La padronesa Carmen Tarrío, la peixeira más veterana de la plaza de Vilagarcía, repasa la crisis del mercado.

Publicado por Redacción en

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Lleva más de medio siglo vendiendo pescado fresco a los vilagarcianos. Así que Carmen Tarrío sabe de lo que habla cuando habla de la plaza de abastos, de sus idas y venidas, de sus subidas y -sobre todo- de sus bajadas. Porque la plaza, dice, languidece sin remedio. Olvidémonos por un momento de los martes y los sábados, esos días mágicos en los que el mercado ambulante llena los pasillos de carros y clientes. Si entramos en la plaza un miércoles, uno cualquiera, desde detrás de los puestos todos los ojos se girarán hacia nosotros, tal es la escasez de movimiento.

«Estes son días mortos», confiesa Carmen. Habla con ese gesto de resignación de quien mira al futuro con la sensación «de que non pinta moi bonito». Y eso que en su larga historia como peixeira ha visto de todo. Ha pasado muchos trabajos y ha tenido mucho frío en los sucesivos emplazamientos en los que le ha tocado acomodarse. Ahora, la plaza luce mejor que nunca, con mesados de aluminio e higiénicas instalaciones. Sin embargo, de poco sirven todas esas mejoras los miércoles. Esos días «cada vez valen menos», confiesa Carmen.

Es tan cativo el negocio, que el número de puestos ocupados por el pescado se puede contar con los dedos de una mano. «Sendo as que somos xa nos costa traballo vender algo, se chega a vir máis xente non facíamos nada», sentencia nuestra veterana peixeira. Asegura haberse acostumbrado ya a pasar los miércoles al sol de la plaza, pero algo en su gesto algo dice que no, que esta mujer pertenece a la raza de las luchadoras, de las que no se rinden. Se le nota en la disposición con la que llama a los escasos clientes que cruzan ante su puesto, defendiendo con uñas y dientes su trabajo. Es precisamente la falta de trabajo, la culpable de la desértica estampa. «Aquí xa non queda industria. Sen industria non hai traballo, e sen traballo non hai cartiños para gastar».

Dejamos a Carmen atendiendo a dos jóvenes que visitan la plaza casi por casualidad. Son de Padrón, y tienen la suerte de que una pescantina pare su furgoneta delante de la puerta de su casa. Pero hoy, de visita en la capital Arousana, han decidido detenerse en el viejo mercado para comprar un poco de pescado fresco. «Prefiro collelo na praza que no supermercado. Aquí xa se ve que a calidade é diferente, que todo é produto de garantía. E, de paso, axudamos a esta xente que está a aguantar dos negocios», explica una de las jóvenes clientas. Carmen, que limpia con diligencia el pescado que le han pedido, asiente. Como asentirían todas sus compañeras si estuviesen escuchando.

El milagro de la resistencia

En la plaza, los miércoles, mandan mujeres de edad madura. Veteranas que, como Pilar, rivalizan con Carmen en ser «la más antigua» de la plaza. Ella frisa también el medio siglo de trayectoria. Y ella ve, también, como desde hace unos años, la plaza se ha vaciado. «Solo se salvan los martes y los sábados». ¿Y cómo se sobrevive?, preguntamos. Pilar pone cara de quien es capaz de hacer milagros. «Pois entre semana traemos menos produto. Menos cantidade e menos variedade». Esa queda para el fin de semana, cuando la plaza se convierte en un festival en el que mandan los colores de los mariscos y los pescados la ría.

Un adelanto lo ofrece el bancal de Pescados Celia, que luce coqueto. Tras semejante bodegón marino, la peixeira, otra veterana, reconoce que se esmera a la hora de colocar sus pescados. «Pero de nada vale. Por moi bonito que poñas o escaparate… Nada de nada». «Eu vendo todo peixe da ría, de Ribeira, de Vilaxoán, de Cambados. ? bo peixe, e o bo peixe vai caro. Así que coa crise véndese menos, porque todos intentamos apañarnos como podemos», dice Celia.

Ella acude puntual a su cita con la plaza porque «xa levo moitos anos aquí, e estou a aguantar», esperando paciente hasta que llegue la hora de la jubilación. Sin embargo, las pescantinas más jóvenes se quedan en casa «porque, realmente, vir non compensa».
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Cara y cruz

La crisis. Sin industria, razona Carmen, no hay trabajo. Sin trabajo, no hay dinero. Y sin dinero, no se vende pescado. «A xente tira máis polos conxelados, e iso que non son moito máis baratos», apunta Pilar. Carmen culpa a esa «comodidade» que aleja a los jóvenes de la plaza.

Una cuestión difícil. No saben muy bien qué se puede hacer. Pero esperan que alguien dé con la fórmula. A fin de cuentas, ¿por qué no va a tener futuro la plaza de Vilagarcía si hay otras, como la de Vilanova, que parecen revivir poco a poco.

La Voz de Galicia


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