Un hombre ha fallecido hoy en el Concello de Valga, como consecuencia de un accidente de circulación. https://www.facebook.com/plugins
Se trata de Ramón Ferro Grela, un vecino de San Xulián, en el Concello de Pontecesures, de 57 años de edad.
El lugar en el que se produjo el suceso es un tramo recto.
Sucedió a las tres de la tarde, y una hora después el cuerpo sin vida permanecía atrapado en el interior del vehículo, a la espera de que se dictara la orden judicial de levantamiento del cadáver. A eso de las 16.30 horas todo el dispositivo había terminado.
Miembros del operativo de emergencias.
Por causas que se desconocen se salió de la vía cuando circulaba por la carretera Nacional 550, que une Padrón con Caldas de Reis.
El suceso tuvo lugar en la zona de A Medela, donde ya se han producido otros fatídicos accidentes de circulación con anterioridad.
El coche chocó lateralmente contra el poste.
Participan en el operativo efectivos del Grupo de Emergencias Supramunicipal (GES) de Padrón.
Aprueba una inversión de 100.000 euros | Será incluido dentro de los de interés autonómico.
La Xunta de Galicia ha decidido invertir un total de cien mil euros en la redacción del proyecto de urbanización del parque empresarial de Pontecesures (Pontevedra) así como en el Proyecto de Interés Autonómico (PIA) con el que va a contar la superficie.
El consejo de administraci´pon de la sociedad pública Xestur Galicia acaba de aprobar la contratación pública, que se formalizará en los próximos días por un importe de 99.730 euros y un plazo de ejecución de trece meses.
Veintiuna parcelas
El parque empresarial de Pontecesures tendrá una superficie total de alrededor de 304.000 metros cuadrados, de los que más de 182.000 metros cuadrados se corresponden con las aproximadamente 21 parcelas de suelo industrial en las que quedará dividido, explican en el órgano autonómico.
Francisco Buceta Gómez, al que todos conocen como Pasarín, nació en Cordeiro (Valga) un 27 de marzo de hace 99 años. Es decir, se celebró el cumpleaños de un hombre querido y admirado por muchos al que casi todos recordarán por haberlo visto caminar y caminar por cunetas, caminos, corredoiras y carreteras con su cámara de fotos colgada del cuello y una característica gorra en la cabeza.
Hay quién se pregunta qué habrá sido de aquel hombre bien parecido, e incluso si sigue vivo, ya que hace mucho que no se le ve caminando por el que era su trayecto preferido, entre Vilagarcía, donde tiene asentada su residencia, y Catoira, donde pasó buena parte de su vida y realizó gran parte de su trabajo fotográfico.
Imágenes captadas por el fotógrafo vilagarciano en la segunda mitad del siglo pasado. PASARÍN
Pues si, Francisco Buceta Gómez, Pasarín, aquel fotógrafo con aspecto de capitán de barco al que era fácil toparse caminando con un palo en la mano y la cámara a cuestas, sigue con vida, aunque, como todos, sufriendo los efectos de los confinamientos y limitaciones de la movilidad derivados de la pandemia.
Unas complicaciones que, en su caso, se ven más agravadas, si cabe, debido a su ya mermada y delicada condición física.
Su hija, “una niña de la época del alcalde Jacobo Rey Daviña”, cumple 74 años
La hija de Pasarín, María José, que el 29 de abril cumplirá 74 años, es también testimonio vivo de la evolución de Vilagarcía, ya que, como ella misma indica, fue “una niña de la época del alcalde Jacobo Rey Daviña”.
Preguntada por el estado de salud de su padre, relata con orgullo algunas de las anécdotas de las que le hablaba, al igual que confiesa que es imposible determinar cuántas fotografías pudo haber realizado y “positivado”, aunque nadie duda de que pueden haber sido miles… quizás decenas de miles.
Los achaques propios de la edad hacen que tenga importantes dificultades de visión. La misma vista que le había dado una vida de felicidad, ya que Pasarín, que fue acomodador en el desaparecido Cine Cervantes y fue navegante, era sumamente feliz cuando, con su cámara, captaba para siempre momentos, sensaciones, vivencias, sentimientos y emociones.
