¿Es posible llevar un centro de formación profesional perfectamente equipado en el interior de un camión? Juan Castaño, el responsable de la empresa OdL responde con un rotundo sí a esta cuestión. Su afirmación va más allá de las palabras: de las naves de su firma, ubicada en Valga, han salido ya cuatro camiones-escuela, y se está empezando a trabajar en el quinto y último vehículo de estas características que, por el momento, le han encargado. El destino de estos vehículos está en las carreteras de Venezuela.
Las cajas de camión que fabrica OdL son especiales: se despliegan y se convierten en auténticos edificios. La firma lleva muchos años trabajando con este tipo de vehículos, y de su cuño salieron los escenarios de las orquestas que recorren la Península Ibérica, los bares de las ferias, y hasta un hospitality fabricado para Kawasaki. Con semejantes antecedentes, no es de extrañar que se le confiase la construcción de unas escuelas móviles que salen de la factoría de Valga «perfectamente equipadas».
La primera de las escuelas construidas era un centro de peluquería en el que no faltan ni los espejos, ni el lava cabezas, ni los secadores. La segunda, un completo taller de costura en el que todos los alumnos disponen de su propia máquina de coser. El tercer aula sobre ruedas está preparada para que los estudiantes que a ella se suban aprendan todos los secretos de la serigrafía; en la cuarta se impartirán clases de informática y, en la que ahora se está trabajando, se enseñarán los secretos del mundo audiovisual.
Como suele pasar con los remolques con ADN de esta empresa de Valga, cuando están plegados parecen contenedores normales y corrientes, como los de cualquier camión que transporta mercancías de un lugar a otro. Sin embargo, un sencillo sistema de montaje permite que esa estructura se despliegue hasta alcanzar unas dimensiones de nueve metros de largo por cinco de ancho. Se convierten, así, en auténticas aulas formativas en las que, a la hora de recoger, no hay que hacer un gran esfuerzo. «Non teñen nin que mover as sillas, prégase todo», argumentaba ayer Juan Castaño.
El empresario valgués reconoce que, pese a la crisis, a su firma no le falta trabajo. Poco a poco se van abriendo nuevos mercados y ganando nuevos clientes. Sin ir más lejos, parece que Kawasaki, ha decidido volver a confiar en la empresa valguesa. Ya lo hizo hace unos meses, cuando le encargó la construcción del hospitality de su equipo de superbike, el centro de recepción de visitantes que viaja de circuito en circuito, y vuelve a hacerlo ahora al encargarle el diseño y construcción del que será su nuevo taller viviente, una «carrocería especial» para guardar las motos y en la que, además, tendrían su lugar de descanso los mecánicos que se encargan de ellas.
Aún hay más proyectos en marcha. «A verdade é que, malia a crise, as cousas non nos van mal», dice el responsable de la firma. La actividad no se interrumpe en ningún momento, aunque Juan Castaño asegura que donde sí se nota que el dinero no fluye con la alegría de otros tiempos es a la hora de cerrar contratos. Por eso, prefiere guardar un discreto silencio sobre los negocios que parecen dibujarse en el horizonte. Más vale ser precavido.
La Voz de Galicia