La Guardia Civil contabiliza hasta tres hurtos solo en la última semana.
Los robos sufridos en las iglesias de Santa Baia (Catoira) y Setecoros (Valga) en la madrugada del martes al miércoles no son una cosa puntual. Más bien, todo lo contrario. El cura de ambas iglesias, Paulino Sánchez, no se muestra extrañado con la noticia: «Está habiendo muchos casos similares y ya procuramos tener la menor cantidad de dinero posible». Solo en la última semana, la Guardia Civil acumula tres denuncias. Si la primera de ellas se interpuso el pasado sábado por la entrada ilegal en la rectoral de András, en Vilanova, la segunda se presentó en el cuartel el lunes por el robo del dinero del cepillo, dos figuras y una imitación de San Gregorio en la iglesia de O Campo da Boca, Meis. A estas se le suma la denuncia presentada por Paulino Sánchez. Un gran número de hurtos para tan corto espacio de tiempo y que explica la preocupación que se está viviendo en las iglesias de la comarca.
El párroco de Meis, José Antonio Souto, indica que fue hace dos meses cuando percibieron «una escalada continuada» de los robos. «Antes había puntualmente, pero a partir de ahí comenzaron a ser habituales por toda la comarca», indica. La cosa se agravó en los últimos quince días: fue entonces, tal y como señala Souto, cuando se acentuaron. Habla de una veintena robos. Concluye antes diciendo en qué iglesias no entraron: «San Lorenzo de Nogueira (en Meis) debe ser la única en la que no hubo robos». Y, no porque no lo intentaran: todo indica que los saqueadores cesaron en su empeño al encontrar dificultades para entrar.
Solo hay una zona de la comarca que está tranquila: O Grove. Así lo señala su cura, Juan Ventura, que es consciente de que en los concellos vecinos no pueden decir lo mismo. Desde Valga, Arturo Lores enumera los robos que se produjeron recientemente en las iglesias que oficia: uno en Santa María de Xanza, otro en San Miguel, un tercero en la iglesia de Pontecesures y tres en la de Cordeiro. «Dos en quince días», señala. Hay algo que le llama la atención y que le hace sospechar de que podría tratarse de personas distintas: en uno de estos dos últimos robos entraron por la ventana y para el otro forzaron la puerta. «Todavía no habíamos arreglado la ventana y se complicaron la vida al entrar por otro lugar», explica. También se la complicaron a ellos: es mayor el gasto en arreglar los desperfectos que la pérdida del dinero sustraído. La ventana, por ejemplo, supera los mil euros. Y es que también forzaron los hierros que la cubren.
La preocupación va más allá de los propios robos. Es José Antonio Souto quien lanza la reflexión: «Como sociedad tenemos la obligación de encontrar una respuesta eficaz para dar salida a esos jóvenes que no tienen nada, y buscan a la desesperada y de madrugada los pocos euros que pueden encontrar en las iglesias». No hay sospechosos, pero si un perfil de los asaltantes.
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Alarmas y puertas con chapa de hierro como elementos disuasorios
Los primeros robos son los que concluyeron con los mejores botines. Es Arturo Lores quien indica que en dos de las iglesias que oficia, la de Pontecesures y la de Cordeiro, llegaron a sustraerse entre doscientos y trescientos euros. Con el incremento de los robos, todos los curas de la comarca apostaron por las misma práctica: vaciar los cepillos cada menos tiempo para reducir las pérdidas en caso de robo. No hay ningún asalto reciente en el que botín se acerque a estas cifras.
No es esta la única estrategia. Hay párrocos que apuestan también por dejar los lampadarios abiertos para evitar daños. Y es que las monedas que pueden sacarse por el encendido de velas es muy inferior a la cuantía que supone tener que arreglarlos o comprar unos nuevos en caso de que los asaltantes los fuercen. Y es que, aunque los intrusos no buscan hacer daño intencionado a las iglesias, si violentan cualquier espacio en el que pueda aparecer dinero. Y este es el verdadero golpe: la reposición de la puerta de Santo Tomé de Nogueira costó 750 euros y la de San Vicente de Nogueira subió hasta los 1.142 euros. «Es de chapa de hierro», explica José Antonio Souto. Hay un motivo para elegir este material: es del que está hecha la puerta de la iglesia de San Lorenzo que no dieron forzado.
En San Vicente ya hace tiempo que se apostó por otra táctica. En este caso, de tipo disuasivo. «Hace varios años que se colocó una alarma», recuerda Juan Ventura. Y es que aunque esta oleada de robos no les está afectando, tienen en la memoria varios acometidos en el pasado.
La Voz de Galicia