Bandín, una taberna a la antigua usanza.
El mítico bodegón padronés cerró sus puertas «hasta nuevo aviso» cuando el reloj daba la entrada al Año Nuevo
Era la última taberna a la antigua usanza que mantenía sus puertas abiertas desde hace más de cuatro décadas en Padrón, en la calle Rosalía de Castro. El Bandín, como se conocía a esta bodega regentada por Manuel Martínez Bandín, cerraba sus puertas con la primera campanada del Año Nuevo «hasta nuevo aviso, porque nunca es un hasta siempre», señala Manuel Martínez Calvo, hijo. La enfermedad del fundador de este templo vinícola y las ocupaciones de sus descendientes que les impiden seguir con el negocio familiar ha obligado a Bandín, «muy a su pesar», a echar la última vuelta de llave a este singular recinto.
A sus 86 años, Manuel, que se ha negado a jubilarse, sigue viviendo «por y para el vino. Aquí, entre estas paredes está toda su vida», señala su hijo, quien aún mantiene la esperanza de que su padre recupere soltura y vuelva a lucir la entrañable sonrisa con la que recibía día a día a parroquianos como el sacristán, un incondicional que llega siempre a la misma hora en su Vespa roja del año Pi.
El Bandín es toda una leyenda entre los padroneses de avanzada edad, los de mediana y también los jóvenes; un reducto que se rebela contra una legislación que día a día criminaliza el caldo de Baco y pone trabas al disfrute de una buena taza de vino.
El Bandín no tiene cartel que lo identifique, pero cualquier padronés sabe dónde situarlo. Su único reclamo es una garrafa en la entrada de la puerta. Y es que además de ofrecer tazas, el Bandín surtía a las familias el brebaje de las viñas traído en toneles de gran dimensión desde diversos puntos de Galicia, como el Ribeiro de Sampaio, y de otros lugares de España como Cacabelos (León), y el famoso y ya escaso vino Avión que en Pascua hacía furor entre los jóvenes. En la trastienda siguen decenas de barriles amontonados que guardan en secreto eternas conversaciones de amigos. De las paredes cuelgan vetustas telarañas que hacen las veces de espantamosquitos.
También en la trastienda hay caldos de colección irrepetibles, como el tinto de Correos y Telégrafos de Compostela «cuando Correos aún se denominaba así». Y cosechas propias, como el caldo de Manuel, hijo de Bandín, bautizado con el nombre de Capitán Martínez: un tinto mencía, y un blanco hecho con una selección de uva godello, treixadura, torrontes y albariño, que presenta con el lema: Este viño busca os beizos como un bico.
Con Bandín se va la filosofía de un hombre que considera al vino como un niño «al que hay que cuidar y mimar», y también se cierra una etapa de la vida de un pueblo. Al Purgatorio le toca el relevo.
TIERRAS DE SANTIAGO, 01/01/08
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