Ya nos hemos preguntado desde aquí qué suerte de extraño mecanismo funciona en la mente de algunos a la hora de deshacerse de la basura o los viejos enseres, ya que son capaces de encaminarse monte arriba o ribera abajo para tirarlos al pie de cualquier árbol o en la orilla del cauce fluvial más a mano. Lo malo del asunto es que en dicho esfuerzo gastan bastante más energía y tiempo que en deshacerse de ellos por el camino más racional de depositarlo en los sitios habilitados por los gobiernos municipales. A consecuencia de estas actitudes incívicas, los ayuntamientos tienen que hacer repetidos llamamientos a sus habitantes para que se cumplan unas mínimas normas de convivencia que a la larga redundan en el beneficio de todos. Es lo que acaban de hacer los regidores de Padrón y Pontecesures a través de sendos bandos que recuerdan la necesidad del cumplimiento de la normativa que rige en la recogida de basuras o de enseres voluminosos con la finalidad de evitar tanto la imagen nefasta de contenedores de basura rodeados de bolsas, como, también, erradicar los malos olores que estas prácticas acarrean. El cuidado del entorno, la apariencia del inmobiliario urbano son, conviene no olvidarlo, dos importantes baremos para conocer en cualquier momento el grado de civismo de los vecinos que habitan esas localidades. Hay que pedir, pues, que se cumpla. Si no por responsabilidad, al menos que sea por vergüenza.
Columna ESPINAS
Contraportada de TIERRAS DE SANTIAGO, 30/10/07