Sin llegar a la chovinista presuntuosidad de aquel santiagués de viejo que afirmaba que en Compostela cada taberna era un ateneo, no cabe duda que esos establecimientos desempeñaron, y todavía tienen, un incuestionable papel como dinamizadores de la vida de cada barrio, aldea o ciudad. Si las tabernas son, como las barberías, el periódico vivo de cada día que se va confeccionando hora a hora y minuto a minuto con la incorporación en tiempo real de los últimos sucedidos, en torno a sus mesas se cocinan buena parte de las ideas y proyectos con repercusión directa en la convivencia vecinal, desde fiestas a excursiones, equipos de fútbol, corales? Escuelas continuadas de convivencia, en las tabernas aprendimos a reír, a compartir la última confidencia, a interesarnos por el problema del amigo, a prestar ayuda no sólo de palabra al vecino que la demanda. Por eso cuando, como hoy contamos, dos emblemáticos lugares de Cacheiras y Padrón se cierran, un poco de la memoria de todos nosotros se queda tras la última vuelta de llave. Casa Manolo y Bandín son dos preclaros ejemplos de esa otra vida de los pueblos con su parsimonioso y costumbrista discurrir al lado de la arrancadeira, del chiquito, del café o de la penúltima, que última es vocablo desterrado del particular argot tabernario, confeccionado por la suma de imaginación de cada pueblo y lugareño.
Columna «Espinas». TIERRAS DE SANTIAGO, 01/01/08