Por si alguna duda quedaba con la inauguración, días atrás, del albergue de peregrinos de Pontecesures, se encargó de zanjarla meridianamente el regidor de la localidad, el nacionalista Lois Álvarez Angueira, al señalar que dicho evento lo era en función de las gestiones del gobierno que le había precedido y que, en su deseo, mejor hubiera sido dedicar el edificio a otra finalidad. Ante lo afirmado por el regidor, cabría suponerle una reconversión que ni la de San Pablo en favor de un liberalismo absoluto en pro de la hostelería local. Pero, como ocurre incluso en el plano ideológico, la cabra siempre tira al monte (no es el único concello del BNG en la misma ruta que abjura de tal fenómeno), aquel supuesto hay que descartarlo. También, porque Cesures no cuenta con una oferta hotelera tal como para que las 52 camas del complejo supongan competencia a la hora de acoger a parte de esos más de 22.000 peregrinos -de zapatilla y mochila- que pasaron por allí en 2011. Con lo que la otra interpretación lógica sería pensar que el regidor prefiere que nadie pernocte en su municipio, porque nada tiene que ofrecer desde el plano turístico, cultural o social. Como, siquiera sea por decencia política, esa interpretación sería descabellada, no queda más que volver a lo de siempre, que las orejeras políticas no distinguen entre gimnasia y magnesia.
Columna «Espinas»
TIERRAS DE SANTIAGO, 10/01/12