Padrón deja escapar un retazo de su memoria.
A hora que con tanta fruición como inconfesado interés se alude a la importancia de que los pueblos recuperen su memoria, resulta penoso ver cómo algunos de ellos no sólo la desprecian sino que la entierran debajo de una piqueta para que el galopante urbanismo acabe con el mínimo vestigio que pudiera quedar en pie. Es lo que acaba de ocurrir en Padrón con la subasta pública de la casa de un prohombre de la villa, el escritor y periodista Manuel Vázquez Barros, de cuya herencia (física e inmaterial) debía responder la fundación Lázaro Galdiano. La subasta no es, sin embargo, más que el último eslabón de una cadena de despropósitos y más de una ilegalidad, iniciados con la retirada de una placa de mármol erigida en su día en memoria del ilustre padronés en solemne acto que contara con la presencia del patriarca de las Letras Gallegas, Otero Pedrayo; continuados a las pocas fechas con el derribo de parte del inmueble por alguien que a la postre se evidenció como carente de derecho para hacerlo, y consumados ahora con la presencia de una inmobiliaria que se encargará de hacer el resto, edificar pisos que borren hasta la última huella. Y todo por una nefasta gestión del gobierno local que es ya prácticamente imposible de corregir por el actual, por más que se afane en ello. Eso sí, hay nombres cuya memoria merecería perpetuarse como recuerdo indeleble de sus ignominiosas afrentas a la ciudadanía.
Columna «Espinas». TIERRAS DE SANTIAGO, 24/12/07
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