La Fiscalía pide 18 años de cárcel para el acusado de matar a ??Nelo do Rato?.

Pasa a disposición judicial en los juzgados de Caldas de Reis Rafael Costa Bermúdez, presunto homicida de “Nelo do Rato”, anciano de Valga que apareció muerto y quemado en su casa de Forno

La Fiscalía pide 18 años y cinco meses de prisión para Rafael Costa Bermúdez, acusado de robo y homicidio por entrar en la casa del valgués José Manuel Burés Otero, ??Nelo do Rato?, y estrangularlo tras haberle golpeado. La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra acogerá mañana el juicio por estos hechos ocurridos en 2013.

Según el escrito de calificación del Ministerio Fiscal, sobre las ocho de la tarde del 28 de mayo el procesado ??condenado anteriormente por robo con violencia en 2012?? ??puesto de previo y común acuerdo con una persona que no ha sido identificado se dirigió con la intención de obtener dinero? a la casa de su vecino de 92 años de edad, José Manuel Burés, situada en el lugar de Forno, parroquia de Cordeiro.

La Fiscalía relata que les constaba que la víctima ??solía guardar importantes cantidades de dinero en metálico en su domicilio?, pero no lograron encontrarlo, ya que estaba escondido bajo un cartón en la cocina.

En el transcurso de los hechos, el morador de la vivienda se encontró ??con el procesado y su acompañante, quienes, con la intención de menoscabar su integridad física?, procedieron a darle ??fuertes golpes en la cabeza?. ??Acto seguido, proceden a arrastrarlo a través del garaje hasta el interior de una capilla anexa a la vivienda, lugar en el que de común acuerdo deciden acabar con su vida?, según recoge el escrito del fiscal.
Para ello, mientras la persona no identificada ejercía funciones de vigilancia, ??el procesado le pone el brazo alrededor del cuello y procede a estrangularlo hasta que logra causarle la muerte por asfixia?, siempre según las mismas fuentes.

deshacerse de las pruebas
Ese mismo día o a primeras horas del día siguiente, en un momento no determinado, pero, en todo caso antes de las cuatro de la madrugada del 29 de mayo de 2013, ??el procesado regresa al lugar de los hechos con una garrafa de gasolina, procediendo a arrojar su contenido sobre el cuerpo? del fallecido, ??prendiéndole fuego al cadáver para así eliminar las huellas e indicios de la autoría de lo acontecido?.

Por ello, el Ministerio Fiscal considera que los hechos son constitutivos de un delito de robo con violencia en casa habitada en grado de tentativa, por el que pide tres años y cinco meses de prisión para Rafael Costa Bermúdez y de otro de homicidio, por el que solicita para él una pena de 15 años de cárcel.

En concepto de responsabilidad civil, la acusación considera que debe indemnizar con 5.000 euros a cada una de las tres hijas del fallecido que reclaman.

Diario de Arousa

Aplastante dominio de la canoa arousana en el Gallego de Invierno.

Las previsiones se cumplieron, y la armada arousana fue ayer la gran protagonista de la mitad del programa del Campeonato Gallego de Invierno. Una cita que por primera vez en años abandonaba el embalse de Pontillón do Castro, en Verducido, para adentrarse en el interior de Galicia y poner en juego los primeros títulos de la temporada autonómica de pista en el embalse de Belesar, en la localidad lucense de Taboada. Así, el grueso del palmarés de las pruebas de canoa se escribió con los nombres de los mejores especialistas de O Salnés, con el vilagarciano del Breogán do Grove, Diego Romero, encadenando su tercer título sénior de C-1 sobre la distancia de 5.000 metros con un crono de 23.14,78, casi 4 segundos menos que los empleados por Manuel Garrido, del Kayak Tudense, y 26 con respecto al compañero de este último David Costa, bronce.

En el C-1 Júnior fue otro breoganista, Martín Noel Domínguez, quien se impuso en la meta en 23.47,12, seguido de los palistas del Rodeira de Cangas David Barreiro, en 23.53,15, y Pablo Graña, en 24.43,46.

