Cerca de 70 expositores procedentes de toda Galicia muestran sus
mejores camelias y bonsáis en la sexta edición de la exposición y la
segunda de la feria de plantas de colección, que se celebran este fin de
semana en el convento del Carmen, en Padrón.
Paralelamente a la
muestra, el certamen promovido por el Concello padronés incluye la
celebración de talleres, como el de bonsáis que impartió ayer Pablo
Comesaña, y otro de huerta ecológica en bancales elevados dirigido por
la ingenieras agrícolas Carme Freire y Lucía Ferreira. Por la tarde tuvo
lugar un taller de cultivo y cuidado de orquídeas, y también se
entregaron los premios del VI Concurso Exposición da Camelia de Padrón.
Esta mañana habrá un taller de poda e injerto de frutales, impartido por Alfonso Touceda. Un cuentacuentos musicado con Iolanda Eiras y Camilo Seira, a las 11.30; y una charla sobre cultivo de camelias, cierran el programa.
La noche del jueves, el fuego prendió en
Pontecesures, cerca de la depuradora. Con el servicio de protección
civil de esta localidad desmantelado, para apagar ese fuego se encontró
solo el único agente de guardia del GES de Valga. Si durante las noches
del mes de abril se produjesen nuevos incidentes, de nuevos contaría el
servicio de emergencias supramunicipal de un único agente, según los
turnos de trabajo que se han establecido desde la alcaldía que ocupa
Bello Maneiro (PP). Esa situación deja desprotegidos a los vecinos y,
también, a los propios agentes. Así lo dijo ayer el PSOE, que en rueda
de prensa ha denunciado la crítica situación que atraviesa este cuerpo. A
su juicio, el conflicto, que será objeto de un pleno extraordinario el
próximo lunes, deriva de la concepción que el alcalde de Valga tiene del
servicio de emergencias: una brigada más que lo mismo sirve para
atender un accidente de tráfico que para desbrozar montes y desatascar
tuberías.
Esa forma de trabajar parece haber cansado a los
agentes, que llevan meses intentando negociar con el Concello varias
cosas. La primera, que se retomen los turnos de 24 horas, que permitían
organizar el servicio con mayor fluidez y garantizando siempre un mínimo
de profesionales de guardia. La segunda, que se fijen con claridad sus
competencias y funciones. Pero las negociaciones no solo no han
fructificado, sino que a estas alturas el Concello parece haber roto
relaciones con los trabajadores del GES, con los que «mantén un pulso».
Sin coordinación alguna
El problema, dice el PSOE, es que «Maneiro pensa no GES como nun grupo de traballadores para todo». Eso explicaría que el servicio haya actuado en contadas ocasiones fuera del término municipal de Valga, pese a cubrir Catoira, Pontecesures, Caldas y Portas. «Nunca funcionou como supramunicipal; sempre foi un xoguete nas mans do alcalde de Valga, que nunca convocou unha reunión de coordinación do servizo, e iso ten provocado problemas coas agrupacións de voluntarios doutros concellos», afirma el alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey. La misma opinión manifestó el presidente de la agrupación de Protección Civil de Catoira, que también participó en el acto. Ambos recordaron que el GES es, en teoría, un servicio supramunicipal al que Valga optó de forma voluntaria, igual que otros concellos de la zona que mostraron interés por ser la sede del mismo. Pero el elegido fue Valga, que aporta 21.000 euros al mantenimiento del servicio -el resto es financiado por la Xunta y la Diputación-. «O negocio para Maneiro está claro: por eses cartos ten doce persoas traballando no que lle interesa a el», dijeron los socialistas, que recordaron, por boca de la valguesa María Ferreirós, que «Valga leva anos sen pedir a contratación de persoal nos plans da Deputación».
A las nueve y media de la noche del jueves saltaban las alarmas en las inmediaciones de la depuradora de Pontecesures. El particular dio aviso de la existencia de un pequeño incendio, que tuvo escasa incidencia pues solo afectó a una superficie de 25 metros cuadrados, según informa el GES de Valga, que se encargó de las labores de extinción. El suceso puso en evidencia la precariedad de medios que sufre el servicio de emergencias de Valga, pues había una única persona para atender el operativo.
