El piñón fijo de las fusiones.
De igual modo que en esta profesión de juntaletras acostumbra a recomendarse, como una de las más deleznables prácticas profesionales, «que la verdad no te estropee un buen titular», la profesión política suele instalarse en el camino robotizado del piñón fijo y, dada la idea, se lanza sin pararse a pensar cuáles puedan ser las consecuencias de perpetuarse en el error o en la irreflexión.
Con el debate abierto sobre la pretendida necesidad de fusión de los ayuntamientos, sin más criterio de rigor que la sospecha de que el del tamaño geográfico o poblacional acaso pueda, sin el mínimo estudio que lo avale, llevar parejo el ahorro, la máquina de la opinión pública comienza ya su labor de desbroce, sin que sea posible introducir ni un sólo elemento disuasorio de aquella preconcebida decisión de fusionar concellos. Pero habrá que insistir.
Por de pronto y en este mismo semanario, era el regidor de Pontecesures, del BNG, el que abogaba por la independencia de su concello y prometía defenderla como ya hicieran los cesureños en 1925. El argumento partía de una idea de libro no resuelta, «non queremos ser parte de ninguén». A lo mejor así empieza a entenderse que ni va a resultar tan fácil ni la vía legislativa se antoja suficiente para atajar todas las protestas que surgirán.
Pero es que ahora mismo hay concellos, como el de Ames, que partiendo de una dualidad poblacional similar, lo que hace en la práctica es duplicar servicios e instalaciones dentro del mismo concello, porque, reconocía un ex regidor, «a ver quién hace algo en Bertamiráns y no lo repite en O Milladoiro».
La casuística podía llegar al infinito y más con la enervación y enfrentamiento entre pueblos ya tradicionalmente rivales a los que una ley quisiera convertir en parte de un todo ¿Cómo? ¿Cogiéndo por el camino del medio y buscando nuevas Brasilias municipales? ¿Y que Corporación es capaz de aguntar toda la presión vecinal metida en el horno de las decisiones locales?
Lo más enjundioso de esa cerrazón política es la razón de peso que se invoca, el ahorro. Pero hay que negar incluso la mayor, porque ni los municipios pequeños son los más endeudados, ni el camino más corto para el ahorro es la fusión sino el mancomunar servicios, y todo eso no pasa de ser el chocolate del loro frente al dispendio de unas diputaciones clientelares abocadas al derroche y a la anarquía inversora.
Por Juan Salgado.
TIERRAS DE SANTIAGO, 30/08/11
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