Padrón y Santiago renuevan su hermanamiento.

Las corporaciones políticas de ambos Concellos asisten a los actos del Lunes de Pascua.

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Padrón y Santiago renuevan hoy sus lazos de hermanamiento con motivo del Lunes de Pascua. La corporación padronesa ha recibido a la una de la tarde a la compostelana a la entrada de la villa, donde los alcaldes han intercambiado el bastón de mando. Acompañadas por las respectivas bandas de música municipales, las dos corporaciones han ido a pie al Concello, para escuchar los discursos oficiales en el salón de plenos.

El alcalde de Santiago, Martiño Noriega, ha sido el primero en agradecer la invitación de Padrón en el día de hoy y en constatar los lazos que unen a los dos pueblos, entre los que mencionó los literarios pero también «os comerciais».

Por su parte, el regidor padronés Antonio Fernández ha señalado que Padrón y Santiago han renovado hoy «a fidelidade» que mantienen desde hace décadas y que va más allá, ha dicho, del viaje que realizó el Apóstol desde Jaffa. Fernández se ha referido, además, a los miles de compostelanos que ayer se acercaron a Padrón como visitante, romeros o ganaderos, para «disfrutar da hospitalidade de Padrón» en el Domingo de Pascua.

Los dos alcaldes han coincidido en mantener y apostar por la relación de hermanamiento.

Tras los discursos, ambas corporaciones han salido al balcón del Concello para escuchar las actuaciones de las bandas de música, antes de ir a la plaza de Macías para asistir al concierto de la de Padrón, junto con los numerosos padroneses que, desde la calle, seguían los actos de hermanamiento.

La Voz de Galicia

La N-550, un vial con tramos muy distintos y peligro constante en la orilla .

Las comparaciones siempre son odiosas, sobre todo si uno las sufre en sus carnes. Esa idea le venía ayer a uno en la cabeza cuando se proponía recorrer la N-550, la carretera «de toda la vida» de Santiago a Vigo y mientras su vehículo se veía enzarzado en travesías con tráfico lento, limitaciones constantes de velocidad y cruces y más cruces de repente miraba hacia un lado del vial y veía la AP-9, con los vehículos a toda velocidad sin retención alguna. ¡Qué diferencia!

El recorrido empieza en Pontecesures. Y empieza mal. Algo antes de las once de la mañana, uno pierda la paciencia ya en la primera travesía. Hay tráfico por doquier. Así que se tardan varios minutos en enfilar hacia Caldas. Cuando por fin uno se pone en ruta, la cosa mejora. El firme está bastante bien salvo por algún pequeño detalle y, conforme uno se acerca al territorio caldense, el tráfico va a menos. Además, gracias a la variante que Fomento construyó, en Caldas uno hasta saca pecho y piensa que, quizás, se equivoquen los que pagan y van por la AP-9. Porque en el tramo caldense, sobre todo en la circunvalación, el coche va casi como un llanero solitario. Apenas hay tráfico y poco rastro de los camiones que kilómetros atrás desesperaban a uno.

Pero la alegría se acaba pronto en la carretera del pobre. En Briallos, ya en Portas, ayer ya se notaba más tráfico. Encima, en esa zona, uno se daba cuenta de una circunstancia que es eterna compañera en este vial: hay peligro constante en la orilla. Ora aparecen peregrinos, como Michael, un austríaco que ayer indicaba que no le gustaba la cantidad de automóviles que pasaban casi rozándole la piel. Más adelante son los niños que se bajan de un autobús o un hombre cargado con una carretilla de hierba. La cantidad de casas que hay pegadas al vial es enorme y, por tanto, el trasiego de peatones también.

En O Cruceiro de Briallos, de hecho, había un vecino intentando cruzar a pelo, sin paso elevado ni otro elemento de protección. «Aquí cruzamos como podemos, non queda outra», afirmaba. Y es cierto. Porque más adelante uno se seguía encontrando viandantes a la carrera incluso en las zonas con tres carriles.

Entrada a la ciudad
El susto más grande, si uno no conoce la carretera, se lo lleva el conductor llegando a Pontevedra. ¿Por qué el coche de repente hace ruido? La culpa es del firme que hay a la altura de las facultades, al que aplicarle el adjetivo de obsoleto es ser bondadoso con él. Pasando Pontevedra y enfilando hacia Vilanova, llega el sufrimiento por la lentitud del tráfico. Ahí, nuevamente, uno maldice el momento en el que no pagó para ir por la AP-9.

El paso de camiones es constante y sonante. Y, para acabar un poco más con la paciencia del conductor, hay cruces por todas partes. Continuas intersecciones, rotondas y otras hierbas que hacen que, para salvar los 57 kilómetros que van desde Pontecesures a Vilaboa haga falta casi una hora. Al menos eso era lo que sucedía ayer a media mañana.

Carteles que hablan por sí solos. En la N-550 hay varias zonas señalizadas como de concentración de accidentes. Distintos vecinos reclaman que se pongan más. fotos maría hermida

La rotonda donde se resbala por culpa de las naranjas. Un naranjo escupe sus frutos de forma continua en una rotonda. Esto hace que el firme acabe convertido en pista de patinaje.

