Los nacionalistas Manuel Fariña y Antonio Rodríguez Touceda visitaron la base del GES de Valga, para comprobar las «pésimas condiciones» en las que están trabajando los profesionales de emergencias.
En el encuentro mantenido con los profesionales, Fariña y Touceda comprobaron como la Xunta
ha convertido este servicio «en un auténtico reino de Taifas que deja a
los vecinos totalmente desprotegidos por capricho y voluntad del
alcalde del PP de Valga, como está aconteciendo en la actualidad».
Los
trabajadores del GES de Valga denunciaron el cambio en la gestión del
personal por parte del gobierno de Bello Maneiro, lo que provoca que por
las noches esté operativo un único trabajador del GES, lo que hace, a
juicio del BNG,
«completamente inviable que pueda acudir a una emergencia en solitario,
lo cual supone en la práctica el desmantelamiento del servicio».
Subraya
esta fuerza política, que el alcalde de Valga parece entender el GES
como «una cuadrilla de obras y mantenimiento municipal, empleando a sus
trabajadores para realizar tareas impropias de un grupo de emergencias
como son por ejemplo la poda de árboles, la recogida de voluminosos o
tareas de limpieza. Tareas que provocan que la atención a las
emergencias pierda eficacia».
También denuncia el BNG que a día de hoy el GES de Valga no cuenta con el material acomodado para realizar su trabajo.
Javier Bello Ferreirós, el hombre de 46 años que el pasado día 10 habría matado a su esposa, María
José Aboy Guimarey, de 43, antes de suicidarse, estaba vivo cuando se
fue encontrado al lado de la víctima y se descubrió el crimen.
Habría
sido después de verse sorprendido por su propio hijo cuando el presunto
autor del ataque machista decidió quitarse la vida, según indicaron
varios familiares.
El hijo varón
Como se dijo en un primer momento el hijo varón de la pareja acudió al domicilio de sus padres,
en el lugar de Bronllo (Concello de Valga), para ver qué les había
sucedido, ya que la familia los estaba esperando para almorzar todos
juntos en una casa cercana y se estaban retrasando en exceso.
Cuando
el joven entró en casa, poco después de las tres de la tarde, no se
habría encontrado con sus dos padres muertos, sino solo con la madre,
tendida en el suelo de la habitación en medio de un gran charco de
sangre, tras haber recibido un disparo en el pecho.
Se asustó
Según
el testimonio inicial de los familiares ante la Guardia Civil, al
presenciar aquella dramática escena, el hijo de la pareja se asustó y
salió corriendo de casa en busca de ayuda.
Fue
al regresar a la misma, junto a otros familiares, cuando se encontraron
la puerta del domicilio cerrada por dentro. Rompieron un cristal para
poder entrar y, ya en el interior, comprobaron que tras quedarse solo, y
una vez descubierto, el padre se había quitado la vida disparándose en
la cabeza con la misma escopeta de caza que, presuntamente, había
empleado para matar a su esposa.
Su
cadáver estaba cerca del de la mujer, pero tendido en la cama del
dormitorio, siempre según el testimonio que ofrecieron diversos miembros
de la familia a las fuerzas del orden.
Desde
la Guardia Civil indicaban ayer que, en cualquier caso, no hay
novedades en relación con la investigación de estos hechos, ya que a
pesar de lo explicado no varía la hipótesis inicial que achaca la
autoría del homicidio al varón y alude a su posterior suicidio.
Hay
que recordar que los hechos sucedieron a eso de las tres de la tarde
del día 10 en la vivienda familiar del lugar de Bronllo, en la parroquia
de Setecoros, donde residía la pareja.
Enterrados juntos
Ella era natural de Valga y él había nacido en la parroquia de Carracedo (Caldas), en cuyo cementerio fueron enterrados juntos el martes pasado.
En los servicios sociales del Ayuntamiento de Valga
y en la Guardia Civil indicaron que no había constancia de episodios de
violencia de género previos, ni mucho menos, denuncia alguna.
El
hombre, presunto autor del homicidio, era una persona reservada que, al
parecer, llevaba un tiempo en tratamiento médico por un problema
psicológico, y señalaban fuentes próximas a la familia que se había
mostrado agresivo en alguna ocasión anterior.