Las dos grandes bazas de futuro del Náutico O Muíño de Ribadumia, Manuel Fontán Señoráns y María Pérez Aragunde, se colgaron sendos oros en el C-1 Cadete Masculino y el C-1 Juvenil Femenino, respectivamente. Fontán le sacó la friolera de minuto y medio al subcampeón, Abel Dacosta, del Ría de Aldán, y 1.48 a Pedro Citoula, del Náutico Pontecesures, bronce en 26.29. Contundencia que María Pérez demostró también en su carrera, firmando el oro en 28.42, por los 30.26 de Andrea Vázquez, del Rías Baixas-Náutico Boiro, y los 32.43 de Noa Tourís, del As Torres-Romaría Vikinga, bronce.

Además, Lara Outón, del Breogán, acabó subcampeona en el C-1 Sénior Femenino con un crono de 29.39, con 37 segundos más que los empleados por la reina gallega del 5.000, Jénifer Casal, del E.P. Ciudad de Pontevedra. E Iria Romero, del Náutico Pontecesures, fue tercera en el podio del C-1 Cadete Femenino con 32.36, lejos de las dos mejores.

Las arousanas también dieron un par de alegrías en el programa de kayak. La breoganista Tania Álvarez peleó el título del K-1 Sénior con la finalmente campeona Tania Fernández, del Fluvial de Lugo, separadas ambas por 2 segundos en meta. Y Antía Santiago, del Piragüismo Illa de Arousa, fue bronce en el K-1 Juvenil.

Por clubes, el As Torres-Romaría Vikinga lideró la clasificación júnior femenina del Campeonato Gallego de Invierno, con el Breogán tercero como en la sénior femenina. También tercero fue el Náutico Pontecesures en las clasificaciones cadete y juvenil mascuinas, y cadete femenina.

La Voz de Galicia

Un «hiperactivo» al que ni los santos calman.

Vende cirios y figuras religiosas y le encanta crear. Por inventar, hasta inventó una bicicleta con esquís.

A casi todo el mundo, o por lo menos a muchas personas, les gustaría tener varias vidas en una; poder llevar una existencia camaleónica para no aburrirse nunca del día a día. Pero solo algunos consiguen tal cosa. Entre los que están hechos de esa pasta, capaces de hacer tantas cosas a la vez que parece que se multiplicasen, está Joaquín Diéguez. En su caso curioso el suyo. Porque recibe él en la cerería que regenta en la calle San Román de Pontevedra, un sitio donde parece que el tiempo se detuvo en algún momento y no avanzó más. Es un negocio pequeño, con viejísimas estanterías llenas de santos y velas y olor inconfundible a cera, casi a iglesia en realidad. En ese áurea de teórica paz, uno se imagina que el tendero, que tiene puesto el abrigo tras el mostrador, será un hombre de vida tranquila y sosegada. Pero nada más lejos de la realidad. Joaquín se define como hiperactivo. Y, francamente, debe de serlo.

Antes de iniciar la entrevista, hay que esperar a que Joaquín atienda. Despacha primero a una joven que busca unos cirios que se mantengan encendidos los nueve días de una novena; le pone incienso y mirra a otra clienta; saluda efusivamente al repartidor que viene a traerle un buen número de paquetes; atiende a otra persona más que busca velas para una ceremonia… y al fin queda libre. Viaja entonces a su infancia, a Pontecesures, el lugar donde todavía sigue viviendo parcialmente -a ratos lo hace también en Pontevedra-. Cuando él era un niño que dedicaba su tiempo «a matar pájaros e incluso venderlos», su padre estaba al frente de Cerería Diéguez, una factoría fundada en Pontecesures por el bisabuelo de Joaquín, que empezó a hacer velas en el siglo XIX. Joaquín, por tanto, entre pájaro y pájaro, creció rodeado de moldes de cera. Y se enamoró del oficio. «Trabajé un poco como mensajero pero luego ya me centré en la cerería», explica. Primero lo hizo en su tierra natal, a pie de fábrica. Luego, como ahora, a medio camino entre Cesures y Pontevedra. Porque resulta que su abuelo cogió el traspaso de la antigua cerería que había en la calle San Román. Su padre continuó con ella y ahora la regenta él, al igual que todo el negocio familiar. No quiere deshacerse de las estanterías de madera, ni del olor a antiguo del local. «Esto tiene que tener su esencia», sostiene.

