Raíles que continúan en paños menores.
Galicia presume de haber dejado atrás el ostracismo en el que había sido recluida durante años, pero la deuda en materia de infraestructuras con la comunidad gallega sigue acrecentándose, casi como ese agujero negro en el que la crisis está sumiendo a muchos pueblos y familias. Nos ofrecen tren de alta velocidad y se nos ponen los ojos como platos. Y decimos sí, ¡cómo no!. Pero para sumar progreso nos obligan a restar prestaciones. Y quedan pueblos diseminados a lo largo y ancho del territorio privados de servicios de proximidad. Claro, como todos vamos a poder viajar a Madrid todos los días, ¿para qué queremos el cercanías? ¡Qué ironía! Ironía también supone ver una vez que el proyecto de futuro está en marcha que el día a día existe y que los desplazamientos son necesarios. Pero nos encontramos con que la gran mayoría de las viejas vías se han desmantelado. Es entonces, y sólo entonces, cuando nos damos cuenta de que es necesario mantener vertebrado un territorio diseminado que está condenado con el AVE a morir en el aislamiento, después de años disfrutando de un medio de transporte próximo. Y miramos para Cataluña y envidiamos a la comunidad vecina porque nos lleva años luz. Pero Cataluña tiene algo que Galicia carece: infraestructura de base, cimientos que permiten construir y exigir. Aquí seguimos en paños menores, con vías desmantelas y sin ente gestor ferroviario en firme. Mal empezamos.
EL CORREO GALLEGO, 08/05/09
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