Columna «País, País». Lois Blanco.
LA VOZ DE GALICIA, 17/01/10
David Meca, catalán de 36 años, es un hombre poliédrico. Las medallas de su carrera profesional como nadador de larga distancia ocupan una pared, a pesar de que de niño caminaba con dificultad. Los médicos le recomendaron a sus padres que nadara y que nadara mucho. Fortaleció las piernas, ganó dos veces el mundial en aguas abiertas, pero después una sospecha de dopaje por nandrolona lo fulminó. Le impidieron competir en campeonatos oficiales durante cuatro años y se dedicó a superar retos con cámaras de televisión detrás.
La mañana de Reyes puso fin al reto Xacobeo, después de pasar unas horas de descanso forzado en el hospital por hipotermia. El día anterior se había echado al agua en Vilagarcía, dejado atrás Catoira y había nadado río arriba por el Ulla hasta Pontecesures, donde hubo que subirlo a una ambulancia porque el agua estaba fría como las calles este invierno.
Concluida la ruta que la leyenda le atribuye al Apóstol y a su barca de piedra, recalentado ya el cuerpo, el nadador y showman se hizo la fotografía en el Obradoiro con el conselleiro de Cultura, Roberto Varela, que para algo es el que financió a cuenta del Xacobeo el montaje del cansino espectáculo de Meca.
Al Capone sin bañera
El enésimo reto del catalán que ha pagado la Xunta pasará, sin pena ni gloria, a la lista de decenas de rutas y travesías que desde hace años recorre el nadador siempre que alguien le ponga el dinero y adquiera su espectáculo: da igual si es para cruzar el canal de la Mancha, el estrecho de Gibraltar, de las Baleares a la Península… o para subir un tramo del Ulla.
Descubrió el negocio casi por accidente. Tras la sanción por dopaje, Meca lanzó su primer reto mediático hace ya bastantes años: la fuga de Alcatraz, tachán, tachán. Saltó al agua desde la cárcel del cine norteamericano con unos grilletes, sin neopreno y nadó seis kilómetros hasta San Francisco. Cuando lo contratan para dar conferencias, suele contar que quería reivindicar su inocencia. «Solo después de muchos trámites se me dio la razón judicialmente y se reconoció que era un falso caso de dopaje, pero el daño moral estaba ya hecho», cuenta.
En cambio, lo que vendió con su fuga también era que iba a demostrar que abandonar la roca a nado era posible, aunque cualquiera con dos dedos de frente cae en la cuenta de que los presos no tenían piscinas para entrenarse, ni siquiera Al Capone tenía bañera en su celda. Ninguno de ellos era, como Meca, especialista en larga distancia. Alcatraz le enseñó que, si continuaba siendo hábil en la elección de los destinos, el asunto de los retos podía ser un buen negocio, porque siempre hay quien pica.
Congelados en el tiempo
El inicio del Xacobeo 2010 con Meca de embajador y con la obsesión oficial de hablar de cifras millonarias de peregrinos produce una sensación de hipotermia; de congelación del tiempo. Recuerda peligrosamente el papanatismo y el todo vale de los dos Xacobeos del fraguismo, uno capitaneado por Vázquez Portomeñe y otro por Pérez Varela. ¿Ya nadie recuerda los 300 millones de pesetas que se llevó Julio Iglesias por ser el embajador del Pelegrín?
Meca llegó, vio, nadó y se fue a montar otro show a otro lugar. En agosto, como recordaba una carta publicada en este periódico al día siguiente del ascenso durante seis horas y media por el Ulla, la ría de Vigo albergó una historia de superación personal, más heroica y menos mediática.
Un gallego de 52 años, Chano Rodríguez, atravesó la ría de Vigo durante 25 horas y 14 minutos ininterrumpidos. El récord de tiempo en el agua le pertenece, según parece, al mismísimo Meca, con 25 horas y 41 minutos en una prueba en aguas más templadas. Sin embargo, hay una diferencia sustancial, Chano nada solo con la fuerza de los brazos, porque lleva siempre grilletes; es parapléjico. «O seu récord (escribió Enmanuel Rueda en su carta) non entrou no Guinness porque seica hai que pagarlle aos xuíces».
Los del Xacobeo también podrían marcarse un reto, mejor al estilo Chano que al de Meca: que los próximos once meses no sean un saco sin fondo del que sale el dinero de todos hacia los bolsillos de unos pocos espabilados.