El rojo pasión se impone de Pontecesures a O Grove.
Si a usted no le gusta el fútbol, reciba mi pésame. De aquí al domingo el balompié será una cuestión de estado y nadie que baje a la calle y tengo un mínimo de vida social pordrá escapar de esa marea roja que no cierra polígonos de bateas, sino que despliega banderas rojigualdas y llena terrazas y cafeterías. Puede usted revelarse contra esa pasión desbordada, pero no le servirá de nada. Se lo aconsejo: es mejor que se deje contagiar por la fiebre desatada por los triunfos conseguidos en la Eurocopa por los chicos de Del Bosque.
Y es que nadie, repito nadie, puede quedar al margen de la pasión futbolística por mucho que quiera. Se la recordarán las banderas que cuelgan de las ventanas y balcones (ni siquiera en las fiestas se ven tantas enseñas ondeando en las calles). Se la servirán en bandeja los comentarios de la barra del bar en el que se toma el café de la mañana. Se la tropezará en la cola del super y le llegará a través de los tabiques de casa. Porque la orilla sur de la Ría de Arousa, desde Pontecesures a O Grove, está teñida del rojo que han popularizado San Iker, Iniesta Jordi Alba o el mismísimo Sergio Ramos, que el jueves logró reconciliarse con los penalties y con la afición.
Fíjense como es la cosa que en O Grove, el miércoles, adelantaron el pleno para que a la corporación le diese tiempo a ver el partido en el que cayó Portugal desde el minuto uno. Reparen también en lo avispados que han estado en Valga los organizadores de la Festa da Xuventude: convencidos de que España llegaba a la final programaron los actos del domingo con cierto adelanto sobre lo que manda la tradición, y de esa forma el espectáculo de las vaquillas, todo un clásico, se desarrollará a las 18:30 horas. Así acabará a tiempo para que la gente acuda al auditorio de Cordeiro para verm, en una pantalla gigante, la gran final. El partidazo del año.
LA VOZ DE GALICIA, 29/06/12
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