El fuego obligó a desalojar a decenas de vecinos en Valga y Pontecesures hace diez años.
Los mismos gestos de desesperación, las mismas miradas empañadas por el humo, la misma sensación de impotencia. Los vecinos de Castroagudín reviven estos días la pesadilla de hace diez años, cuando la pequeña aldea se vio asediada por la salvaje oleada de incendios. Pero entonces las llamas fueron mucho más voraces, más destructivas. Su efecto devastador llegaba, tal día como hoy, a numerosos lugares de Pontecesures, Valga y Padrón.
En el Consistorio
El entonces alcalde de Pontecesures, el nacionalista Álvarez Angueira, reconocía su desesperación. «Estamos rodeados de lume», señalaba. Tanto es así, que los vecinos de Grobas y Fenteira fueron desalojados de sus viviendas y pasaron la noche en la casa consistorial. En la vecina Valga, también fueron decenas las casas que se quedaron vacías mientras sus propietarios buscaban cobijo con familiares o amigos. Afrontaban la noche con el corazón encogido por la proximidad de las llamas a sus viviendas, a sus negocios, a sus vidas.
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