El caso es que Joaquín se pasa buena parte del día ahí metido, entre velas y santos. Pero no le transmiten demasiada quietud las estáticas figuras. ?l es un torbellino en toda regla. Es casi imposible resumir sus actividades. Pero promete intentarlo. Empezamos hablando de su querencia por los animales. Cuenta que tuvo varios caballos. Y que le encanta la aventura. Entonces, se acuerda de cuando a lomos de un equino se metió a navegar un buen trecho del Ulla. «Fue una pasada», dice. También le apasionan los reptiles. «Tengo un reptilario bastante grande, con más de veinte animales. Tengo por ejemplo camaleones o tortugas», cuenta mientras se apura a buscar en el móvil fotos que demuestren que no habla en broma.

Está buscando imágenes del reptilario pero, mientras lo hace, aparecen otras que van narrando sus mil y una actividades, sus diferentes vidas. «Mira esta, aquí está la bicicleta que yo inventé para ir a esquiar. La probé y funciona de maravilla», explica mientras muestra una foto de un aparato que, efectivamente, es un híbrido casero de bici y esquí. Paseando por su galería de imágenes también aparece Joaquín haciendo trial, otra de sus pasiones, alguna que otra vestido de buzo y listo para hacer pesca submarina o con la autocaravana con la que le gusta irse de excursión «al lugar más raro que uno se pueda imaginar».

Ritmo frenético

Reconoce que si se sometiese a examen, posiblemente, sería un claro caso de hiperactividad clínica. Y que es muy difícil seguirle el ritmo. «La verdad es que ando muy frenético. Ahora en Pontevedra tengo un amigo que viene conmigo a entrenar en bicicleta… y siempre me pregunta si no me agoto, porque yo siempre tengo las pilas puestas», explica con energía. En ese afán suyo por no estarse quieto nunca, también le gusta experimentar con la cera, con las velas y con todo lo que incluye su negocio. Fue así cómo logró hacer una vela que apenas genera humo; cómo logró sacar aromas nuevos y velas decorativas… «Me gusta crear, este oficio tiene muchísimo de artesanía. Yo estoy todo el tiempo dándole vueltas a la cera y a los materiales, no me gusta hacer las cosas siempre igual», insiste una y otra vez. Mientras habla, vuelve a rebuscar entre sus fotos en el móvil. Y saca entonces una especie de cenador que está haciendo con restos de poda de palmeras. «¿Ves? Esto es lo mío, buscar la manera de reutilizar materiales. Esto es lo que más me gusta», indica. Joaquín sonríe viendo sus palmeras desmenuzadas cogiendo forma de cenáculo. Entonces, piensa en sus dos hijas. Recuerda los experimentos con ellas en la fábrica de velas. Y reflexiona: «Se puede ser feliz en el sitio menos previsto, ¿verdad?». Cierto.

¿De dónde procede?. Joaquín viene de una estirpe de cereros. Es la cuarta generación de una familia de Cesures dedicada a este negocio.

¿Dónde trabaja?. A medio camino entre la cerería que regenta en Pontevedra y la fábrica de Pontecesures donde se fabrican las velas y demás material.

La Voz de Galicia

«? falso que os churros engorden».

Son casi cinco lustros, casi un cuarto de siglo, que se dice pronto, los que lleva acudiendo Montse Custodia Llerena al mercado de Carballo con la Churrería Delicias. Es por ello que, aunque vecina de Pontecesures, dice que un poco carballesa ya es también: «En realidade, son de todos os lados, porque me teño que mover por media Galicia», afirma. Más bien Galicia entera: recorre los mercados de A Coruña, Pontevedra, Ourense, Lugo… Por citar algunos. Entre pedidos de «media ducia» o «un euro de churros», cuenta que heredó el oficio de sus padres. Ya ellos acudían a Carballo, en su tiempo. «Eles dicíanme que estudase, pero eu non quixen, e seguín con isto. Hoxe pesoume non ter estudado, claro», confiesa Montse.

Aunque no los aparente, tiene 50 años, y empezó con los churros hace cosa de 30. Se la ve feliz en su trabajo. Concluye que sí lo es («non vou dicir que non») y, además, los clientes agradecen su carácter afable y su trato:

-«Aí van, cariño», le entrega la bolsa a una compradora. Ríe.

