El árbitro que no dejaba indiferente a nadie.
Dicen que los árbitros son futbolistas frustrados, pero eso es incierto. Los hay, los hubo, vocacionales. Tal es el caso del padronés José Antonio Carril Abad, que se estrenó en el arbitraje a principios de los cincuenta y se despidió de los terrenos de juego después de pasar más de treinta años recorriendo los campos de fútbol aficionado de Galicia. Llegó a militar en Regional Preferente y, en ocasiones, fue juez de línea en encuentros de Primera División. Cuando la edad le obligó a retirarse del «arbitraje activo» aún continuó impartiendo justicia en el balompié veterano. Hasta que el cuerpo le dijo basta, prácticamente con el comienzo de una dolencia degenerativa que escribió ayer su último episodio.
Carril Abad fue un trencilla sui géneris que hablaba con los futbolistas y, si hacía falta, con el espectador, cuando le discutían alguna jugada, No dejaba indiferente a nadie, era querido por muchos y odiado por algunos, porque la pasión del fútbol es lo que tiene, estimula instintos buenos y malos, que cambian en función de los colores y, por supuesto, de los resultados.
Hablador y fiestero, le gustaba contar sus batallitas de colegiado, las veces que había tenido que salir por patas de un terreno de juego o, incluso, cómo un día llegaron a tomarle medidas para hacerle un ataúd.
A nivel profesional, ocupó el puesto de encargado en la peletera Picusa.
El féretro con sus restos mortales saldrá hoy a las 15.45 del tanatorio de Iria Flavia. A las 16.00 se celebrará un funeral en la iglesia de Santa María A Maior, al que seguirá el entierro en el cementerio parroquial.
La Voz de Galicia
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