Don Manuel, el cura, mostrando el dispositivo de la campanas.
El viernes, a las siete y media de la tarde, las campanas de la iglesia de Santa Cristina de Campaña (Valga) comenzaron a tocar a muerto. Sus tañidos sobresaltaron a todo el mundo: ni nadie había muerto, ni nadie había accionado el mecanismo eléctrico que pone en marcha los badajos. Aunque podría parecer cosa del demonio, la explicación a tan estremecedor suceso es mucho más terrenal, y parece estar ligada a los fuertes vientos que durante toda la tarde soplaron sobre la comarca. Lo cierto es que se produjo una avería en la red eléctrica, el suministro faltó en algunas casas de la zona y en otras la tensión se disparó, averiando electrodomésticos, quemando fusibles y accionando, sin pretenderlo, las campanas de la iglesia.
A Don Manuel, que así se llama el cura de la parroquia, le preocupaba ayer cómo se las va a apañar hasta que alguien acuda a arreglar todos esos desperfectos. En los tiempos que corren, encontrar campanero no es fácil. Ni siquiera en un lugar como Campaña, donde la gente «sigue pendiente de los toques para saber la hora».
Aunque las máquinas que controlan las campanas parecen ser lo que más le preocupa, Don Manuel tendrá que hacer frente a otros desperfectos. Y es que en la casa que ocupa también se dejó sentir la subida de tensión, que dejó inservible un ordenador, un televisor, una radio-despertador y un congelador repleto de provisiones.
La lista es muy parecida a la de objetos dañados en una vivienda próxima, la que ocupa Vanesa con su familia. Esta mujer, madre de dos niños, estaba ayer a mediodía desesperada. «Xa non sei que facer cos rapaces, xa non sei para onde mandalos», decía. Las entrañas de todos los electrodomésticos que tenía en casa se quemaron durante la subida de tensión. Ante semejante panorama, las preocupaciones se agolpaban ayer en la cabeza de esta mujer, que entre llamada y llamada a Fenosa no paraba de buscar acomodo para los alimentos que guardaba en neveras y congeladores.
Con la compañía eléctrica tuvo, durante toda la mañana, sus más y sus menos. Cada vez que intentaba comunicar con ellos se topaba «coa musiquiña» de espera que tanto agota la paciencia de quien llama. Pero finalmente alguien contestó al otro lado de la línea. «Dixéronnos que tanto nós coma o cura temos que facer un escrito de todo o que se queimou e de todo o que sufriu danos e mandarllo o luns», señalaba. Y formulaba un deseo: que la respuesta a ese papel sea veloz.
LA VOZ DE GALICIA, 15/11/09