Solitarios que no andan muy lejos.
Cada vez que José María Carlés sube al monte mete en un departamento de su uniforme una libreta pequeña. Ahí anota lo que ve. Porque durante las tres décadas que lleva recorriendo pistas, organizando brigadistas, poniendo en marcha medidas de prevención y apagando fuegos ha aprendido a observar a la gente. Por eso al entrar en faena cuando salta una alarma no solo se detienen en apagar, mira alrededor, escribe y dibuja en el cuaderno y saca sus resultados. Esos apuntes, «algúns errados, outros non», son fundamentales para investigar el origen y las causas de los fuegos. A lo largo de los años ha visto muchos, tan dispares que no podría dibujar un único patrón. «Hai os lumes de primavera, que a maior parte responden a neglixencias, outra cousa son os que se producen no verán e aí a maioría son provocados por un incendiario», dice. Y dejando a un lado esos fuegos que tienen su origen en el mal lanzamiento de unas bombas de palenque, la quema a destiempo de unos rastrojos tras haberse saltado el permiso, o esos que provoca la chispa que escapa de una desbrozadora o incluso el tubo de escape de un tractor, están esos otros urdidos por la mente de personas detrás de las que suele haber algún otro problema. De relación, de conflicto con el entorno….
Tras pasar por un colador a todas las personas que, por unas u otras razones, están detrás de los fuegos, aparece un perfil muy concreto al que responden algunos de los últimos detenidos por su presunta implicación en la provocación de un incendio. «Máis alá da persoa que poda provocar un lume debido a unha neglixencia, e estas son moi variadas, o perfil do incendiario pode responder ao dunha persoa cun entorno desestruturado que encerra un problema social ou que ten problemas cos veciños que, nalgúns casos poden estar provocados por outro tipo de cuestións», apunta.
No solo José María tiene libretas repletas de anotaciones. Los agentes del Seprona y de la Policía autonómica que patrullan el monte también están ojo avizor. Con las respuestas de los que viven en los núcleos cercanos a la zona en la que hay fuegos hacen informes que luego remiten a la fiscalía. El fiscal de Medio Ambiente de Galicia, Álvaro García, describe ese retrato robot dibujado con el lápiz de la experiencia. «Suelen ser hombres que actúan solos. No hay tramas, ni acciones concertadas. Normalmente es gente mayor, a partir de 40 años, con vidas solitarias», dice. La falta de sociabilidad, los problemas familiares, los conflictos con el entorno, problemas con el alcohol u otras sustancias…. no dejan de ser características que sobrevuelan sobre los sospechosos analizados a lo largo de los años.
La soledad de la que hablan los agentes o los trabajadores de la Fiscalía no es gratuita. «En Galicia hay muchas personas que viven como ermitaños, pero realmente no saben que lo son. La cuestión es que entre ellos, hay aquel que desarrolla un presunto problema por el hecho de vivir aislado, pero además hay quienes tienen alguna patología no diagnosticada. La verdad es que hay gente con problemas no diagnosticados que son auténticas bombas de relojería», explica un local que trabajó durante años dando cobertura a personas en la provincia de Lugo.
La Voz de Galicia
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