Tenía dos escopetas de caza con licencia de armas en regla. Trabajó como soldador en empresas de Valga y Padrón, pero llevaba unos años en paro.
Consternación, desconsuelo,
impotencia… Pero también rabia contenida y una sensación difícil de
explicar cuando dos familias se reúnen para dar el último adiós a dos de
sus seres queridos después de una muerte tan horrenda como inverosímil.
Así se vivió ayer el entierro de la valguesa María José Aboy Guimarey, de 43 años, y el de su esposo y presunto homicida, Javier Bello Ferreirós, de 46.
El
domingo la mujer, madre, esposa y joven valguesa perdió la vida cuando
su pareja, según todos los indicios, le disparó en el pecho con una
escopeta de caza antes de quitarse la vida descerrajándose un tiro en la
cara, con la misma arma.
Vivieron
juntos, tuvieron dos hijos juntos y se enterraron juntos, un nicho
encima del otro, en el panteón familiar, a nombre de José Bello Vázquez,
el padre del presunto autor del ataque machista.
Sus cuerpos llegaron al tanatorio de San Roque, en Bemil (Caldas),
en la tarde del lunes. Y allí permanecieron hasta que ayer se efectuó
el traslado de los restos mortales a la iglesia y el cementerio
parroquial de Carracedo, donde había nacido el esposo y presunto
homicida.
Tal y como figuraba en la esquela
compartida que anunciaba el entierro de María José y Javier, llegaron
vecinos, amigos y conocidos, además de representantes políticos, desde
diferentes puntos de Caldas, Valga y otras localidades.
Fueron
varios cientos de personas, quizás medio millar, las que despidieron a
este matrimonio en una lluviosa y fría tarde invernal marcada por los
silencios y los llantos, la tristeza y la incomprensión.
Por
momentos, lo que ayer sucedía en el atrio, la iglesia y el camposanto
era, simplemente, inenarrable. No es fácil afrontar una tragedia así, y
menos aún cuando, a pesar de lo sucedido, los dos protagonistas de este
trágico episodio son enterrados a la misma hora y en el mismo lugar, con
las familias de ambos compartiendo dolor y desesperación.
Se llevaban bien entre ellos, comían juntos con frecuencia, hacían fiestas y, en definitiva, eran «una familia normal; una familia que se quería», reflexionaban los vecinos.
Prueba
de ello es que el domingo, cuando se desencadenaron los terribles
acontecimientos, todos esperaban en el lugar de Bronllo -en la parroquia
valguesa de Setecoros- la llegada del matrimonio. Estaban esperando
para almorzar en una casa situada a escasos metros de la suya, donde
vive su hija.
Iban a participar en aquella reunión familiar tanto los padres
de María José y de Javier como sus hijos y otros familiares. Pero ellos
tardaban más de lo previsto. Y cuando fueron a buscarlos los
encontraron muertos, parece que tendidos en el dormitorio en medio de un
gran charco de sangre.
Aquella
imagen que nunca olvidarán quienes los encontraron cambiará para
siempre las vidas de estas personas; las mismas que ayer buscaban
consuelo apoyándose unos en otros.
Pero
no es fácil superar algo así. Especialmente en el caso de Fabián y
Cintia, los hijos de la pareja. Como tampoco lo tendrán sencillo los
padres de las víctimas, ya que viven todos.
«Era
una familia bastante grande y no se conocían problemas entre ellos,
como tampoco entre el matrimonio», reflexionaba una de las mujeres
asistentes al sepelio mientras se vivían escenas de tensión entre
algunas familiares de las víctimas que trataban de impedir el trabajo de
los medios de comunicación.
«Quizás el más extraño era él (Javier Bello), ya que apenas hablaba con nadie», indicaban otras mujeres allí presentes.
«No
era un hombre de bares y apenas saludaba a nadie por la calle, ni
siquiera a los que habían vivido al lado de su casa materna desde niño»,
apostillaban otros asistentes al funeral mientras esperaban a que
terminaran unos oficios que comenzaban con retraso, pasadas las seis y
media de la tarde.
«No saludaba ni a los que tenía puerta con puerta y estaba como deprimido, quizás más desde que se quedó en paro«, se comentaba a las puertas del camposanto de Santa María de Carracedo.
