El canciller de la diócesis imputa el bum a «algún partido» y alerta de los peajes «terribles» para quienes reniegan de la fe
El Arzobispado de Santiago ya está despachando cada dos semanas un promedio de 11 peticiones de apóstatas
El Arzobispado de Santiago recibió entre el 1 de enero y el 7 de agosto pasados 172 solicitudes formuladas por sendas personas al objeto de romper todo vínculo formal con la Iglesia, según datos facilitados por el propio canciller de la institución, Elisardo Temperán. Significa que en el 2008 el equipo al cargo de monseñor Julián Barrio está tramitando un promedio bisemanal de 11 demandas de este tipo, cuando a lo largo de todo el 2007 había despachado 75, o sea, una cada cinco días. Por lo tanto, el ritmo de presentación de reclamaciones prácticamente se ha cuadruplicado en solamente un año. Tanto ha crecido, que ni en el tiempo existen precedentes ni en el espacio físico se encuentra parangón, no al menos en el entorno próximo. Por ejemplo, en la demarcación de Mondoñedo-Ferrol apenas se cursan cuatro expedientes al mes, mientras que en la de Lugo, hasta mayo, no había sido abierto ninguno.
Lejos de rehuir una valoración de las cifras, Temperán admite el auge de la apostasía en esta diócesis, la cual abarca 1.071 parroquias pertenecientes a 112 ayuntamientos de las provincias de A Coruña y Pontevedra. Incluso lo califica de «bum». «Es cierto, las peticiones se han disparado una barbaridad en el 2008», reflexiona en voz alta. ¿Y eso por qué? Elocuente, responde: «Probablemente se haya debido a la celebración de la elecciones [a Cortes del 9 de marzo], no lo sé, y tampoco creo que nos hayan ayudado mucho ciertas campañas realizadas por algún partido político entre sus afiliados; sí, eso ha podido influir bastante, creo». «De hecho -matiza-, le voy a dar un dato revelador: de todas las cartas que nos han llegado, personales, de puño y letra del firmante, eran dos o tres, no más. Porque el resto eran formularios descargados de Internet, cubiertos y rubricados, lo cual refrenda, a mi juicio, que detrás debe de haber algo más que la mera casualidad».
En sustancia, tal como hoy se entiende, apostatar consiste en renunciar expresamente a la fe de Jesucristo recibida en el bautismo, instando a la jerarquía católica a que deje constancia de dicho rechazo en sus registros bautismales mediante una anotación marginal específica; explicado de forma vulgar, viene a representar algo así como darse de baja de la Iglesia. Desde dentro de la organización se considera, junto con el cisma y la herejía, un pecado de extrema gravedad. No obstante, Temperán afirma respetar a quien hace uso de su derecho a ejercerla. Aunque, consultado al respecto, no vacila un segundo al enumerar las «terribles» consecuencias que aguardan a aquel que se decida a dar el paso.
Sin derecho a funerales
«Esa persona queda fuera de todo esto, al margen. En la práctica, comporta que no podrá obtener ningún sacramento jamás, quedará excluido de la confirmación, de la comunión? Y para casarse habrá de lograr un permiso especial del obispo, quien resolverá caso a caso si concederlo o no. No podrá ejercer de padrino ni de madrina de nadie», advierte el canciller.
«Lo peor (apostilla) es que se le privará de acceder a las exequias católicas. Por supuesto se le va a enterrar en el cementerio, pero sin celebrar funeral. Y eso puede generar grandes disgustos en el seno de las familias de los fallecidos. Así, los suyos terminan pagando sus actos, cuando a lo mejor ni los conocían hasta ese momento».
Una carta con el DNI y entrevista opcional
La apostasía formal, tanto por ley como por jurisprudencia y doctrina de la Agencia Española de Protección de Datos, constituye un derecho cuyo ejercicio la Iglesia a nadie puede negar. Antes de atenderlo, no obstante, suele instar al peticionario a mantener una entrevista para que exponga sus argumentos y, al tiempo, conozca las consecuencias de su decisión. Queda a criterio del interesado recoger el guante, pues aceptar o declinar la invitación no ha de interferir en el resultado del proceso.
¿Cómo obrar? Teóricamente, basta con remitir al Arzobispado de Santiago, acompañado de una fotocopia del DNI, un escrito donde el firmante exprese de modo fehaciente su renuncia de pertenencia a la institución y reclame la cancelación de sus datos en el libro de bautismo. Existen páginas web desde las cuales se pueden descargar modelos de carta, por ejemplo, www.apostasia.es. En diez días, derivado el papeleo a la parroquia correspondiente, debería recibir respuesta satisfactoria.
LA VOZ DE GALICIA, 16/08/08