Cesures estrenó en 1995 una estación depuradora que aún no funciona.
Ni el Concello tiene dinero para mantenerla, ni la mezcla de aguas fecales y pluviales permite su uso. Pontecesures interpreta desde hace 12 años un canto al esperpento junto a su depuradora
Si alguien cayó en la cuenta de que la casa se estaba empezando por el tejado, desde luego cerró la boca y dejó que el entonces alcalde de Pontecesures, el popular José Piñeiro, y Manuel Fraga inaugurasen en 1995, sin mayor problema, la depuradora de aguas construida por la Xunta. Pero ese problema existía. Hasta el punto de que, doce años después, Augas de Galicia y el gobierno municipal, liderado desde 1999 por el nacionalista Luis Álvarez Angueira, se las ven y se las desean para tratar de poner en marcha la estación que debería limpiar de vertidos el último tramo del Ulla antes de su desembocadura en la castigada ría de Arousa.
Entre aquel estreno y la ineficacia de hoy median breves episodios de funcionamiento. Siempre esporádicos, porque son doce años que huelen a chapuza. El modelo escogido en su día – «biológico», como lo denominan en Cesures – sólo es capaz de filtrar los desechos fecales. Exige, por lo tanto, una pulcra separación previa de esta clase de fluidos con respecto a los que vierten las canalizaciones que recogen el agua de la lluvia. Sucede que la única red de saneamiento que opera en el pequeño municipio arousano mezcla ambos líquidos en un solo caudal de residuos, cuyo volumen excede la capacidad de la depuradora verde hasta la más estrepitosa avería. Encenderla y apagarla fue, pues, todo uno.
Durante los últimos años, el equipo de Angueira ha priorizado la implantación de dos redes diferenciadas que salven este grave inconveniente. Pese a sus esfuerzos, sólo el 30% del saneamiento cesureño responde, por el momento, a esta separación imprescindible. Se trata, en realidad, de una de las grandes asignaturas pendientes en los concellos ribereños de la ría, que causó mil y un quebraderos de cabeza a la propia Vilagarcía.
Como doce años no pasan de balde, el deterioro de las instalaciones es tal que su puesta a punto exige una fuerte inversión. A la que, por cierto, el Ayuntamiento, cuya exigua población – apenas sobrepasa los tres mil habitantes – no le impide sustentar hasta cinco partidos políticos, no puede hacer frente. Nada raro, puesto que sus recursos tampoco serían suficientes para cubrir los gastos de mantenimiento del complejo. El resultado es un magnífico ejemplo de derroche, falta de planificación y de sentido común. Gracias a él, Pontecesures tiene a su disposición un almacén de lujo, cuya tecnología virgen dialoga a diario con maderas apiladas y todo tipo de materiales sin domicilio fijo.
La Consellería de Medio Ambiente acaba de aprobar una provisión de 175.000 euros, que se agotarán en poner en pie el bombeo y reactivar la depuradora. Es sólo un primer paso para disolver el rotundo dislate que alguien concibió doce años atrás.
LA VOZ DE GALICIA 13/03/07
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