Nadie
puede entender lo sucedido, y mucho menos explicarlo. Nadie sabía decir
ayer qué habría podido pasar por la cabeza de Javier Bello para,
presuntamente, acabar con la vida de su esposa antes de suicidarse. Y
desde luego nadie puede justificarlo, ni ayer ni nunca.
Lo
que todos tienen claro es que hay que hacer todo lo humanamente posible
para acabar con la lacra de la violencia de género. Y así lo dejaban
patente tanto quienes asistieron al multitudinario entierro de la pareja
residente en el Concello de Valga como aquellos que participaron en las concentraciones de repulsa frente al machismo.
Unas
convocatorias que también tuvieron lugar ayer antes, durante y después
del entierro, celebradas en decenas de villas y ciudades gallegas.
Como sucedió en Vilagarcía, a instancias del colectivo feminista «O Soño de Lilith», y en Cambados,
por iniciativa de la asociación «A Naiciña». En estos y en los demás
casos para denunciar «una situación insostenible para las mujeres» y
tratar de cambiarla «porque nuestras vidas están en peligro».
En
la ciudad vilagarciana, con presencia de representantes políticos de
todos los partidos, las convocantes dijeron estar en la calle porque
«aunque en las filas de la derecha niegan la realidad de los
feminicidios y pretenden hacernos creer que son asesinatos que se dan en
cualquier género, lo cierto es que los presos por violencia machista
son el tercer mayor grupo en las cárceles de España, con casi 20.000
reclusos por esta causa, frente a los 11.000 condenados por homicidios».
Y a pesar de ello «los presidentes de la Xunta
y el Estado español se limitan a guardar minutos de silencio en actos
institucionales el día que se producen los feminicidios».
De
ahí que en «O Soño de Lilith» crean que «no se puede permitir que se
insista en que las mujeres deben denunciar y tomar medidas de
protección». En lugar de esto «hay que dirigir campañas a los
maltratadores, violadores y asesinos, porque queremos ser libres como
los hombres para poder caminar solas de noche y poder separarnos de
nuestras parejas sin miedo a que nos maten».
Así,
«cansadas de violencia» y de la respuesta de las instituciones frente a
las agresiones, como también convencidas de que «no viviremos en una
democracia mientras perdure el sistema patriarcal», el colectivo
feminista vilagarciano incide en considerar la violencia machista «como
un problema social y político de extrema gravedad».
En el manifiesto que se leyó durante la concentración en Vilagarcía se mostró el pesar por la muerte de María José Aboy. Y se reflexionó sobre ello diciendo que «escucharemos que no constaban denuncias previas de violencia y depositaremos parte de la culpa en la mujer que no denunció en lugar de hacerlo en las personas que compartían espacio con un asesino y no vieron el peligro ni hicieron nada por impedir lo sucedido».
El Concello de Pontecesures
presentó ayer su «XXIV Festa da Lamprea do Ulla», una cita ineludible
para los amantes de la buena mesa que esta vez va a desarrollarse, sobre
todo, en los locales de hostelería colaboradores.
El
regidor, Juan Manuel Vidal Seage, acompañado de sus primeros tenientes
de alcalde, Ángel Souto e Isabel Barreiro, dio a conocer un nuevo modelo
de promoción, ya que la tradicional fiesta
que se desarrollaba bajo carpa en la zona portuaria cede protagonismo a
la ruta de pinchos por los negocios participantes, conocida como «Tapea
Lamprea» y que alcanza su quinta edición.
Además
la degustación que se desarrollaba cada año bajo carpa, a pie de
puerto, va a desplegarse esta vez en los propios bares y restaurantes
participantes.
A 4 euros la tapa
La «XXIV Festa da Lamprea do Río Ulla» va a celebrarse los días 5, 6 y 7 de abril, con un precio de 4 euros por tapa.
El
afamado pez motivo de homenaje anual, capturado por el colectivo de los
valeiros con sus nasas butrón en el cauce fluvial, a la altura del
puerto pontecesureño, podrá saborearse en locales expertos en su
elaboración, como es el caso de Parrillada Isidro.
Pero
también de Café Bar Mambís, Cafetería Nu-2, Casa Chaves, A Casa do Río y
Salón de Té Soles. Al igual que en el restaurante Carabela, los
bares-cafetería O’Meco y Belsay o el restaurante O Candil.