Cuadros con fotos de Pasarín colgados en las paredes del consistorio catoirense. PASARÍN
Un pionero
Fue uno de los primeros fotógrafos oficiales y uno de los primeros fotógrafos de estudio. Pero, sobre todo, este arousano fue un apasionado de la fotografía que disfrutaba inmortalizando para siempre aquello que más le llamaba la atención.
De ahí que su archivo, digno de ser lucido y admirado en cualquier museo o la mismísima Fototeca Nacional, refleje como pocos la evolución experimentada desde 1955 por las gentes, los bienes y las costumbres de O Salnés y Ullán.
Uno de los bailes de antes. PASARÍN
Son casi siete décadas de instantáneas en blanco y negro tomadas cuando la fotografía ni siquiera podía ser entendida como un arte.
De todo un poco
Los lavaderos públicos, una velada de boxeo o los bailes que se hacían en el campo de las fiestas del pueblo, una procesión, las corredoiras de antaño ocupadas por atareados lugareños y sus animales domésticos, las bandas de música que alegraban el día del patrón…
Todo ello son escenas captadas, sobre todo, en la segunda mitad del siglo pasado, que tuvieron cabida en la retina, la memoria, el corazón y la cámara de Pasarín.
Aunque sí, desde luego, como una afición cara que requería enorme sacrificio, pues nada tenía que ver aquello con lo que se hace ahora desde la comodidad de cualquier cámara digital o teléfono móvil.
Una de las imágenes históricas captadas por Pasarín.
Una exposición permanente de un hombre orgulloso de su trabajo y agradecido
Sin poder caminar como antes, con los problemas de visión referidos e incluso con dificultades auditivas, Pasarín es un hombre que seguirá hasta el fin de sus días mostrándose orgulloso por haber sido testigo del progreso experimentado en la comarca.
Al igual que es un hombre satisfecho por el trabajo que ha realizado y agradecido por haber tenido la oportunidad de, a través de sus fotos, rendir homenaje a esas gentes que lo acompañaron e incluso hicieron de improvisados modelos en las diferentes localidades arousanas, llegando a convertirse en su medio de vida en municipios como el vikingo.
Un pueblo, dicho sea de paso, donde pueden verse decenas de sus instantáneas, convertidas en cuadros de tintes históricos que cuelgan de las paredes de la casa consistorial, a modo de exposición permanente.
Y también un ayuntamiento, el catoirense, que como el de Vilagarcía, y puede que el de Valga, quizás algún día homenajeen como se merece a este hombre que vivió por y para la fotografía y que invirtió tanto dinero como esfuerzo en la elaboración de ese gran álbum histórico de la comarca y el Baixo Ulla.
Resignación y desánimo por el cierre de Pontecesures.
«La mayor parte de los contagiados viven en otras localidades aunque estén censados en el pueblo», razonan.
Los vecinos de Pontecesures no dan crédito al cierre perimetral impuesto por el comité clínico, incluso podría decirse que están indignados porque bastan cinco positivos para que la situación perdure en el tiempo. En estos momentos son ocho los enfermos de COVID pero, afirman, «aunque figuran en el censo municipal, casi ninguno vive aquí, sino en Santiago, en Padrón..»
Todos se conocen en la localidad, incluso a los dos contagiados que residen «en una aldea limítrofe con A Estrada», es decir a varios kilómetros del núcleo urbano. Pero el pueblo amanecía desierto y así se mantuvo durante casi todo el día dibujado por persianas bajadas, terrazas recogidas y muchos avisos de restaurantes de que se sirven cafés o comida a domicilio.
Es su salvaconducto económico. En el mercado de abastos, el ambiente fue casi nulo durante toda la mañana y al mediodía el puesto de Maricarmen Batalla mostraba cajas llenas de pescadilla, chopo, doradas y rapantes de la lonja de Ribeira.
«Desde que abrimos calculo que habrán entrado en la plaza unas 10 o 15 personas y, por tanto, apenas vendí nada y todo lo que hay aquí hay que tirarlo si no se vende este fin de semana» lamentaba la conocida pescantina cesureña, una de las más afamadas cocineras de lamprea de la localidad.
