El San Roque de Vilagarcía colapsó dos días la conexión de tren con Santiago.
La Festa da Auga de Vilagarcía abarrotó los trenes y lleno la estación de Santiago.
Ni una plaza libre para viajar ayer en tren desde Vilagarcía a Santiago durante toda la tarde. Cientos de jóvenes se concentraron en la estación de ferrocarril con la esperanza de conseguir un billete para regresar a Compostela después de una larga noche de fiesta prolongada hasta el mediodía de ayer. El día de San Roque, que pese a ser festivo prácticamente pasa desapercibido en Santiago, llevó durante la jornada del jueves a cientos de jóvenes a Vilagarcía para participar en su Festa da Auga, que comienza en la noche del 15 pero que tiene el momento más esperado al mediodía del 16. Ya el jueves, desde mediodía y hasta la noche, muchos fueron los que tuvieron que buscar medios alternativos de transporte al quedarse sin plazas en todos los trenes. Los coches particulares, conducidos por resignados padres o amigos, trasladaron a la localidad pontevedresa a muchos de estos jóvenes dispuestos a no perderse la cita con el agua.
Tren completo
Tras una noche de fiesta y después de cumplir, entorno a las doce del mediodía, con el ritual de recibir cubos de agua o disparos de pistolas de agua, los jóvenes iniciaron su regreso a casa. Pero, no fue fácil. La estación del tren vilagarciana se quedó pequeña, un año más; y la falta de previsión de Renfe para ampliar el número de vagones en las horas más que previsibles de incremento de demanda dejó en tierra a muchos usuarios del ferrocarril gallego. Todos los trenes a Santiago desde las 13.05 hasta las 19.07 horas colgaron el cartel de «completo» . A las dos de la tarde, las pocas plazas que aún quedaban disponibles en el de las 17.53 horas volaron mientras los jóvenes, amontonados en el hall de la estación seguían intentando un «hueco» en un vagón de un tren a cualquier hora. Los afortunados, según la hora de la partida, confiaban en no perder el tren, ya que su siguiente parada era una «merecida» siesta en la playa Compostela.
En Santiago, los trenes fueron llegando cargados de chavales que no podían disimular su procedencia. Sus caras reflejaban claramente, por un lado, el cansancio de la noche de fiesta y, por otro, la satisfacción por ser uno de los afortunados que lograron un billete para el retorno en uno de los vagones.
LA VOZ DE GALICIA, 17/08/13
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