A 10 euros la ración
El
último día de celebración, el primer domingo de abril, tendrá lugar la
fiesta propiamente dicha, en este caso con la ración de lamprea al
estilo bordelesa -con sus picatostes y arroz en blanco- a un precio de
diez euros.
El gran aliciente
de la celebración es, no cabe duda, la posibilidad de degustar este
preciado pez cartilaginoso rebautizado como «dama del Ulla».
Otro de los focos de atención puede estar en la lectura
del pregón -el día 7 de abril a las 12.30 horas-, este año a cargo de
un gran experto en la materia, como es el periodista y escritor
catoirense y pontecesureño Miguel Piñeiro.
Presente
también en el acto desplegado ayer para anunciar la fiesta, junto a
Sonia Bustelo, en representación de Parrillada Isidro y la hostelería
local, Piñeiro es autor del libro «Lampreas e Pesqueiras», de Editorial
Galaxia, además de dirigir el periódico gratuito de pesca deportiva «O
Trueiro».
Conoce como pocos la
pesca de lamprea en el Ulla, tanto desde embarcación como, sobre todo,
empleando las nasas butrón en las tradicionales construcciones situadas
aguas arriba que ya utilizaban los romanos, las conocidas como
«pesqueiras».
En el citado
libro explica, por ejemplo, que las «pesqueiras» se dividen en cuatro
tramos o grupos, situados en Herbón, Carcacía-Lapido, Barcala-Sinde y en
Reis.
Pero el día del pregón hablará, sobre todo, de la lamprea y de Pontecesures, que al fin y al cabo van siempre de la mano.
Un año más la campaña de la lamprea y la fiesta
con la que darla a conocer se caracterizan por la escasez de producto
en el río. Son múltiples las razones, y de ello sabe mucho Miguel
Piñeiro, el experto en pesca -y lamprea- que este año ejercerá de
pregonero.
Este periodista y
escritor explica que una de las causas de la regresión de la especie es
«el efecto demoledor de las grandes presas que cercenan el área a
colonizar», y cita como ejemplos «la antigua Fenosa,
ahora Naturgy, en el embalse de Portodemouros, y las dos presas que
levantaron aguas abajo en 2005, que no dejan subir a las especies
migradoras hasta las zonas más altas del río».
A
esto se suma que «los caudales van a menos» y también el cambio
climático», sin olvidar que «los censos estimados anuales se hacen a
ojo» y que este pez «es una especie sensible y muy caprichosa que
remonta el río con frío y viento del norte».
Mención
especial merecen, a su juicio, «el furtivismo y la intromisión de
lamprea foránea, ya que en el primer caso las lampreas ilegales no
computan en los guarismos oficiales ni en los censos de capturas».
La
comercialización de lamprea foránea -especialmente la francesa- tampoco
ayuda y se convierte en «un problema que se le traslada al consumidor,
ya que a veces se vende diciendo que es del Ulla cuando no es así»,
explicaba Miguel Piñeiro hace unos días a través de las redes sociales.
Al
tiempo que advierte de que la calidad y sabor de la lamprea del Ulla
superan con creces a la francesa, Piñeiro no duda en reclamar para los
ejemplares gallegos un sello de calidad que ayuda a diferenciarla.
Es por los motivos expuestos, y algunos más, que el pregonero de la fiesta de este año entiende que hay que empezar a «sentar las bases del futuro», de acuerdo con el sector extractivo y demás agentes implicados, para garantizar una pesca sostenible y la preservación de la especie.
En Valga, Sanxenxo, Santiago, A Coruña y
otros muchos rincones de Galicia se organizaron ayer emotivas
concentraciones contra el machismo y se guardaron minutos de silencio
por la muerte de María
José Aboy Guimarey, la vecina valguesa que el domingo perdió la vida -a
los 43 años- tras ser presuntamente tiroteada por su esposo, Javier
Bello Ferreirós, de 46.
Muestras de dolor y consternación como las vividas en la sede de la Xunta,
Ayuntamientos, plazas e institutos se repetirán hoy, pues de nuevo se
convocan protestas contra la violencia de género y actos de apoyo a los
familiares de las víctimas, entre ellos un hijo varón, de 23 años, y una
hija, de 18.