¿Señales en desuso? A lo largo del vial, como en este tramo de Valga, hay señales luminosas apagadas y, en algún caso, en mal estado. También hay carteles que apenas se leen a lo lejos.

La soledad de la variante. Ayer por la mañana, el único momento de soledad en el viaje por la N-550 desde Cesures a Vilaboa era en la variante de Caldas. Apenas se cruzaban uno o dos coches.

Peregrinos por doquier. Ayer eran numerosos los peregrinos que circulaban a orillas de la N-550. En la foto, Michael, un austríaco de Viena al que no le gustaba el paso constante de coches.

Tramos a 40, 50 y 70 hasta aburrir. Las limitaciones a 40 y 50 son constantes, como en esta zona de Portas. Algunas curiosas: hay tres carriles y límite a 70, por lo que es difícil adelantar.

Y de repente… el traqueteo. El firme de la N-550 está medianamente bien en casi todo el recorrido. Pero al llegar a Pontevedra ciudad la cosa cambia: el traqueteo del coche se hace constante.

Peatones que se juegan el tipo. Cruzar es una odisea en todo el vial. En la foto, al fondo, unos peatones se la juegan en Vilaboa. La imagen se repite constantemente en distintos puntos.

La Voz de Galicia

El firme de la N-550 está mejor en la parte arousana que en la pontevedresa.

No puede decirse que la N-550 sea un vial con una cantidad importante de baches. Pero algunos, si se buscan, los hay. En un recorrido de Pontecesures hasta Vilaboa los primeros fallos en el asfalto aparecen un poco antes de llegar a la variante de Caldas, en las proximidades de la fábrica de congelados Clavo. Hasta que uno pasa Pontevedra no vuelve a encontrarse con baches. Pero en el tramo pontevedrés de la carretera y en Vilaboa sí hay algunos. En general, está mucho mejor el asfalto en la parte arousana de la carretera que en la pontevedresa. Ayer a media mañana una cuadrilla de operarios de Fomento hacía labores de limpieza en ambos lados del vial. Retiraban, sobre todo, maleza acumulada.

La Voz de Galicia

Valió la pena conservar la línea convencional del ferrocarril Vilagarcía/Santiago.

Fomento incluso incrementó las frecuencias entre Vilagarcía y Santiago, con una alta demanda en su recorrido

Casi un año después de que llegase la alta velocidad al eje atlántico -fue el pasado mes de abril cuando, además de reducir tiempos los viajeros pudieron atravesar el nuevo puente de Catoira- ya se puede responder a una de las preguntas que se hacían entonces; si compensaría el mantenimiento de las vías regionales que finalmente Fomento permitió que siguiesen operativas. Y lo cierto es que sí, que la Comisión en defensa de las cercanías que peleó por ello durante varios años tenía razón; la demanda de pasajeros en el eje atlántico es tal que valió la pena mantener el servicio en las viejas vías que quedaron al margen de la alta velocidad y en estaciones como la de Catoira, Pontecesures o Padrón, que siguen teniendo un tráfico similar al que registraban ante de la llegada del AVE.

Luis Ángel Sabariz, que fue concejal en Pontecesures y uno de los abanderados de aquella comisión, asegura que en general están satisfechos de cómo quedó el servicio. «Solo hay algunas lagunas por la mañana en dirección Vigo, porque sale uno a las 6.36 horas de Santiago y no vuelve a haber otro hasta las 10.35. En general está mejor en dirección A Coruña que en dirección Vigo, pero se mantuvieron las frecuencias y estamos contentos».

Buena prueba de que el tráfico de pasajeros no bajó es que el alcalde de Catoira, el socialista Alberto García, se dirigió varias veces a Fomento para hacerle llegar un acuerdo plenario en el que se pedía que los nuevos trenes regionales que entraron en servicio entre Vilagarcía y Santiago parasen también en Catoira. Curiosamente lo hacen en Pontecesures, pero no en la localidad anterior, y todo ello pese a que los usuarios de la zona de Barbanza siguen prefiriendo coger el tren en Catoira y no en la nueva estación construida más allá de Padrón, que está resultando ser un fracaso porque está aislada. «Si tienes que coger el coche para hacer ocho kilómetros hasta la estación, para eso ya vas en coche hasta Santiago», razona Sabariz.

Al margen de ajustar las frecuencias, los usuarios piden que se mejoren y modernicen las estaciones pequeñas que quedan fuera de la línea del AVE.

Frente a la línea del eje atlántico, los regionales de la vía férrea que une Santiago con Ourense languidecen. Ni el servicio ni las frecuencias cubrían las necesidades de los pasajeros antes de la llegada de la alta velocidad, pero después, todo fue a peor. Renfe acaba de reducir las paradas en la vieja estación de Lalín, de tres que había, a una sola en ambos sentidos. Los vecinos saben que es la crónica de una muerte anunciada, y aunque Fomento prometió un apeadero en la línea de alta velocidad, en realidad, dan el tren por perdido.

La Voz de Galicia