Montse es de esas personas que no agrían los días, que contagian sonrisas. Eso no quita que no haya tenido sus cosas ni que, de volver atrás, no hubiese optado por alguna de las disciplinas que le gustaban: veterinaria, por un lado, y abogacía, por otro: «As leis». Su oficio actual, dice, puede parecer bonito de puertas hacia fuera, pero lo define como «moi duro» y «moi escravo»: «Colles moitas molladuras, mil e unha, hai que montar e desmontar… E non é só desmontar, ou viaxar, senón que hai moito que limpar». Después está lo de tratar de cara al público, lo de saber llevar a la gente, cada persona con sus gustos.

Eso, continuamente. Los viernes, por ejemplo, no tiene mercado, pero sábados y domingos sí y, de hecho, son los días que más trabaja. «O domingo non podo ir á misa, non», bromea. Conoce el sector desde antes de los 20 años y dice que la cosa ha caído «en picado». No son las ventas ni las ferias de otro tiempo, pero afirma que eso no es algo que pase solo en Carballo, sino que es general. Cuando hay crisis, afirma, hay crisis para todo, «e aínda que non o pareza, a xente deixa de gastar un euro nos churros, un euro nótase». Del otro lado, frente a la reducción de demanda, ha crecido asimismo la oferta, por lo que todo contribuye.

Aun así, los churros son un manjar de siempre, que va pasando de generación en generación, de esos que los niños que vienen seguirán pidiendo: «Eu penso que isto é algo que non cansa. Non é algo que comas hoxe e que teñas que deixar pasar días para volver comelos, como pasa con outras cousas».

Acudir desde Pontecesures a Carballo le lleva «unha hora escasa», pero las jornadas de trabajo suponen levantarse a eso de las cinco y media de la mañana. A primera hora, hay que tener todo listo para el arranque del mercado. Después de tantos años, dice que, también en Carballo, hay ya algunos clientes fijos, de cada jueves. «Están buenísimos», detalla Montse Custodia sobre los churros que vende. Es más, ella tiene su propia teoría, y así se lo ha dicho ya al mismísimo Gayoso: «? falso que os churros engorden». Matiza después la idea al añadir que, a su juicio, lo que hay que adquirir es un «hábito de saber comer». Pone su ejemplo. Por regla general, y salvo contadas excepciones, todos los días desayuna con un par de churros, «e mira que tipiño teño», ríe. Sus hijos igual, «e están así», dice, gesticulando para hacer ver que delgados. Abunda: «Se eu almorzo dous churros, o que non podo facer é ver a mediodía un pastel, e comelo tamén. E pola tarde o mesmo. Hai que saber». Lo de Gayoso viene a cuenta de que Montse ya ha puesto en varias ocasiones los churros para las celebraciones de fin de año del programa Luar.

«Problema é que che veña unha enfemidade, o resto non»

Desde primera hora, los jueves y domingos de feria, la Praza carballesa huele a churros. Ese cuarto día de la semana también hay mercado en Vimianzo, por lo que Churrería Delicias se divide y a la capital de Soneira acude una hija de Montse. «Teño tres fillos», dice. Incluso es ya abuela de un bebé de 5 meses. «Mira», dice enseñando una foto en el móvil.

Con ello, no tiene claro que vaya a haber tercera generación de churreros. A ver qué pasa. «Á miña filla dígolle que estude. Fixo perruquería e estética. Tamén auxiliar de enfermería e eu quería que seguise por esa rama», abunda Montse. No obstante, parece que el oficio heredado le convence más o, al menos, la hace más feliz, y se le da bien, así que habrá que esperar a lo que depare el futuro.

En todo este tiempo de profesión, Montse no ha tenido grandes problemas en ella. Como mucho, algún día que no le sonase el despertador en esas jornadas de lluvia desapacibles: «Se é unha feira pequena, tampouco pasa nada. Problema é que che veña unha enfermidade, o resto non». Antiguamente venía también a Carballo en tiempo de San Xoán, pero, desde hace unos 16 años, dejó de acudir con el puesto a casi todas las fiestas: «De noite non ando».

Con las ferias se va tirando y, si tuviese que quedar con la que ve más boyante a día de hoy, citaría la de Santa Comba, dos lunes al mes y el primer sábado. El jueves, Montse vendía churros tradicionales y, al lado, de chocolate. Los primeros tienen mucha más demanda que los segundos: «Están moi bos, pero son máis caros». Los rellenos de crema tienen también su aquel. Es la intrahistoria de una profesión de mucho sabor y, asimismo, de mucho trabajo.

La Voz de Galicia