Los vecinos de Valga le echan un poco de teatro.
A la vida hay que ponerle algo de arte. Elijan ustedes la fórmula que más le guste: una dosis de música por aquí, algo de literatura por allá… En Valga, un buen puñado de niños y mayores han realizado su elección y se han quedado con el teatro. Ayer comenzó un nuevo curso de la escuela municipal que permite a los vecinos de esta localidad del Baixo Ulla adentrarse en el mundo de las representaciones y los escenarios. Las clases comenzaron ayer, en el auditorio de Cordeiro, donde los niños primero, y los mayores después, se subieron a las tablas por primera vez tras un tiempo de descanso.
El director de esta escuela es Manuel Solla. Lleva varios años ayudando a los vecinos de Valga a enfrentarse al miedo escénico, tanto desde estas clases formativas como desde la organización de la representación que llega cada año con la batalla de Casal de Eirigo. A Solla, su experiencia le permite afirmar que el teatro aficionado está viviendo una edad dorada. Y no es de extrañar, si tenemos en cuenta que subirse a la tabla y meterse en la piel de otro, bien sea en la un soldado francés, bien en la de un pirata cojo, puede tener un sinfín de efectos positivos sobre nuestra vida.
Y si no, escuchen. El teatro, dice Manuel Solla, «axuda a tomar conciencia dun mesmo, das nosas potencialidades». Es decir, que ayuda a reforzar la autoestima y a enfrentarnos con nosotros mismos. Por si eso fuese poco, el teatro ayuda también a mejorar «a capacidade para expresarnos, a ter máis recursos para facelo». Y es que las clases de teatro son como sesiones de coaching en las que se enseña a «buscar solucións aos problemas de forma creativa», potenciando también esa dosis de «responsabilidade» que lleva aparejado subirse al escenario y encontrarse, cara a cara, con el público.
El teatro es apto para gente de todas las edades. En Valga, los alumnos más jóvenes de Manuel Solla tienen seis años. Los mayores, en este caso, rondan los sesenta. «Pero en Baión, por exemplo, teño un alumno de 83 anos». Evidentemente, no es lo mismo dar clase a unos rapaciños que solo piensan en jugar y divertirse, que a un grupo de adultos que, en ocasiones, están atenazados por los nervios y la vergüenza. El profesor lo confirma. «Cos nenos facemos moitos xogos, e despois obras con pouco texto», explica. A los mayores les toca memorizar un poco más.
El buen estudiante
Pasemos, dando un pequeños salto, a Catoira, donde los alumnos del colegio Progreso participarán un año más en un programa que pretende enseñarles a valorar a los buenos deportistas y a los buenos estudiantes. Pero a los buenos de verdad, los que hacen del sacrificio, de la cooperación, de la creatividad, de la constancia y del trabajo en equipo, sus auténticas señas de identidad. Hoy, a las ocho de la tarde, la orientadora del colegio de Catoira, Milagros Rodríguez, y el técnico municipal Manuel Isorna, mantendrán una reunión con padres de alumnos para intentar involucrarlos de forma activa en esta actividad.
La Voz de Galicia
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