Entierros esta tarde
Al igual que quedará patente el dolor de la sociedad
gallega durante el entierro de este matrimonio que supuestamente no
tenía problemas que pudieran hacer predecir un desenlace tan terrible.
Los cuerpos de ambos llegaron ayer al Tanatorio San Roque, en Bemil (Caldas),
y los dos serán enterrados hoy a partir de las seis de la tarde en el
mismo cementerio, el de Santa María de Carracedo, también en el
municipio caldense, del que era natural el presunto homicida.
A
la capilla ardiente se desplazaron muchos de los vecinos y políticos
que por la mañana y de nuevo por la tarde-noche protagonizaron las
diferentes concentraciones de repulsa, entre ellas la organizada por el
Concello y la del colectivo feminista «O Refaixo de Carolina», que contó
con la asistencia de Carmela Silva, la presidenta de la Diputación de Pontevedra.
También acudieron al tanatorio algunos de los que acudían a mediodía al pleno extraordinario celebrado en el Concello de Valga,
en el que se decretaron tres días de luto oficial «en memoria de María
José Aboy Guimarey y de todas las víctimas de violencia de género».
De
forma consensuada entre los dos grupos que conforman la Corporación, PP
y PSOE, se decidió, igualmente, suspender todas las actividades
municipales previstas para estos tres días, «en señal de duelo». Al
tiempo que se condenaba enérgicamente «el terrible asesinato de nuestra
vecina», se ofrecía apoyo a la familia y se ponían a disposición de
todas las mujeres de Valga y municipios cercanos «los recursos del
Centro de Información á Muller (CIM), que ofrece asesoramiento
psicológico y jurídico gratuito a las víctimas de violencia de género».
Teléfono 016
La
Corporación no se olvidó de hacer un llamamiento a la sociedad para que
denuncie cualquier tipo de violencia de género «ante los departamentos
de Servicios Sociales, el CIM, los cuerpos policiales o el teléfono
contra el maltrato, el 016».
Se trata así de «evitar nuevas víctimas» y de «reafirmar el compromiso total del Concello contra la violencia machista».
En
este sentido, aunque no había evidencias de violencia de género previa
en el matrimonio valgués, hay que reseñar que once de las doce mujeres
asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año no habían
presentado denuncia.
Esto
lleva a la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y
de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, a
decir que «la víctima tiene que saber que en España existe un sistema de
recursos asistenciales, judiciales y policiales que están creados solo y
exclusivamente con la intención de proteger su vida y su integridad
física y psíquica».
A lo que
Teresa Peramato, la fiscal ante el Tribunal Constitucional, añade que
«hay que decirle a la sociedad y a las víctimas que si hay alguna manera
de frenar al agresor es a través del procedimiento judicial, con
medidas cautelares o con penas».
También
se pronunció la vicepresidenta del Gobierno, ministra de la
Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, Carmen Calvo, quien
dijo sentir «inmensa rabia y dolor» y se mostró «desolada» tras conocer el crimen machista de Valga, ofreciendo «firmeza» para combatir esta lacra.
Abundando en ello, la Corporación condenó la muerte
de María José Aboy diciendo que era «una mujer joven, con toda la vida
por delante y con muchos sueños por cumplir que ya no podrá alcanzar».
Lo
hizo entre lágrimas, tanto las de miembros de la Corporación como del
público que asistía al pleno y después se concentraba en silencio a las
puertas del consistorio, con presencia de trabajores municipales y de
representantes de la Xunta y del municipio vecino de Pontecesures, con el alcalde Juan Manuel Vidal Seage a la cabeza.
En
esos actos el Concello de Valga expresaba su condena al «asesinato
machista» y mostraba su «absoluto rechazo a todas la formas de violencia
contra las mujeres, ya sea psicológica, económica, física o sexual»,
pues cualquiera de ellas constituye «un atentado contra la dignidad e
integridad».
Y desde la Administración local se dejaba claro, por último, que «la violencia de género no es un asunto privado, sino que se trata de un problema social que se combate con tolerancia cero frente a cualquier comportamiento machista», de ahí su intención de seguir «trabajando coordinadamente con otras instituciones y promoviendo actividades de prevención y sensibilización».