No importa en el súper o en la calle si son de Herbón.
Que con las cosas de comer no se juega debieran saberlo, antes y mejor que nadie, los productores de los afamados pimientos de Herbón, no en valde y por no corregir a tiempo los desmanes y un afán de riqueza desleal con el consumidor alumbraron, primero que nadie ellos mismos, el mayor fraude desleal que darse pueda. Hasta que el intermediario descubrió el truco y decidió que puestos a enriquecerse, tonto el último. El definitivo paso era de libro. Los productores de las zonas más cálidas tenían el mercado y la imagen de marca hechos. Sólo era cuestión de envasar. De igual forma, y a poco que lo meditaran, los productores de los pimientos de Herbón habrían tenido que reconocer que la primera fama ganada por su producto lo fue porque algunas familias, hace ya años, se tomaban la molestia de ofertarlos desde las carreteras, hiciese sol o ventisca. Pretender ahora que ese inmemorial tipo de venta supone una competencia desleal es confundir el culo con las témporas. Y hacerlo aludiendo a razones de higiene o imagen, es pasarse varios pueblos. Deben preocuparse, eso sí, de que la mercancía que se oferta tenga la adecuada grantía de origen. Nada más. Lo otro será cosa de Hacienda, de la Seguridad Social o del Concello, pero no de los productores, que nada malo les va en ello. Salvo que se quiera volver a las andadas.
Columna «Espinas»
TIERRAS DE SANTIAGO, 30/08/11
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