La feria equina de San Martiño salva la cifra de visitas pero cae en ventas.
Los tratantes se guarecieron de la lluvia en los camiones de los caballos, que no evitaron la mojadura.
Pese a la lluvia, la elevada afluencia de visitantes a la carballeira de Francos fue constante durante todo el día
Teo volvió a vivir ayer una Feira de San Martiño pasada por agua y con un viento que quitaba las ganas de salir de casa para comer bajo una carpa sobre el barro y con la cercanía de decenas de caballos y yeguas esperando comprador.
Sin embargo, el hecho de que la feria de Calo esté registrada como la más antigua de Galicia fue ayer todo un plus que provocó atascos de coches en la N-550 y de paraguas en los cruces de la carballeira de Francos, atestada de puestos de todo tipo y de personas atraídas por una variedad de productos que abarcaba desde los cardiosaludables frutos secos a pastelería hipercalórica, pasando por ofertas de paraguas, máquinas excavadoras y productos alimenticios tradicionales como queso y licores artesanales.
Pese a la amplia variedad de productos para el consumo, el verdadero referente y atractivo de la feria teense son los caballos, y aunque las transacciones de tan hermoso animal ya no son ni mucho menos lo que eran, en la parte más alta de la carballeira de Francos permanecían serenos e impertérritos decenas de animales desde primerísima hora de la mañana para cambiar de dueño. Pocos lo hicieron.
Y si los vendedores de una simple camiseta, paraguas o calcetines se quejaban de que las ventas no fueron nada bien, lo mismo puede decirse de los dueños de los animales, que apenas cerraron negocios ni intercambios de ejemplares.
Eso sí, los vendedores reconocen que quienes acuden a Calo a comprar un animal saben perfectamente el valor de los caballos. Así lo confirmaba ayer Diego Agrasar, un joven de Extramundi (Padrón) que ayer se trasladó a Teo con su hermano Rodrigo y un amigo, David San Marcos. Ambos querían vender dos caballos jóvenes, uno de ellos una yegua de raza árabe de un año, con un precio negociable de dos mil euros. Sin embargo, a última hora de la mañana reconocían que regresarían a Extramundi con sus dos yeguas «y tan contentos», ya que lo suyo es afición por el mundo equino y no un negocio que en estos momentos sufre gravemente los problemas de la crisis económica».
LA VOZ DE GALICIA, 12/11/10
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