.
En cuanto al
cangrejo rojo americano, durante la pasada campaña de la lamprea los
valeiros que opera en aguas de Pontecesures ya informaron de su nutrida
presencia. Y ahora los pescadores deportivos recogen el testigo de las
quejas y lamentaciones, tras detectar nuevos ejemplares en las últimas
semanas.
Puede
recordarse que la almeja asiática llegó al estuario del río Miño a
finales de los años ochenta y se instaló con rapidez y facilidad en
dicho cauce fluvial. Pudo haberse introducido en el Ulla cuando, hace
unos años, la Xunta de Galicia acometió trabajos de regeneración de bancos marisqueros en este río arousano aportando arena extraída en el estuario del Miño.
A
juicio de Fernando Cobo, aquello propició la expansión de este bivalvo
asiático de agua dulce, capaz de formar densas poblaciones de individuos
como las detectadas en Herbón, y capaz, también, de modificar el lecho
fluvial, cubriéndolo de conchas como las detectadas por los pescadores
en las últimas semanas.
El
cangrejo rojo americano, también conocido como cangrejo de las marismas,
es una especie oriunda del Noroeste de México y la zona central y sur
de Estados Unidos que ha logrado extenderse por amplias zonas de
América, África, Asia y Europa.
Por
su resistencia y su impacto en los hábitats que ocupa, figura en el
Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras del Ministerio de Medio Ambiente,
donde se hace constar que «tolera un amplio rango de condiciones
ambientales, incluyendo aguas salinas y llegando a soportar periodos
temporales de desecación en los que permanece en cuevas que excava como
refugio y que también utiliza cuando hace frío».
Llegado en 1974
Parece
que llegó a España en 1974, cuando se introdujo en las Marismas del
Guadalquivir con fines comerciales. Más tarde se destinó al comercio, el
consumo local y se usó como cebo. En 1978 se localizaba ya en la
Albufera de Valencia y un año después en el Delta del Ebro. En Medio Ambiente
apuntan que «su expansión se ha debido, además de a las sueltas
ilegales, a su capacidad de dispersión por las cuencas, llegando a
recorrer hasta 3 kilómetros diarios».
Respecto a su expansión por Galicia, puede recordarse que en 2010 ya se sabía de su presencia en los ríos Xallas y Umia; mientras que cinco años después se localizaba en la laguna de una antigua cantera en Barro.
LOS
gallegos de no hace tanto tiempo se geolocalizaban de una forma muy
precisa. Cuando alguien tenía que mostrar su procedencia decía que era
“de la parte” de Santiago, de Vilagarcía, o de Verín. Con eso bastaba y
el interlocutor se hacía una idea de los pagos por los que andaba el
sujeto. No había necesidad de aclarar provincia, ni municipio, ni
partido judicial, ni parroquia. Se pertenecía a una demarcación ambigua
pero suficiente, que sin embargo carecía de reconocimiento legal. Quien
mejor entendió nuestra vaguedad administrativa fue Torrente Ballester,
el mismo que sitúa su Castroforte de Baralla como entidad volante
desprendida de la tierra y capaz de trasladarse a dónde sus vecinos
decidieran.
Hasta que llegó la autonomía ninguno de
los trajes administrativos le sentó bien a Galicia. O era grande o le
quedaba pequeño. Desde los organismos centrales se procuraba establecer
una talla única para así ahorrarse complicaciones pero la realidad se
resistía, y aquí la resistencia era callada y tenaz. Sabían nuestros
abuelos que Galicia no era tal como se cartografiaba en alguna
dependencia de Madrid y entonces surgía, junto a la realidad oficial,
otra profunda y auténtica con referencias brumosas. Ante la vista de
documentos timbrados que atestiguaban que el titular era de tal
provincia y cual municipio, el afectado decía para sí mismo “serei” y
seguía adelante como si nada.
Sufrimos una de las peores influencias de Napoleón
con su manía de organizarlo todo y codificar los más mínimos detalles.
Los afrancesados españoles se contagiaron y el resultado de todo ello
fue la división provincial que resiste hasta hoy y otra municipal que
intenta ser mitigada, con poco éxito, mediante la fusión de concellos y
las áreas metropolitanas. En suma que, si bien la expresión “ser de la
parte de” se ha ido perdiendo, provincias y municipios no dejan de ser
jurisdicciones ortopédicas que funcionan por inercia hasta que llega una
crisis.
En esta ocasión el emperador francés no tiene la culpa, sino una autoridad central que evidencia que entre Galicia y Madrid hay mucho más que seiscientos kilómetros. A esa distancia sideral no se ve una comunidad autónoma sino cuatro provincias y trescientos trece municipios. Mientras sólo tuvieron un valor administrativo, soslayable en la vida cotidiana, las molestias eran menores pero todo cambia cuando se convierten en criterios rígidos para orientar la vuelta a la “normalidad”. Las provincias se solapan. Los municipios se componen de núcleos con una dinámica propia. La Galicia genuina hace estallar las costuras jurisdiccionales, lo cual obliga a rectificar decretos de inspiración jacobina. Hay como una resurrección de la Galicia organizada por los romanos con su flexibilidad característica. Que el puente que une Padrón y Pontecesures sea idea de Roma habla bien claro de que su imperio, el mejor que pasó por el fogar de Breogán, se regía por pautas naturales y no por cuadrículas trazadas por los senadores a orillas del Tíber. Mañana que inauguramos la segunda fase, en ese puente seguirá habiendo una frontera que no separa nada y lo complica todo.
En los últimos
días se ha intensificado la limpieza y desbroces de cunetas, caminos y
todo tipo de espacios públicos de la comarca de O Salnés y los
municipios del Ullán.
Este
plan, iniciado hace meses pero reforzado con la llegada del buen tiempo,
se realiza tanto a instancias de los diferentes Concellos como con
ayuda de la Diputación y por medio de los servicios de mantenimiento de
carreteras dependientes de la Xunta de Galicia.
Estas
operaciones incluyen la tala de árboles situados en los márgenes de las
principales vías de circulación. Entre ellas la PO-548, que une Pontecesures
con Vilagarcía, donde los operarios contratados al efecto llevan
semanas empleándose a fondo para retirarlos, especialmente en el caso de
aquellos que amenazaban con desplomarse sobre la calzada debido a la
acción de los fuertes temporales o la lluvia.
Estas labores, que también sirven para despejar los arcenes y aceras -en las carreteras que disponen de ellos-, pueden llegar a provocar retenciones o cortes puntuales en la circulación rodada, ya que en ocasiones es preciso colocar maquinaria pesada en la calzada o derribar sobre la misma los grandes árboles que se están talando.