El Concello de Padrón presentó ayer el programa de las fiestas de la
Pascua de este año, que incluye las citas más tradicionales como la
feria de caballos, la exposición de maquinaria o los actos
institucionales. El alcalde Antonio Fernández y los concejales de Festexos,
Ángel Rodríguez, y Cultura y Turismo, Lorena Couso, fueron los
encargados de dar a conocer las actividades del cartel, entre las que
destaca el pregón del sábado 20 de abril que este año leerá el humorista
y actor Xosé Antonio Touriñán.
El programa arranca el sábado 30
de marzo con el primer trofeo de yudo infantil y finaliza el 28 de
abril, con el Domingo de Pascuilla. En medio, más de 60 actividades
musicales, culturales, deportivas y de ocio, además de las
tradicionales, entre ellas las procesiones de la Semana Santa Padronesa.
Mención especial merece la feria de caballos del Domingo de Pascua, 21 de abril, que repartirá más de 5.000 euros en premios en los concursos morfológicos de potros, yeguas y sementales de pura raza española, pura raza árabe, pura raza Galega y cruzados. Además, el recinto del Campo da Barca también acogerá exhibiciones de doma de alta escuela, gimnasia acrobática y monta antigua; un concurso de enganche puntuable para el campeonato gallego de la especialidad y el último espectáculo del domador Santi Serra.
Y entre tanta actividad no pueden faltar las atracciones y puestos de feria en el Souto, más de 400, entre ellos las pulperías, o las verbenas nocturnas y conciertos de música, como uno de rock de los años 80 con los grupos La Frontera y La Guardia.
Nunca olvidaré la noche que cené con Manolo Escobar en la discoteca Chanteclair de Pontecesures.
Yo había descubierto un par de años antes la macrosala cesureña y había
quedado fascinado por aquel mundo castizo de las tardes de domingo,
cuando decenas de autobuses llegaban hasta la desembocadura del Ulla
desde las aldeas más remotas y dejaban expediciones de jóvenes y
adolescentes ansiosos por convertir el final de la semana en una fiesta
de música, baile y mucho amor.
Chanteclair era una fuente segura
de reportajes y por allí me acercaba cada vez que la ocasión lo
requería. Recuerdo haber entrevistado a Miss Cacaolat (entonces existían
esas cosas), una rapaza muy graciosa que me contaba que sus amigas,
cuando un muchacho les pedía bailar, le preguntaban, antes de dar el sí,
por una cuestión fundamental: «¿Cántas vacas tes?».
En otra ocasión, entrevisté a los dueños, que
siempre iban vestidos como mariachis, pero sin sombrero. En mi mundo
ideal de profesor de Literatura, pensaba que lo de bautizar con el
nombre de Chanteclair una discoteca tenía un origen culto y medieval,
que provenía, en fin, del gallo Chanteclair de los Cuentos de Canterbury
de Sir Geoffrey Chaucer. Pero los propietarios del local me devolvieron
a la realidad dura y primaria del universo macrodiscotequero. «¡Qué
galo ni qué galiña!, el nombre viene de un puticlub del Líbano que
conocimos cuando navegábamos en mercantes».
Asiduo de Chanteclair era Pepe Garalba, el rey de
los concursos de misses, y cada mes había un concierto de categoría.
Uno de ellos, el más grande, lo protagonizó Manolo Escobar, que cantó en
la discoteca una noche de domingo y vino desde Lavacolla sin tiempo
para cenar. Habíamos concertado una entrevista con él y nos reunimos en
una especie de subterráneo que había bajo el escenario, donde los
empresarios de aquel palacio de la felicidad imposible, la del domingo
por la tarde, tenían su ambigú privado con un cátering inexplicable:
bocadillos de mortadela y quintos de Estrella Galicia.
No sé qué me descolocó más, si la mortadela o los quintos, pues bien
sabido es que Galicia es el único lugar de España donde pides una
cerveza y te ponen un tercio, no un quinto. Pero todo funcionó como la
seda: tras culminar su actuación cantando a su carro robado, Manolo
Escobar comió hambriento su bocata mortadela y me atendió cariñoso
mientras un servidor, que ya había cenado, porque a Chanteclair había
que ir cenado, hacía la entrevista y mordisqueaba el fiambre para no
hacerles un feo a los jefes de aquel emporio de inspiración libanesa.
Un tesoro para las crónicas
Las
discotecas rurales gallegas eran un tesoro de crónicas periodísticas.