Sobre su mostrador estima que hay producto por importe de 800 o 900 € «que arriesgamos cada fin de semana si no se vende» pues son productos rápidamente perecederos.
La acompañaban en el pasillo del mercado sus dos hijos que también lamentaban que Ponteceusures se encuentre en esta situación de cierre, sobre todo por la proximidad de las fiestas de San José y San Lázaro, la época que tendría que ser de mayor movimiento del trimestre por la afamada lamprea cuya exaltación se celebraba en este mes.
Una preocupación que se extiende también a otros locales de hostelería, cuyos propietarios se resignan a «vender un par de sabrosas piezas cocinadas» para familias que quieran degustarla en sus casas.
Es el caso de Yoselín Beltré, responsable del bar «Carabela», uno de los más antiguos del pueblo y que antes regentaban sus suegros. «Tengo abierto porque sellamos lotería y de paso, intento vender unos cafés para llevar o alguna comida para casa», relata con cierto pesimismo.
«Ya llevamos un año al límite y tengo dos hijos a los que hay que alimentar por lo que no queda otro remedio que buscar algún ingreso», razona a la vez que reconoce que si antes vendía 40 o 50 cafés por la mañana, ahora son cinco o seis, por lo que sus ingresos se han reducido a la mínima expresión.
Una preocupación que también se observa en otros ambientes desvinculados de la hostelería. «En los bares no tienen la culpa, porque las medidas higiénicas son máximas» explicaba uno de los operarios de la empresa «Prace» de Tomiño que participa en la mejora de la enorme plaza que se rehabilita frente al Ulla.
Los cuatro empleados aprovecharon el descanso de mediodía para comer el menú que le cocinaron en un restaurante próximo pero que tuvieron que consumir en la vía pública pues los comedores están cerrados.
«Desde que empezó la obra siempre recurrimos a los bares de Pontecesures porque es un sector que lo está pasando muy mal», sostienen al unísono.
Confían todos los consultados en que el cierre. «se prolongue lo mínimo posible» y piden al alcalde, Vidal Seage, que sea más exigente con las autoridades «para que esta situación no se convierta en una rutina».
«Esto es una ruína absoluta» , lamenta Carmen Batalla en su puesto de la pequeña plaza de abastos y que admite que se las ingenia para salir adelante día a día.
«Ahora vendemos lamprea a domicilio y la llevamos cocinada a donde sea, a Noia, a Santiago…» porque sino tendría que acabar de nuevo en el Ulla. Un lujo que los buenos clientes con seguridad nunca van a permitir.
La situación de la comunidad gallega en los que a incidencia de los municipios que la componen se refiere no deja de mejorar día tras día. Prueba de ellos son las continuas salidas de municipios de la zona de máximo riesgo por COVID. A Pobra do Brollón fue el último en salir de la lista de ayuntamientos en riesgo extremo, pese a que hasta las 00.00 horas del próximo martes tendrá que mantener su cierre total. Así, solo cinco de los seis ayuntamientos anunciados el martes por el Comité Clínico como zonas en riesgo máximo se mantendrán la próxima semana: A Mezquita, Boborás y Vilardevós, en Ourense; Pontecesures, en Pontevedra; y Paradela, en Lugo.
El comité clínico acordó anoche incluir al concello de Pontecesures en el nivel máximo de restricciones, lo que implica el cierre total de la hostelería y la restauración, así como las limitaciones de movilidad de los ciudadanos. También decidió mantener en el nivel alto de restricciones a los ayuntamientos de Cambados y Vilanova de Arousa, a pesar de que en ambos han estado bajando los casos activos en los últimos días. La medida entrará en vigor este viernes.
En el caso de Pontecesures, que pertenece al área sanitaria de Santiago, pasa de un nivel medio a la máxima restricción por tener una incidencia de más de 500 casos por 100.000 habitantes a 14 días. Con esta limitación, sus habitantes no podrán salir del municipio, excepto para trabajar, por temas educativos o sanitarios.