Sigue la tradición churrera de Pontecesures: Los mejores churros ambulantes se quedan a vivir desde mañana en el casco histórico de Santiago.
La churrería La Quinta, originaria de 1842, abre su primer local fijo en la rúa Caldeirería con el espíritu de hacer de ella toda una plaza mayor
Cuando allá por 1842 el tatarabuelo de Ibai Castiñeiras instaló por primera vez su puesto de churros en una feria de Pontecesures, de donde era natural, no se imaginó que 181 años después un descendiente de su estirpe, el propio Ibai, le cogería el testigo abriendo permanentemente y vendiendo la misma materia prima en la zona más noble del casco antiguo compostelano. «Vin que coa xubilación da miña avoa era posible que a churraría pechase, así que non o pensei e lanceime con isto que tantas veces planeei na cabeza», indica el joven, de solo 25 años. Ahora bien, el espíritu se conserva aunque la idea original haya sufrido un cambio radical. «Sei, pola experiencia da miña avoa, que a ambulancia é moi dura, moi sacrificada, e son consciente de que os hábitos cambian», expone Ibai. Es justo por ello que se ha decidido por establecer los mejores y más tradicionales churros ambulantes en el número 42 de la rúa Caldeirería, en Santiago. Desde mañana, cuando todo echa a andar, en esa calle habrá una nueva plaza mayor, pues todo el local está ambientado de tal forma que nos traslada a un domingo de feria por la mañana, aunque también se venderán churros para llevar. La sala es tan luminosa como si brillase el Sol, cuelgan del techo las hojas verdes de los árboles y los toldos marrones de las carpas de la feria; las mesas y las sillas son como las de un café de antaño y hasta el suelo está decorado como los empedrados más típicos del centro en una villa marinera. Una renovación que no hace al negocio perder su esencia, pues la abuela de Ibai ya ha facilitado el visto bueno. «Onte, sen ir máis lonxe, estivo dándolles consellos aos cociñeiros, que eles escoitaron tomando nota». No hay nada como la voz de la experiencia, a la que Ibai rinde culto en la decoración del local a través de un mural en el que figuran las diferentes generaciones que han gestionado el negocio todos estos años. Ibai, representado en el centro de la obra, explica el nombre de la churrería, que nació como El Pirata, luego se llamó Fina «como a churreira, miña avoa» y ahora se renombra como La Quinta, «que son eu, a quinta xeración de churreiros».
La Voz de Galicia
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