Recuerdo otra noche memorable con ribetes de novela negra y protagonista
más propio de Berlanga que de Raymond Chandler. Resultó que me habían
dado el soplo de que por Caldas de Reis funcionaba un laboratorio de
pastillas de speed. Investigué el caso y descubrí que el material se
repartía en una discoteca de A Escravitude, situada en medio del campo,
junto a la estación de ferrocarril, los sábados por la noche.
Quise confirmar los datos antes de escribir y llamé al cuartel de la Guardia Civil,
donde se extrañaron mucho pues no conocían nada del caso. Pero me
hicieron una propuesta que no pude rechazar. Los guardias prepararían un
operativo para la noche del siguiente sábado y yo iría por allí y
podría asistir en exclusiva a la acción y contarla en La Voz de Galicia.
Consulté con la autoridad periodísticas y acepté el trueque. El
problema es que yo no tenía ni idea de cómo se debía vestir un
pastillero y no se me ocurrió otra cosa que disfrazarme con una
gabardina verde y aparecer de esa guisa en la discoteca de A
Escravitude. Así que allí estaba a la una de la madrugada del sábado al
domingo, paseando por la sala con la gabardina puesta, ya que no había
guardarropa, observando para contarlo y constatando que allí no pasaba
nada salvo que de los grifos de los baños no manaba agua con el fin de
que la clientela se gastara una pasta en caros botellines de agua
minetal, pues todo el mundo sabe que las pastillas alucinógenas dan
mucha sed.
A mí, aquella experiencia lo que me estaba dando
era mucho sueño. Me mantenía despierto a base de cocacolas, que eran más
baratas que el agua, y reparaba en que aquel friki con gabardina, o
sea, yo, provocaba curiosidad y comentarios en los grupos de jóvenes que
había en la discoteca. El caso es que me harté de dar vueltas y a las
tres, volví a casa. A la mañana siguiente, llamé a la Guardia Civil para
manifestarles mi extrañeza por no haber asistido a ningún operativo.
También para pedirles disculpas por haberles informado de manera
equivocada.
Al otro lado del teléfono, un sargento me aclaró
lo sucedido: «Sí que hubo operativo, pero no pudimos llevarlo a cabo
hasta que usted se marchó. Vestido con gabardina y paseando por la
discoteca, todo el mundo pensó que era usted policía y no sacaron las
bolsas de pastillas hasta que no desapareció».
Cómo echo de menos
aquellas macrodiscotecas rurales donde convivían Miss Cacaolat, Manolo
Escobar, los pastilleros y la Guardia Civil mientras un servidor lo
observaba todo comiendo bocadillos de mortadela.
«¡Qué galo ni qué galiña!, lo de Chanteclair viene de un club del Líbano»
La Guardia Civil haría un operativo en la disco de A Escravitude y yo podría contarlo.
La empresa multinacional gallega Aluminios Cortizo está con la construcción de cinco naves industriales en el polígono de Pazos, en el municipio de Padrón, muy cerca de donde tiene la sede central. Entre las cinco naves suman más de 13.000 metros cuadrados de superficie, de acuerdo con datos facilitados por el departamento de Comunicación de Cortizo.
La empresa destinará la nave más grande, de 7.000 metros
cuadrados, a almacenamiento ya que quiere dejar libres otras que tiene
en el polígono de Picusa, que necesita para futuras ampliaciones de la
firma Stac. Otra de las naves será para almacenar stock de panel
composite y contará con un pantógrafo, una máquina para cortar y
mecanizar dicho material. Otra de las estructuras, que en este caso son
en realidad dos consecutivas, es para un área de mecanizado de perfiles.
En total, la inversión que realiza Cortizo es de
alrededor de 3 millones de euros y supondrá la creación de entre 30 y 40
nuevos puestos de trabajo, de acuerdo con estimaciones de la firma.
Además
de estas obras en el polígono de Pazos, que crecerá considerablemente
con las nuevas naves, la empresa trabaja en la adecuación de otra nave
en la que tiene un almacén inteligente de perfiles de aluminio.
Por otra parte, Cortizo confirma parte de los planes de futuro que suenan y que van más allá de la ampliación en un 75 % del Polígono Industrial de Aluminios Cortizo. Así, la empresa tiene en previsión un proyecto que, según el departamento de Comunicación, aún está en fase «moi embrionaria». Se trata de la creación a cinco años vista de un campus tecnológico vinculado al sector. Para ello, la firma ya tiene comprados unos 100.000 metros cuadrados de terreno.