Padrón: el deber de gobernar.
Tres huelgas de la basura en dos años (de haberse desarrollado la prevista para estas Navidades), o cuatro si el listón del tiempo se tira un par de años atrás, son demasiada conflictividad para una ciudadanía que asiste, entre atónita e incrédula, a un conflicto circunscrito en última instancia a trabajadores y patronal y en el que la vecindad (municipalidad incluida) era mera invitada de piedra.
Quizá fue ese, junto a su probada formación profesional en el mundo de las leyes, el argumento último que llevó al actual alcalde, el popular Antonio Fernández Angueira, a fijar la raya definitiva de la paciencia municipal y ciudadana y asumir, con los costes que fueran precisos, la definitiva rescisión del contrato que vinculaba al Concello con Global Vambrú, la empresa concesionaria del servicio de basuras. Así, y de un solo plumazo, concluyeron el oscurantismo y pasotismo de la empresa y la excesiva tensión ciudadana generada por la parte laboral, que acaso no supo medir las consecuencias últimas de llevar el conflicto hasta extremos de insólita crispación.
Cierto que más allá de las dos partes en litigio, el conflicto se desencadenó por irresponsabilidad de viejos gobernantes del propio PP que aún le deben al pueblo la explicación de por qué se prestaron a firmar contratos leoninos que dejaban hipotecados a los vecinos a lo largo de varios años. Que, además, se hiciera en periodo de mandato en funciones y con el resultado de las urnas en el horizonte próximo no hace sino añadir aviesas intencionalidades cuyo alcance acaso se lleguen a conocer algún día.
Pero cierto, asimismo, que el conflicto se había anquilosado a lo largo de los cuatro últimos años sin que las fuerzas políticas que integraron la Corporación municipal de Padrón durante todo ese tiempo supieran estar a la altura. Unos, la oposición, por hacer valer el viejo axioma de que al enemigo ni agua; otros, el equipo de Gobierno, por su más que timorata actitud a la hora de defender el derecho ciudadano frente a lo que eran claros chantajes de patronal y trabajadores, hasta extremos rayanos en la violencia.
Por eso se echaba en falta un Gobierno que fuera coherente con la responsabilidad adquirida, gobernar. Aunque no siempre las decisiones sean ni fáciles, ni entendibles, ni económicas. Pero entre el fuero y el huevo, un Gobierno está para mandar y no aceptar chantajes de nadie. Por suerte, además, esta vez la oposición sí supo estar a la altura.
TIERRAS DE SANTIAGO, 27/12/11
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