La Festa da anguía e da caña midió fuerzas ayer con una romería
Los vecinos de Valga estaban llamados ayer a renovar sus lazos con la anguila y la caña del país, dos productos que simbolizan la fecundidad de este municipio del Baixo Ulla. Esa mezcla de pescado y licor puede resultar, a simple vista, rara. Pero funciona: lleva más de veinte años haciéndolo. Ayer, la extraña pareja volvió a demostrar todo lo que vale, y lo hizo saliendo airosa de un pulso con la mismísima Virxe dos Milagres de Requián (A Estrada). Y es que, a pesar de que muchos valgueses decidieron cruzar la frontera y asistir a la tradicional romería del pueblo vecino, en el parque Irmáns Dios Mosquera las raciones se agotaron.
«Polo que eu vin, no recinto había xente, pero a maioría de fóra de Valga». La frase es del alcalde, Bello Maneiro, que como todos los alcaldes de pueblo sabe bien quién es quién. Habla el regidor sin acritud hacia los desertores de la fiesta de la anguila y la caña. Y es que muchos de ellos apostaron por irse a Requián, sí, pero cargados con una empanada bajo un brazo y una buena botella de orujo bajo el otro.
Sea como fuere, la de ayer fue una fiesta atípica: justa en bullicio y recortada en gente bajo las carpas. El agobio y la sensación de claustrofobia estaban desterrados, y eso no fue solo efecto de un milagro, si no también del recinto escogido para albergar la celebración.
El parque Irmáns Dios Mosquera, situado a un tiro de piedra del Concello, es amplio y permite colocar cada pieza en su lugar, todas relativamente cerca pero lo suficientemente lejos para evitar tumultuosas aglomeraciones. La caja, los puestos para recoger las raciones y los expositores que permiten conocer cómo se destila el buen orujo gallego marcan el límite de la zona cero: una carpa de largas mesas a las que los primeros comensales empezaron a llegar poco después del mediodía. Mientras ellos escogían sitio sobre los blancos manteles de papel, los camareros del imprescindible bar móvil empezaban a calentar motores, los maestros daban sus primeras lecciones de alambique, y un club de adiestramiento de perros hacía una demostración de las habilidades combinadas de canes y humanos al más puro estilo César Millán. Cerca de allí, en el Concello, las autoridades se preparaban para su desembarco en el recinto festivo. A Bello Maneiro y al pregonero, Manuel Manquiña, les aguardaban muchas manos que estrechar.
LA VOZ DE GALICIA, 29/08/11