El lunes pasado, a los 101 años, falleció un personaje histórico de la comarca: «Pasarín».
El adiós a un testigo imprescindible de los cambios que ha experimentado O Salnés en los últimos ochenta años.
Francisco Buceta Gómez, «Pasarín», falleció a los 101 años
Gorra azul, cámara colgada, bastón de madera y paso rápido al andar. La estampa de Francisco Buceta Gómez, Pasarín, era perfectamente reconocible para cualquiera que haya vivido en O Salnés. Valgués de nacimiento, pero vilagarciano de adopción, la figura de Pasarín comenzó a hacerse familiar para sus vecinos cuando trabajó como acomodador en el mítico Teatro Cervantes. Allí, según contaba, fue donde arrancó su pasión por la fotografía. Una pasión que lo acompañaría durante toda la vida y que unió a mediados de los sesenta y principios de los 70 con el mar. Se embarcó y en cada parada que hacía el barco en el que trabajaba bajaba al puerto y fotografiaba a las gentes que se encontraba. Namibia, Angola, Senegal, Mauritania… el archivo fotográfico de Pasarín es infinito. Y el mar, que tanto le dio, también le quitó. Un accidente en 1974 le costó la visión de un ojo y le cambió la vida.
Por su estudio fotográfico pasaron centenares de personas, que aceptaban sus órdenes sin rechistar: «No permitía que prepararan a los niños para sacarse la foto. Les decía ‘si arregláis al niño, no hago la foto’. Si no, no tiene mérito», decía. Y le gustaba sacar fotografías sin que el protagonista de la imagen se enterara. «Hay alguno que se murió sin saber que le tengo en foto», bromeaba. Pasarín aseguraba tener miles de negativos de los personajes más variopintos de la comarca. Entre ellos aparece, por ejemplo, Pedro El Montañés, el que fue el primer vikingo de Catoira.
En realidad, él mismo era un personaje. Un gran personaje. Los vilagarcianos más veteranos todavía recordarán aquel año que en Carnavales, disfrutar del Antroido era otra de sus pasiones, decidió disfrazarse del astronauta ruso Yuri Gagarin e intentar hacer volar una nave Sputnik diseñada para la ocasión. «El Sputnik estaba hecho en chapa de madera por los carpinteros Quintáns y Rodríguez, ayudados por don Justo García, César Pereira… después se metieron allí demasiados técnicos y fue el motivo de que al final no subiera», contaba hace treinta años en La Voz. El uniforme espacial del Gagarin arousano, irreprochable: un calzoncillo de gaiteiro, una camiseta, un gorro de baño de señora y un despertador, pero, en realidad, aquello estuvo a punto de acabar en desastre. Cinco kilogramos de pólvora se cargaron en la nave. «El pirotécnico me había dicho que no me preocupara, que no era más que fogueo y yo iba tranquilo. La pólvora comenzó a arder y, como el Sputnik me lo pusieron por la cabeza, eché las manos y me quemé. Empezó a arder el traje y tuve que saltar hace atrás y tirarme ardiendo», recordaba.
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Y pasear. Otra de sus grandes pasiones. Siempre con un bastón, fabricado por él, y por toda la comarca, que conocía a la perfección. «Hay que saber andar», repetía y allá que se iba. Andando a la ida, y en algún transporte público a la vuelta. «Había quien por caminar tanto me tomaba por un loco», decía.
Pasarín, al que le pusieron ese mote de niño por su afición al fútbol (un mítico defensa que jugó en el Celta se llamaba así), falleció a los 101 años de edad. Su funeral será este martes a las cinco menos cuarto de la tarde. Se va un testigo imprescindible de cómo ha cambiado todo.
La Voz de Galicia
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